Política entre bastidores
Manuel Carballo Quintana
En la actividad política se dan a veces situaciones divertidas, a veces sorpresivas, otras graciosas y muchas hasta inverosímiles. Quiero detenerme a detallar algunas de ellas, todas como producto de mis vivencias personales de tantos años.Empiezo en 1962, campaña electoral que lleva a don Francisco J. Orlich a la Presidencia de la República. Acompañé a dirigentes de San José a una pequeña reunión de plaza pública en San Jerónimo de Naranjo, provincia de Alajuela. Como era costumbre en ese tiempo, se dio una cena al final de la reunión para unas 20 personas, en casa de un dirigente local. También como era costumbre —mala costumbre—, el anfitrión sirvió whiskey a los invitados. Después de servir uno a uno, se sirvió él para hacer un brindis, pero no con whiskey sino con cacique. Lo primero que manifestó fue: “disculpen que yo me sirva otra cosa, es que el güisqui es un trago muy concho”. Simpática apreciación, pero el gusto es gusto.
Contrario al hecho anterior, en 1993, acompañé en su buseta de giras a José María Figueres Olsen. En medio trayecto, frente a una frutería, pidió a sus acompañantes comprar frutas porque con él se debía hacer la dieta del yigüirro: “Coman frutas porque conmigo no hay almuerzo, éste es una gira de trabajo”. En Quepos le tenían organizada una comida posterior a la reunión con la dirigencia. En la larga mesa sirvieron unos litros de licor. Para empezar el encuentro, José María ordenó retirar las botellas porque la cena era una continuación de la reunión de trabajo.
Sigo con 1973, en la campaña política que lleva a Daniel Oduber a la Presidencia de la República. El Partido me designa para atender una plaza pública en La Legua de Aserrí, pues como diputado fui señalado para representar los intereses de los cantones de Acosta y Aserrí. Para mi sorpresa, los dirigentes locales habían preparado una cabalgata para entrar a una pequeña plaza de deportes. En la cabalgata me facilitaron el mejor caballo, con aperos nuevos. Y unos 300 manifestantes nos reciben con vivas a Daniel Oduber. Un dirigente se acercó a mí, a caballo, y me preguntó: “¿usted es Daniel Oduber?” ¡Qué vergüenza para mí! Me sonrojé. Y es que los dirigentes locales invitaron diciendo que quien venía era Daniel Oduber. Me sentí incómodo el resto de la reunión y no más al llegar a San José presenté mi protesta al departamento de organización.
En política se presentan a veces cada caso que lo dejan a uno pasmado, confundido, enredado. Tal sucedía en mis tiempos de la Juventud Liberacionista con el Lic. Arnaldo Ortiz, un abogado de éxito de San José. El tenía simpatía con la organización y voluntariamente acudía a reuniones de la Juventud, dizque para ayudar en la capacitación. Pero a nosotros en la Juventud no nos convencía su ayuda porque siempre se presentaba impecablemente vestido —vestido entero—, con un bastón creíamos que de adorno con mango dorado y conduciendo su Mercedes Benz. En una oportunidad, en una reunión que celebramos en Barrio Bolívar de San José, un joven le expresó a Arnaldo que no debía hablar de socialdemocracia si llegaba a la reunión en Mercedes Benz. Su respuesta fue inaudita: “Es que yo quisiera que todos los costarricenses pudieran tener acceso a un Mercedes Benz”. Esta fue la última reunión que compartimos con el Lic. Ortiz.
Corría el año 1981 y esta vez me apunté en una gira por el cantón de Parrita, en compañía de dos candidatos a diputados, mi gran amigo Tobías Murillo y don Bernal Jiménez Monge. Uno de los poblados a visitar era Playón, pequeño pueblito a escasos 20 minutos de Parrita. Como siempre, don Bernal llegó en su Mercedes Benz negro, guayabera blanca y zapatos negros de charol. Por ser mal camino los vehículos debían permanecer a unos 400 metros de la escuela, pues había que cruzar una parte muy fangosa, casi de arena movediza. Cruzamos chapaleando barro y don Bernal pidió ayuda, ya que uno de sus zapatos quedó hundido en el fango. Tobías Murillo acudió en su ayuda, pero no logró encontrarlo. Don Bernal llegó descalzo, capeándose las piedras y así permaneció en la reunión. Muchos días después, Tobías me confesó que sí tocó con sus pies el zapato de don Bernal, pero que en vez de sacarlo lo hundió más. Como que no parecía razonable llegar en un carro de lujo y zapatos de charol a un pueblo tan humilde y pobre.
En 1989 el Dr. Carlos Manuel Castillo fue el candidato presidencial del PLN, elección que se perdió frente a Rafael Ángel Calderón Fournier. Cada semana, nos reuníamos aproximadamente 20 dirigentes del departamento de organización, a planificar las reuniones de la semana entrante. Al finalizar cada reunión, todos permanecíamos intercambiando información sobre el lugar y la conferencia que se le había asignado. Participé en uno de los subgrupos y el Lic. Fernando Murillo manifestó: “Bueno, a mi me tocó conferencia en el c… del mundo”. Alguien preguntó cuál es el c… del mundo. Don Fernando respondió: “El Porvenir de Desamparados”. Intervine y les informé que la reunión sería en mi casa de habitación en ese c… del mundo, El Porvenir de Desamparados. Don Fernando Murillo se puso colorado, no hallaba qué decir, pidiendo finalmente disculpas por lo que había dicho. A mí eso no me molestaba, más bien me hacía gracia. Y don Fernando en adelante, cada vez que me veía era la persona más amable, cortés y amistosa conmigo.
Aclaro que El Porvenir se ubica a 1 500 metros al Este del parque de Desamparados. 34 años después de este pequeño recuerdo, sigo residiendo en el c… del mundo.
Estos apuntes no tienen ninguna pretensión literaria; son la narración de simples hechos reales poco conocidos que al cabo del tiempo se convierten en históricos.