Por Pepe Escobar* – Observatorio de la Crisis
Rusia acabará resolviendo el drama de Kursk… Sin embargo, las preguntas sensibles sobre cómo ocurrió y quién permitió que ocurriera no desaparecerán.
En algunos círculos selectos de poder e inteligencia de Moscú ya se está desatando un debate sumamente serio, y el meollo del asunto no podría ser más candente.
Para ir al grano: ¿qué ocurrió realmente en Kursk? ¿El Ministerio de Defensa ruso se quedó de brazos cruzados? ¿O lo vio venir y sacó provecho de ello para tenderle una trampa mortal a Kiev?
Los actores bien informados que están dispuestos a compartir algunos detalles bajo condición de anonimato destacan la extrema sensibilidad de todo esto. Sin embargo, un experto en inteligencia ha ofrecido lo que puede interpretarse como una pista valiosa: “Es bastante sorprendente ver que tal concentración de fuerza pasó desapercibida para la vigilancia por satélite y drones en Kursk, pero no exageraría su importancia”.
Otro experto en inteligencia prefiere subrayar que “nuestra sección de inteligencia extranjera era débil porque estaba muy mal gestionada”. Se trata de una referencia directa a la situación después que el ex supervisor de seguridad Nikolai “Yoda” Patrushev, durante la reestructuración posterior a la investidura de Putin, fuera transferido de su puesto como secretario del Consejo de Seguridad a servir como asistente especial del presidente.
Las fuentes, cautelosamente, parecen converger en una posibilidad muy grave: “Parece haber habido una falla en la información; no parecen haber notado la acumulación de tropas en la frontera de Kursk”.
Sin embargo, otro analista ha ofrecido un escenario mucho más específico, según el cual una facción militar de línea dura, repartida entre el Ministerio de Defensa y el aparato de inteligencia –y antagónica al nuevo Ministro de Defensa Belousov, un economista– dejó que la invasión ucraniana procediera con dos objetivos en mente: tender una trampa a los principales comandantes y tropas enemigas de Kiev, que fueron desviados del frente del Donbass –en colapso–; y poner presión extra sobre Putin para que finalmente fuera a por la cabeza de la serpiente y pusiera fin a la guerra.
Por cierto, esta facción belicista considera al jefe del Estado Mayor Gerasimov “totalmente incompetente”, en palabras de un experto en inteligencia. No hay ninguna prueba irrefutable, pero Gerasimov supuestamente ignoró varias advertencias sobre una concentración de tropas ucranianas cerca de la frontera con Kursk.
Un ex agente de inteligencia es aún más polémico. Se queja de que los “traidores de Rusia” en realidad “despojaron a las tropas de tres regiones para entregárselas a los ucranianos”. Ahora, estos “traidores de Rusia” podrán “intercambiar” la ciudad de Suzha por el falso país de Ucrania y promover esti como una solución inevitable”.
Por cierto, este mismo jueves Belousov comenzó a presidir una serie de reuniones para mejorar la seguridad en las “tres regiones”: Kursk, Belgorod y Bryansk.
Los halcones del aparato de seguridad no ocultan que hay que despedir a Gerasimov y reemplazarlo por el legendario general Sergei “Armagedón” Surovikin. También apoyan con entusiasmo a Alexander Bortnikov del FSB –quien de hecho resolvió el extremadamente turbio caso Prigozhin– como el hombre que ahora realmente supervisa el panorama general en Kursk.
Y el siguiente es Belgorod.
Bueno, es complicado.
La reacción del presidente Putin a la invasión de Kursk se hizo visible en su lenguaje corporal. Estaba furioso por el flagrante fracaso militar y de inteligencia, por la evidente pérdida de prestigio y por el hecho de que esto entierra cualquier posibilidad de un diálogo racional sobre el fin de la guerra.
Sin embargo, logró revertir la situación en poco tiempo, al designar a Kursk como una operación antiterrorista (CTO), supervisada por Bortnikov del FSB, y con una razón incorporada: “no hacer prisioneros”. Todo ucraniano en Kursk que no esté dispuesto a rendirse podrá ser un objetivo potencial, destinado a ser eliminado. Ahora o más tarde.
Bortnikov es el especialista en acción. Luego está el supervisor de toda la respuesta militar/civil: Alexey Dyumin, el nuevo secretario del Consejo de Estado, que entre otros cargos anteriores fue el jefe adjunto de la división de operaciones especiales del GRU (servicio de inteligencia militar). Dyumin no responde directamente al Ministerio de Defensa ni al FSB: reporta directamente al Presidente.
Traducción: Gerasimov parece ser ahora, en el mejor de los casos, una figura decorativa en todo el drama de Kursk. Los hombres a cargo son Bortnikov y Dyumin.
La táctica de relaciones públicas de Kursk está destinada a fracasar estrepitosamente. En esencia, las fuerzas ucranianas se están alejando de sus líneas de comunicación y de suministros, al internarse en territorio ruso. Se puede establecer un paralelo con lo que le ocurrió al mariscal de campo Von Paulus en Stalingrado cuando el ejército alemán se vio sobrepasado en sus capacidades.
Los rusos ya están en el proceso de cortar el paso a los ucranianos en Kursk, interrumpiendo sus líneas de suministro. Lo que queda de los soldados de primera línea enviados a Kursk tendría que dar marcha atrás, enfrentándose a los rusos tanto por delante como por detrás. El desastre se avecina.
El comandante de las fuerzas especiales de Akhmat, el general Apti Alaudinov, confirmó al canal de televisión Rossiya-1 que al menos 12.000 efectivos de las Fuerzas Armadas de Ucrania (UAF) entraron en Kursk, incluidos muchos extranjeros (británicos, franceses, polacos). Se trata de una operación de “no hacer prisioneros” a gran escala.
Cualquiera con un coeficiente intelectual superior al de la temperatura ambiente sabe que Kursk es una operación de la OTAN, concebida por una combinación angloamericana que supervisa la carne de cañón ukronazi.
Todo lo que hace Kiev depende de la ISR (inteligencia, vigilancia y reconocimiento) estadounidense y de los sistemas de armas de la OTAN, operados por supuesto por personal de la OTAN.
El asesor del actor de camiseta verde sudada, Mijaíl Podolyak, en Kiev, reconoció que Kiev “había discutido” el atentado “con socios occidentales”. Los “socios occidentales” –Washington, Londres, Berlín– con todo el atuendo de cobardes, lo niegan.
El ruso Bortnikov no se dejó engañar ni por un instante. Declaró sucintamente, ante la justicia, que se trató de un ataque terrorista en Kiev apoyado por Occidente.
Ahora estamos entrando en la etapa de combate de posicionamiento duro destinado a destruir pueblos y ciudades. Será feo. Los analistas militares rusos señalan que si se hubiera mantenido una zona de amortiguación en marzo de 2022, la actividad de artillería de alcance medio se habría restringido al territorio ucraniano. Otra decisión controvertida del Estado Mayor ruso.
Rusia acabará resolviendo el drama de Kursk, acabando con los pequeños grupos ucranianos de forma metódica y letal. Sin embargo, las preguntas sensibles sobre cómo ocurrió y quién permitió que ocurriera no desaparecerán. Habrá que rodar cabezas, en sentido figurado. Porque esto es sólo el principio. La próxima incursión será en Belgorod. Prepárense para más sangre en las vías.
* Analista geopolítico