Es mil veces más bella mi tierra, con su palma, su brisa y su sol

Desde Suiza No. 12

Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro.salazar@gmail.com

Mauricio Castro

Ospizio Bernina” decía el mapa en el punto en el que acerté después de “algunos pocos” intentos… Dejé la puerta como un colador, 5 huecos en la pared al lado izquierdo de la puerta, 2 entre el mapa y el cielo raso y 2 en la pared al lado derecho del mapa, pero acerté.

Hace algunos años vi un anuncio en el que un carajo “autdor”, vestido “autdor” con carro “autdor” tiraba, con los ojos cerrados, un dardo hacia un mapa y daba en el primer tiro en un punto en el mapa y luego se fijaba dónde era el lugar y con su poderoso pick up 4×4 llegaba, sin inconveniente alguno…

Yo hice lo mismo: pegué un mapa de Suiza en una puerta, no vestido “autdor” sino en “shores”, “tichér” y chanclas, tiré un dardo, otro, otro… y otro más, con los ojos abiertos, más abiertos luego de cada fallo y con anteojos, me concentré; “—Castrosalazar no seas chapa, concéntrate…” así que respiré hondo, luego hondísimo hasta que después de “algunos pocos” intentos pegué…y listo para ir al lugar, en el poderoso tren suizo, nada de 4×4, sin inconveniente alguno…

“Ospizio Bernina”, googlié en https://www.myswitzerland.com/ “… es una de las vista más espectaculares de los Alpes, se va por una línea de tren que es Patrimonio Mundial de la UNESCO, Bernina Express cruza 55 túneles y 196 puentes. Pasa por un glaciar y atraviesa el lago negro y el lago blanco.”

Y de inmediato chequié en mi App de los ferrocarriles suizos (SBB) y puse Bernina Express y decía que para llegar a Tirano, última estación de la ruta, algunos trenes tardaban 8 horas y pico, otros casi 9 horas, desde Nyon, o sea ida y vuelta unas 17 horas.

Solo me dije: “—Castrosalazar tenés pocas sentaderas o llevas un almohadón o te levantas cada cierto tiempo…” Por supuesto que opté por levantarme a cada cierto tiempo… ¿se imaginan el papelón andar jalando un almohadón?

Decidimos ir a la estación el sábado temprano para comprar los tiquetes. En pocas palabras lo que sucedió en las dos horas que estuvimos en la Estación fue esto: incredulidad y profesionalismo. El Agente Ferroviario no podía creer que algo que se reserva con dos meses de antelación lo estuviéramos haciendo antitos de la salida. “For today?”—“Are you sure? —Did you book the hotel? Did you check what to do in the village where you have to stop? Y siguió preguntando si sabíamos dónde almorzaríamos, dónde cenaríamos, de qué fuentes rellenaríamos las botellas de agua…en fin, nos preguntaba por el plan de viaje. Y yo para mis adentros: “—pucha mae, si es un paseo, no la construcción de una choza, estos suizos tan previsores…con razón son así, pero… ¿cómo hacen para vivir así, con todo tan programado? Y ellos se preguntaran seguramente: “—¿Cómo logran estos vivir sin planificar?”

El Agente Ferroviario finalmente interiorizó, que no es lo mismo que aceptó, “nuestra espontaneidad tropical” para viajar por diversión, nos reservó todos los asientos y tiquetes, incluso en el costo total me incluyó un derecho de un mes por media tarifa, la famosa demi tarif, que nos ahorró —y nos sigue ahorrando— un montón de plata…El mae fue un carga, amable y profesional, pero no se tragó la espontaneidad tropical…”Next time is better to come some weeks before the trip…”—dijo

Ya en el tren, apenas entramos leímos que escaneáramos un código QR, ese cuadro que es parecido a jugar qué ves…, empecé a googlear como se hacía y por chiripa pasé la cámara y se escaneó solo y oh sorpresa: una guía de viaje perfecta, automáticamente me la puso en español, de paso pregunto ¿cómo dicen que no hay controles por medio de los celulares? me dio todo en español y yo ando con un celular gringo, seguro es que tengo una “carreta típica” marcada en la frente (o un taco como dicen los mexicanos) y se nota mucho… El sitio marcaba el recorrido, fotos, datos de altura, temperatura y demás, y de repente la voz de la guía, ¡en español!, un español neutro: no chilango, no porteño, no españolizado como el de la vaca “Zereza” de la Maison du Gruyère, no caribeño y mucho menos tico de erre arrrrashtshrada de la Meseta, completamente neutro, iba describiendo los hitos más importantes del recorrido: “a su derecha un río, celeste por las aguas del deshielo y los minerales…”, ojo que de verdad era celeste, créanmelo que es la pura…celestísimo, pero yo me dije: “—no joda, nosotros tenemos un río celeste mejor por Guatuso, porque tiene azufre del volcán Tenorio”.

