Entre la expectativa y la realidad: Emilia Navas

Monólogos con Pelé *

Lina Barrantes Castegnaro

Lina Barrantes

La fiscala subrogante, Emilia Navas ha empezado —pareciera— con el pie derecho.

Primera buena señal, no informa a la prensa de cada paso, haciéndose seguir por caravanas de periodistas. Según ella misma ha dicho, la prensa no será informada de cada paso que da.

Segunda buena señal, ha avanzado en expedientes y está actuando rápido en varios temas.

La tercera buena señal, el fiscal Chavarría decidió acogerse a su pensión. Aunque esto podría no estar relacionado con el trabajo actual de la fiscalía. Recordemos que al iniciar este gobierno, Chavarría quien había sido claramente impulsado por la administración Chinchilla, anunció su partida. Cambió de opinión de forma coincidente con la presentación ante la fiscalía, del expediente del Ministerio de Cultura, único expediente en el que la administración Solis presentaba pruebas sólidas de corrupción. Ese caso hizo cambiar de opinión a Chavarría, hasta donde tengo entendido, para guardarlo en una gaveta, porque nunca realizó ninguna investigación respecto a esa denuncia.

Sin embargo, la fiscala Navas, tiene un reto enorme al frente y este se encuentra exactamente en el espacio que se forma entre la expectativa y la realidad, es decir, ese margen que provoca la decepción.
Hace unos años recuerdo a un amigo haciendo la broma, que desde que se inventó el perlin, todos dejamos salir a la superficie al pequeño constructor que llevamos adentro.

Hoy el público todo lo sabe y lo juzga. Hoy muchos abogados litigan por Facebook. Hay la sensación de que si un debate se gana en redes sociales, pues se ganó. Hoy existe esa post-verdad que no es ni más ni menos que una mentira. Cualquier persona se permite decir lo que sea en redes sociales, porque eso si, las redes sociales son absolutamente democráticas: no tenemos que saber ni del tema, ni conocer a la gente que juzgamos, ni siquiera tenemos que saber escribir, ni tenemos que cuidar la ortografía, para opinar y destruir a cualquiera. Detrás del anonimato que nos permite la distancia entre la computadora y el público, nos sentimos invencibles. Somos crueles, groseros, injustos, pero no nos importa: ¡somos dueños del mundo!

Durante muchos años, el fiscal D’Allanesse nos acostumbró a trabajar de la mano con la prensa. No había entonces redes sociales, pero todos los de cierta edad, recordamos a Miguel Ángel Rodríguez, bajando del avión, presentándose para ser indagado, la perrera, y Teletica, esperándolo en la manga del avión. Nos transmitieron su detención en tiempo real, con helicóptero tomando la ruta, como si fuera el criminal más peligroso, al estilo Hannibal Lecter o alguien parececido. El país entero aplaudió. Luego cuando se demostró que los procedimientos no se habían cumplido y que la fiscalía había cometió errores al armar el caso, que daban al traste con la condena, pues al público no le importó mucho: ya había disfrutado de su espectáculo, y aquellos que habían participado de actos de corrupción, ocupando la mas alta posición, la de presidentes de la República, reivindicaron su inocencia, como si los errores de forma los hubiesen exculpado.

Hoy el público espera espectáculo. Hoy el costarricense que sigue estos acontecimientos, quiere que se procese y condene rápido. ¿A quién? pues a quien sea, no importa. Un comportamiento normal, cuando el hastío toma a los pueblos: igual que en la Plaza de la Conocordia en el París de 1789, pero sin guillotina, esta vez con memes, Facebook y Twitter.

El riesgo de la fiscal, es poder, en medio de los gritos del circo, y de los likes, seguir adelante, como hasta ahora lo ha hecho, cumpliendo con la razón de ser del derecho: reivindicar injusticias.

Le deseo a la fiscal, más que suerte, le deseo la serenidad y el buen juicio que un juez debe tener, no tanto por su bien, sino que por el del país.

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* Pele fue mi perro, un beagle. Durante 10 años, escuchó pacientemente las reflexiones que de vez en cuando decidí poner en blanco y negro. Por su complicidad, decidí poner este nombre a la columna.

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