En memoria de Carlos Manuel Castillo

Carlos Manuel Castillo
Retrato en el salón de expresidentes del BCCR.

Carlos Manuel Castillo Morales nació en San José, Costa Rica, el 19 de diciembre de 1928. Provenía de una familia de clase media, siendo hijo de Socorro Morales y Miguel Ángel Castillo.

Doctor en Economía y Ciencias Políticas por la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos.

Su carrera profesional se caracterizó por su notable participación en diversos sectores.

Se desempeñó como Ministro de Economía, Industria y Comercio durante la administración de José Figueres Ferrer (1970-1974). Posteriormente, ocupó el cargo de Primer Vicepresidente de la República en el gobierno de Daniel Oduber Quirós (1974-1978).

Fue profesor de economía en la Universidad de Costa Rica (UCR) y en la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA).

Trabajó como asesor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Militó en el Partido Liberación Nacional (PLN) desde su fundación en 1951. Participó en cinco ocasiones como precandidato presidencial, sin éxito, hasta que finalmente en 1989 ganó la Convención Nacional Liberacionista, convirtiéndolo en el candidato del partido para las elecciones de 1990. Sin embargo, perdió la contienda electoral frente a Rafael Ángel Calderón Fournier del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).

Diputado de la Asamblea Legislativa (1978-1982), Presidente del Banco Central (1982-1984 y 1994-1995).

Falleció el 20 de febrero de 1999 en Curridabat, Costa Rica, a la edad de 70 años, debido a complicaciones de cáncer.

Carlos Manuel Castillo Morales es recordado como un economista destacado, un político comprometido con el desarrollo de Costa Rica y un hombre de gran integridad.

Castillo
Carlos Manuel Castillo (i) y Daniel Oduber (c).

CARLOS MANUEL CASTILLO MORALES
El intelectual y político ejemplar

Hay personas que mueren, cuando naturalmente deben morir, que es cuando han cumplido su misión en la vida o, por lo menos, en el momento en que todos creemos que ya poco tienen que hacer o decir. Pero hay personas que mueren cuando naturalmente no deberían morir, siendo así que dejan una labor truncada, como es el caso de Carlos Manuel Castillo.

En un prólogo que escribió Carlos Manuel para un trabajo que hice de los dirigentes históricos de nuestro partido, manifiesta lo siguiente: “La tarea esencial, única e impostergable en Liberación Nacional es detener sin demora el debilitamiento moral, ideológico, programático y electoral del partido; recuperar el favor de la ciudadanía de que siempre gozó, y hacerlo crecer con el apoyo de los jóvenes y de las mujeres, constituyéndolo, otra vez, en el instrumento de progreso de los costarricenses en todos los terrenos”.

La tarea no es nada fácil, el camino de su realización está erizado de obstáculos. Son los obstáculos del desconocimiento de que el mundo cambió, de la desidia y del pesimismo, de la tentación de refugiarnos en el pasado, o de acoger la propuesta importada, de abdicar del pensamiento propio, para adoptar la fórmula engañosamente fácil; de confundir interés personal o de grupo con el bien común”.

“Al mismo tiempo, es la tarea más hermosa y más fecunda que puede emprender todo liberacionista. Por la fidelidad a nuestros principios, y por nuestra obligación indeclinable de continuar la labor iniciada por quienes nos antecedieron en la magna obra de construir una patria sin miseria. Es también la más importante, pues un Liberación Nacional, fuerte vigoroso y con visión certera del futuro constituye una de las claves de la solidez y de la estabilidad de nuestra democracia política”.

Lo transcrito es parte, tal vez, del último mensaje que dejó Carlos Manuel.

Efectivamente, este es un partido que, desde hace muchos años, se viene debilitando en todos sus campos de acción, perdiendo de vista principios ideológicos y morales originales y claros objetivos que deberíamos interesarnos en alcanzar. Varias razones podríamos dar para comprender esta decadencia, pero una de gran importancia es la pérdida de los grandes dirigentes históricos. Los partidos, como las personas, también quedan huérfanos por la muerte de sus padres. Y como sucede con las familias, los hijos no siempre son consecuentes con el ejemplo y reciedumbre de sus mayores. Pero, por otra parte, hay algo de natural en este comportamiento. Los que vivimos época de luchas y de enfrentamientos sociales y políticos porque un grupo desconoció la voluntad popular, aprendimos a pelear por derechos y libertades. Nuestros hijos, y en mi caso, nuestros nietos, nacieron y han vivido en esta larga paz liberacionista de cincuenta años. No saben lo que son brigadas de choque, militarotes asesinando, robando e invadiendo nuestros hogares. Entonces encuentran totalmente normal vivir sin responsabilidades públicas y sin preocupaciones políticas y sociales porque todo lo han encontrado hecho. Que es el caso del padre que logró amasar una fortuna para heredar a sus hijos, y que, a su muerte, éstos encuentran lógico destruirla porque no les costó nada.

Algo de todo esto está sucediendo en nuestro país. Nuestros hijos no aprendieron a luchar porque no lo han necesitado. Es indispensable, otra vez, el ejemplo, el carácter y la visón de los hombres que han quedado de un tiempo que ya no existe, pero que dio origen a la democracia que vivimos.

Por eso, por todo esto, es por lo que digo que Carlos Manuel Castillo ha muerto en momentos en que naturalmente no debería haber muerto. De la misma manera que afirmo que nos está haciendo falta don Pepe, para demostrar que en política son necesarias las ideas, pero también el carácter para defenderlas; o Daniel, marcando rumbos ideológicos y enseñando que el Partido es el instrumento adecuado para realizar proyectos esperanzadores; y un Fernando Volio, arquitecto de instituciones y defensor de la estructura constitucional del país, o, finalmente, Rodolfo Solano, que durante toda su vida se autoclasificó como la conciencia cívica del hombre común, así, a partir de hoy, nos hará falta Carlos Manuel.