Vi más allá otro río todavía más celeste. “El de nosotros es más lindo—me reafirmé—sin mucha fuerza”

Cuando ya vi el octavo río celeste, me medio agüevé, reconocí una leve superioridad paisajista en ríos celestes…

El tren empezó a subir una montaña y la voz dijo, “vamos por un bosque de pinos y de robles”, y yo pensé: “—¿bosque? Si es como el matorral que hay subiendo Ochomogo…unos cuantos palitos, uno por aquí otro por allá…” Luego de una media hora de bosque “—es mejor el que se ve cuando se viaja en el tren de la Northern de INCOFER…ese si pasa por bosques por selva de verdad…”—me convencí, y el tren seguía y de repente un pueblito y más allá otro, en medio de la montaña …con unas iglesias preciosas con torres impresionantes, una más linda que otra y también me dije: “—¿quieren ver iglesias?…vayan a ver la ermita de Liberia, la de Nicoya, la de Quircot, la de Ujarráz…esas sin son iglesias bonitas de verdad…” aunque no estuve muy convencido.

La voz dijo, “…después de la curva un puente de 165 m…” y yo dije: “Hmmm…no le queda al puente del tren sobre el río Grande de Tárcoles”. La voz dijo atravesaremos varios túneles y yo: “—ajá, impresioname, no le quedan al que se pasa cuando se va pa’l Puerto…”

A su izquierda verán un lago al pie del glaciar… “—no le queda al de Chirripó”—me dije. A su derecha el lago Negro… “—no le queda al del Volcán Poás…”—me convencí. A su izquierda el lago Blanco… “—no le queda al lago de La Sabana o al del Parque de La Paz que se ponen blanquiticos”—concluí. Y la voz dijo: “—a lo lejos el glaciar Morteratsch se ve brillar…” “Se ve más lindo el Chirripó o el Cerro de la Muerte en enero, cuando se llenan de escarcha”—me dije totalmente convencido.

Ya casi al final del recorrido la voz dijo: “—Ahora la línea dará dos vueltas de 360° para poder bajar y tomar nivel con respecto a la altura en que estamos…”—curvas más cerradas tenemos nosotros…como el «mentao» Codo del Diablo que tanto ha dado que hablar a unos y a callar a otros…”—me autoconvencí.

A la vuelta, ya casi estaba a punto de cantar: “yo no envidio los goces de Europa, la grandeza que en ella se encierra, es mil veces más bella mi tierra, con su palma, su brisa y su sol…” pero cuando llegamos al glaciar y paramos, también paré la canción y desconcertado por lo que veía —confieso que no es la primera vez que estaba en un glaciar— pasó por mi mente una imagen de Cien Años de Soledad que tengo grabada desde que leí el libro a principios de los 70, cuando estaba güila en Liberia, en esos calores de marzo, leyendo esta descripción:

“…al ser destapado por el gigante, el cofre dejó escapar un aliento glacial. Dentro sólo había un enorme bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales se despedazaba en estrellas de colores la claridad del crepúsculo. Desconcertado, sabiendo que los niños esperaban una explicación inmediata, José Arcadio Buendía se atrevió a murmurar:

–Es el diamante más grande del mundo.

–No –corrigió el gitano–. Es hielo”.

Estaba tan impresionado por la imponencia del hielo eterno (hasta que se lo vuele el cambio climático…) porque despedazaba la luz por todos lados y ya me iba a decir que algunas veces el Irazú se pone parecido…cuando de repente me llegó un mensaje desde algún lado de mi mente o de eso que llaman conciencia, que me dijo: “—Castrosalazar no seas ridículo, con razón dicen que los ticos somos los argentinos light de Centroamérica, en Costa Rica no hay glaciares, ni todos los ríos celeste que viste, ni los lagos, ni los bosques de pinos.. no seas guevón, déjate de pendejadas, aceptá con humildad que también hay otros países bonitos…”

Tomé nota y en un absoluto estado de admiración y de emoción sublime, dejé mi orgullo patriotero de lado y «saborié» el glaciar por un gran rato, aunque he de confesar que oía, suavecito, muy quedito, como música de consultorio de dentista, en el fondo, muy en el fondo, casi silenciosa, como si no quisiera la cosa, se oía Patriótica..

* Nota importante: No todo lo que cuento es estrictamente cierto ni todo es estrictamente distorsión de la realidad

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