Orlando Núñez Pérez
“Yo no sembré todo el bosque. Desde el amanecer, como el sembrador, subí por las tierras de mi Patria a plantar ideas, imaginaciones, ideales, mística. Lo hicieron germinar la mano noble de esta patria y el suelo puro de este pueblo”, escribió un día el soñador cuyo nacimiento recuerdo hoy: el inolvidable don Pepe Figueres.
Bueno es revisar su itinerario vital en estos tiempos convulsos y atemorizadores, que oscurecen el ambiente entre señales de peligro.
Don Pepe tuvo adversarios enconados; también, fieles admiradores de sus ideales y actuaciones, quienes lo apoyaron a lo largo de su extensa vida pública.
Siempre luchó —su “lucha sin fin”— por eliminar la pobreza por medio de una distribución de la riqueza —generada por el país— más equitativa. También, por elevar el alcance y la calidad de la educación, y para dar acceso a la mayoría a la atención de la salud y a la alimentación. Sin desmayo, luchó por la consolidación de la democracia y la libertad.
Costa Rica se ve amenazada hoy, como nunca antes, por la corrupción oficial y privada (hermanas gemelas), el narcotráfico y la inseguridad ciudadana y por el declive de la educación, uno de los blasones del orgullo nacional.
Obviamente, el Partido Liberación Nacional está íntimamente ligado a su historia y a su fundador, don Pepe. Por eso, está doblemente obligado, insoslayablemente, a llevar a buen término la tarea de plasmar urgentes soluciones a estos problemas, que son angustiosa preocupación para la mayoría del pueblo costarricense.
Por eso la agrupación debe profundizar en la tarea de regenerarse desde su misma interioridad, que ha sido acosada y penetrada por los arribistas y voraces muñidores de la política electoral, y eliminar para siempre los amiguismos y las ambiciones desenfrenadas de los cazafortunas.
Nada mejor para atender las tareas vitales que competen a la agrupación que revisar las ideas y metas de don Pepe, plasmadas en las Proclamas de Santa María de Dota y en su libro Cartas a un ciudadano. No hacerlo es despreciar el legado de Figueres Ferrer, quien resumió sus aspiraciones de grandeza nacional en la repetida frase “para qué tractores sin violines”.
El pueblo costarricense de buena ley clama un alto a la improvisación, la irresponsabilidad en la conducción del país y la intrusión, peligrosamente extendida, de los compadrazgos de los acólitos, ayunos de ideales políticos de bien común y ajenos a las propuestas de esplendor de nuestra nación. No intentar este cometido será complicidad y apostasía.
¡Cómo recuerdo que don Pepe —citando a José Martí— sonriente me decía que “los hombres van en dos bandos: los que aman y construyen y los que odian y destruyen”.
– Periodista