En un momento en que los economistas desplazaron de la acción pública directa a los abogados y a los humanistas, en todas partes del mundo, pero, sobre todo en América Latina, Carlos Manuel Castillo siendo un economista teórico sobresaliente y apreciado al máximo en todo nuestro continente, logró comprender que, por encima de la disciplina económica, que no siempre es científica sino experimental, está la labor política y la defensa de las bases culturales de nuestras naciones. Por eso fue acertado el juicio de Luis Alberto, dado hace muchos años, cuando afirmó que Carlos Manuel, posiblemente era el único economista político que teníamos en Costa Rica. El tiempo ha demostrado que Carlos Manuel efectivamente fue un gran economista y, al tiempo, un político en toda su dimensión.

Es amplia su trayectoria en los campos académicos, profesionales y en los organismos internacionales, así como en la función pública de nuestro país. En todos, su labor fue sobresaliente.

En una ocasión, el embajador de Uruguay en Suiza me dijo: “¿Cómo es posible que ustedes estén malgastando a Carlos Manuel Castillo en asuntos electorales internos cuando es uno de los cuatro sabios que tiene América Latina para trabajar en el campo internacional?”.

Pero yo creo que no, que no desperdiciamos a Carlos Manuel. Porque él llegó a Costa Rica en un momento en que su presencia era conveniente. Durante mucho tiempo hemos apreciado su positiva labor en el Banco Central, en el Partido y en la reunión periódica que convocó durante varios años en su casa para crear pensamiento político. Fue un dirigente máximo.

No pudo llegar a la Presidencia de la República, a pesar de que fue candidato de nuestro partido. Algunos decían que no era un buen candidato pero que, si triunfaba, llegaría a ser un gran presidente. Esto de un buen candidato es relativo. Lo que sucedió fue que nunca hizo concesiones, ni pudo adoptar la pose demagógica, tan saludable en ocasiones, para recoger votos. Fue íntegro en su intelectualidad y en la defensa de principios básicos en los cuales creía. Yo diría que fue un magnifico candidato que ejemplarizó con rectitud intelectual no permitiendo rebajar la acción política para ganar simpatías, ni cedió a la tentación de convertir la lucha electoral en un circo. Por eso digo que sí fue un gran candidato. El partido y la democracia costarricense ganaron cuando un hombre como él fue candidato a la presidencia de la República.

Carlos Manuel tenía también un gran sentido del humor y hasta en momentos de grandes tensiones, salía a relucir la oportuna ocurrencia. El día de su muerte me llamó mi buen amigo Rafael Castro Silva para darme la triste noticia, pero además, para transmitirme un mensaje que Carlos Manuel le dijo: “Decile al doctorcito Enrique Obregón que lo siento mucho, pero que ya no podemos seguir conversando más porque he decidido tomarle la delantera”.

Hace unos días, y después de una de estas reuniones para conversar de temas teóricos y morales, a las cuales me he referido anteriormente, el doctor Guido Miranda me hacía la observación siguiente, a propósito de algo que habíamos dicho acerca de la necesidad de construir un grupo que se dedicara a buscar principios ideológicos apropiados al momento histórico actual y directrices morales para nuestro Partido: -“Mira Enrique, ¿Tú conoces de un partido social demócrata que se haya descalabrado ideológica y moralmente y que logre levantarse de nuevo?”.

Bueno, pienso que esta es la gran respuesta que debemos dar de inmediato. Tenemos que levantarnos y volver por nuestros fueros históricos; pero sabiendo que el mundo ha cambiado y que ese cambio exige nuevas propuestas. Por el momento, solamente pensemos en esas palabras iniciales que cité de Carlos Manuel: “La tarea esencial, única e impostergable en Liberación Nacional es detener sin demora el debilitamiento moral, ideológico, programático y electoral del Partido”, pero que al mismo tiempo, “es la tarea más hermosa y más fecunda que puede emprender todo liberacionista. Por la fidelidad a nuestros principios y por nuestra obligación indeclinable de continuar la labor iniciada por quienes nos antecedieron en la magna obra de construir una patria sin miseria”.

Este es el mensaje que nos dejaron los padres de este partido y que, entregado por Carlos Manuel Castillo, representa un valor absoluto de lucha y compromiso que debemos recibir los liberacionistas como una orden casi sagrada de continuar en la lucha por los derechos y libertades de nuestro pueblo. Si no sentimos ese compromiso, todo el esfuerzo y el sacrificio de los fundadores de este Partido ha sido en vano. Deberíamos prometer que continuaremos laborando con entusiasmo por mantener un Partido fuerte en sus bases ideológica y morales, que garantice la permanencia democrática en este país.

Texto tomado del libro “Semblanzas (Dirigentes históricos del PLN)” de Enrique Obregón V.

Semblanzas dirigentes históricos del PLN

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Un comentario

  1. Ahora que sacudida de su profunda modorra, la llamada dirigencia liberacionista busca diagnosticar una vez más la naturaleza de la crisis que azota al partido y es la causa de su ininterrumpida cadena de derrotas, haría bien en leer (quizá por primera vez) las palabras que nos dejaron Carlos Manuel Castillo y Enrique Obregón. En este artículo preparado por Carlos Revilla, encontrarán causas y remedios a las desventuras que no parecen perturbar su inmovilismo ni activar sus neuronas. ¡Qué doloroso que recuerden los aniversarios de sus muertes y olviden sus palabras!

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