En memoria de Guido Sáenz

Oscar Arias Sánchez

Guido Sáenz

Hoy las artes se visten de luto. Uno de los suyos ha partido. Ha muerto Guido Sáenz. Un hombre que fue músico, actor, escritor y que vivió todas las facetas del arte.

Recuerdo las palabras del educador y artesano estadounidense Calvin Woodward: “Bendita sea la mano que modela con talento y gracia! Bendita sea la mente culta! Cuando el trabajo del corazón emana, ambas son en todo hermanas”.

Dentro de todos los dones que le fueron transmitidos al ser humano, el más excelso es el de hacer aparecer, como magia siempre cierta y no por eso menos increíble, nueva belleza. Don Guido, como todo artista, fue también un prodigioso demiurgo, y sobre sus hombros cargaba el peso del mundo que imaginaba y que, poco a poco, volvió a la realidad. Como un prestidigitador, transformó el gris cotidiano en algo resplandeciente y perfecto.

Los costarricenses fuimos afortunados de contar con un hombre de la sensibilidad artística de don Guido Sáenz. Para él pocas cosas fueron más importantes como la promoción del arte y la cultura en nuestro país. Combatió ardientemente esa idea tan anquilosada en las mentes utilitaristas, de que una nación puede vivir plenamente sin el arte. Creía que pobres son los pueblos que no gozan del arte. Tienen sed y hambre de espíritu y de belleza. Pobres son los pueblos que miden su riqueza solo en monedas, su historia en batallas y su futuro en conquistas, pero no tienen arte. Tienen bancos pero no museos, cañones pero no pinturas, proclamas pero no melodías. Pobres son los pueblos vacíos de espíritu, porque el arte es emanación natural del sentir humano, no se le piensa ni se le planifica, sólo se contempla y se agradece.

Don Guido soñó siempre con una Costa Rica inundada de arte y cultura porque estaba convencido de que una partitura, una estatua, una pintura, son signos distintivos que nos indican que como nación estamos valorando al ser humano, estamos atesorando sus frutos, estamos disfrutando la belleza que el hombre y la mujer son capaces de crear. Don Guido siempre creyó que un país inundado de arte y de cultura es un país inundado de amor al ser humano.

Decía Gibrán Jalil Gibrán, al ser consultado sobre la belleza: “Dónde buscaréis la belleza, y cómo la encontraréis, a menos que ella misma sea vuestro camino y vuestra guía? ¿Y como hablaréis de ella a menos que sea la urdidora de vuestro discurso?”. Esto creía don Guido. Creía que tenemos que introducir el arte y la cultura en medio de nuestra cotidianeidad. Que tenemos que empezar a pensar en el arte no como adorno, sino como vivencia; no como superficialidad, sino como insondable búsqueda en lo más profundo de nuestro ser. Creía que el arte no es un alejamiento de nuestros problemas nacionales, es precisamente una forma de encararlos. Es el aquí y el ahora, es todos los días y en todas las esferas de nuestra vida. Por eso como Ministro de Cultura, Juventud y Deportes en el gobierno de don Pepe creó la Orquesta Sinfónica Juvenil, en el de Daniel Oduber el Parque Metropolitano de la Sabana, y en mi primer gobierno el Parque de la Paz.

Don Guido estuvo conmigo en muchos de los momentos más importantes de mi carrera política. En momentos tanto de alegría y de esperanza, como de incertidumbre y de tristeza. A lo largo de nuestras efímeras existencias, conforme vamos desenvolviendo el regalo de la vida y descubrimos quiénes vienen incluidos en ese regalo, los seres humanos tenemos la oportunidad, pero también muchas veces la necesidad, de escoger a quienes admiramos. De escoger a quienes, con un reverencial silencio, agradecemos sus luchas y sus hazañas, sus favores y sus sacrificios. Yo admiré a don Guido Sáenz y por eso hoy quise recordarlo.

Expresidente de la República

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