En el Parlamento Centroamericano

Política entre bastidores

Manuel Carballo Quintana

Manuel Carballo

Me detengo a resumir dos experiencias de nuevo en Guatemala. La primera como dirigente estudiantil en 1963 y la segunda como diputado en 1971.

En 1963 participé en una Conferencia Centroamericana de Estudiantes de Derecho, en mi condición de Presidente de la Asociación de Estudiantes de Derecho (AED) de la Universidad de Costa Rica, junto con un selecto grupo del gobierno estudiantil de la AED. Formé parte de ese grupo junto con Juan José Echeverría Brealey, Vico Pacheco, Adrián Argüello y Luis Alberto Guillén. Viajamos por tierra en el automóvil del compañero Guillén Downing.

Los anfitriones, la AED de Guatemala, nos alojó en una residencia estudiantil de la Universidad de San Carlos de Guatemala y la sesiones de la Conferencia se llevaban a cabo en el paraninfo de la universidad. Ahí, cada asociación debió rendir dos informes: uno sobre el estado del movimiento estudiantil de su país y particularmente de los estudiantes de Derecho. Y otro sobre la situación política, económica y social de cada país. Luego venían las resoluciones del Congreso: votos de censura, excitativas, votos de apoyo y solidaridad, y todo lo propio de un congreso estudiantil.

En los recesos del transcurso de la conferencia, el tema político siempre estuvo presente, con muchas preguntas sobre lo que pasaba en Guatemala, principalmente porque en ese país se empezaba a dar la organización y presencia fuerte de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR). El último día de la conferencia, uno de los estudiantes guatemaltecos se nos acercó en secreto a Johnny Echeverría y este servidor, y nos ofreció presentarnos a Marco Antonio Yon Sosa. Éramos los más “preguntones” sobre el naciente movimiento guerrillero. El Chino Yon Sosa y Luis Augusto Turcios Lima era los comandantes de las FAR. Las FAR eran de extracción marxista leninista, con inclinaciones maoístas. Ambos, Yon Sosa y Turcios Lima, fueron antes miembros del ejército guatemalteco. Yon Sosa recibió parte de su entrenamiento en la Escuela de las Américas, adiestrado en tácticas guerrilleras, instruido por asesores marines de Estado Unidos, lo cual le permitió sobrevivir a la persecución gubernamental.

La curiosidad nos llevó a aceptar. Nos condujeron a Johnny y a mí a un moderno edificio de cuatro pisos en el puro centro de Ciudad de Guatemala. En una oficina común y corriente nos presentaron -junto con dos participantes más-, a Yon Sosa, vestido de civil y con un sobrero jipijapa en su cabeza. Nos dio mil explicaciones, no permitió fotografías y fue una conversación amena de poco más de media hora, en la que prevalecieron los relatos sobre la represión y muerte contra los indígenas por parte de los militares apoyados por los norteamericanos. Al despedirnos le pregunté: tomando en cuenta que estamos en un lugar tan céntrico, ¿usted no teme que al salir de aquí alguien lo delate a la policía? El comandante Yon Sosa nos respondió: no hay ningún problema, dos minutos después que ustedes salgan ya no estaré en este edificio, ni volveré a él nunca más. Más o menos dos semanas después, las noticias internacionales daban cuenta de numerosos actos terroristas de las FAR.

Ocho años después -1971-, la historia es un poco diferente. El Congreso Nacional guatemalteco convocó, con motivo del Sesquicentenario de la Independencia de Centroamérica, a una reunión del Parlamento Centroamericano (no confundir con el actual). La Asamblea Legislativa me designó al frente de una delegación integrada entre otros por los diputados Jesús Manuel Fernández, Reinaldo Maxwell, Teresa Zavaleta, Yolanda Otárola, Pedro Araúz Aguilar y Rogelio Carazo Paredes. El Parlamento, intrascendente, estuvo presidido por el Presidente del Congreso de Guatemala, Mario Sandoval Alarcón, conocido como el Mono Sandoval. A esa fecha por lo menos se desconocía que Mario Sandoval era o llegó a ser el jefe de la Mano Blanca, la organización terrorista que sembró de muerte a la dirigencia política guatemalteca y la dirigencia sindical.

¡Qué ironía! Haber llegado a tratar, en fechas distintas, con las cabezas de los dos polos ideológicos y políticos opuestos, el comandante guerrillero Marco Antonio Yon Sosa y el jefe de la Mano Blanca Mario Sandoval Alarcón. Y no sólo eso porque -entre las muchas reuniones que iban y venían en el ámbito del Parlamento Centroamericano-, también nos reunimos con otro asesino y gestor del genocidio contra los indígenas guatemaltecos: el Presidente de la República General Carlos Manuel Arana Osorio. ¡Qué tristeza tener que confesar hoy que me reuní con ese personaje, tristemente célebre! Que este relato me sirva de expiación de mi involuntario pecado.

Ahora vamos a la parte jocosa de la reunión del tal Parlamento Centroamericano. Uno de los actos oficiales fue la lujosa recepción oficial en el Club Guatemala, lo más selecto de la alta sociedad guatemalteca de esos días. Requisito, damas traje de noche largo, hombres esmoquin (o smoking). A esa actividad no se podía ingresar al Club Guatemala sin esmoquin. Al recibir la invitación venía también, en hojita aparte para los hombres, la recomendación y dirección de uno de los negocios que alquilaba esos trajes. Cabe decir que el único diputado que alquiló un esmoquin fue Reinaldo Maxwell Kennedy. Los demás, francamente nos rebelamos; nunca habíamos vestido un esmoquin, no nos interesaba estar en una aburrida recepción de esas y no estábamos dispuestos a pagar un solo cinco en un traje alquilado.

Esa noche de gala, las damas diputadas no tuvieron problema, todas portaban sus vestidos de fiesta en sus equipajes. En cuanto a nosotros los hombres, decidimos darnos la noche libre y nos fuimos a un céntrico club social popular, en las cercanías de la catedral. Realmente lo disfrutamos a mil.

El problema era para el día siguiente, ¿qué pretexto íbamos a poner? Y así fue, antes de comenzar la sesión del segundo día un asistente del presidente del Congreso Nacional se acercó a preguntarnos qué había pasado. Y con una gran chispa, el diputado don Rogelio Carazo Paredes, con toda la seriedad contestó: “Es que cuando abordamos el vuelo a Guatemala, había un rótulo en la entrada del avión que decía ‘no smoking please’; y nosotros muy obedientes nos venimos sin esmoquin”. Ni nosotros sus compañeros nos imaginamos una respuesta de ese calibre, menos tratándose de don Rogelio con su edad, su formalidad y su seriedad. Todos soltamos la risa. Así sucedió, pero al final de cuentas dimos una explicación con la verdad.

Regresamos con enorme camaradería entre la delegación. Hasta la fecha no sabemos para que sirvió esa reunión del supuesto Parlamento Centroamericano.

Años después, se creó el actual Parlamento Centroamericano como parte de los acuerdos del Plan de Paz firmado en Esquipulas. Afortunadamente Costa Rica se ha negado a ser parte de ese parlamento y ojalá nunca lo sea. Se convirtió en refugio de políticos del Istmo que necesitan de la inmunidad para no ser perseguidos por la justicia de sus países. Además, recogiendo dietas, salarios y viáticos por no hacer nada. Ojalá nuestros gobiernos en un futuro mantengan esa posición firme en contra de ese elefante blanco.

Estos apuntes no tienen ninguna pretensión literaria; son la narración de simples hechos reales poco conocidos que al cabo del tiempo se convierten en históricos.

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