¿El voto del miedo contra el voto de castigo?

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

En el comienzo de la campaña para las elecciones del 23 de julio -ya no hay precampaña- se perfilan algunas, pocas, certezas y una cantidad importante de conjeturas no del todo atinadas.

La primera certeza es que el tiempo vuela. Los comandos de campaña asumen una carrera contra reloj, sin que tengan la esperanza de que su propuesta queda lista en algún momento. Los tiempos para concluir algunas alianzas cruciales, al estilo de la que se juega entre SUMAR y Podemos, se desvanecen en el aire. Encaramos una campaña electoral molesta y meteórica. Algún crítico del sanchismo ha escrito en las redes sociales: “Sánchez, que nos ha jodido muchas cosas, ahora quiere jodernos también las vacaciones”.

La segunda certeza es que, sea cual sea la distancia en votos entre los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, lo cierto es que la posibilidad de que obtengan una mayoría absoluta por si mismos es cada vez menos creíble. Para desazón de Isabel Ayuso, Madrid no es España. Los dos grandes partidos necesitarán alianzas con otros partidos para llegar a la Moncloa.

La tercera certeza es que la victoria de cualquiera de los dos bloques, liderados por socialistas y populares, depende de quien consiga ser la tercera fuerza más votada en los comicios. Si es Vox esa tercera fuerza, entonces Feijóo será el próximo Presidente de Gobierno y si ese tercer lugar lo ocupa SUMAR con Podemos, Sánchez reeditará otro gobierno de coalición.

Y no hay muchas mas certezas. Las afirmaciones de que la unidad entre SUMAR y Podemos resuelve el problema de la situación de la izquierda, al conseguir constituirse en la tercera fuerza son bastante arriesgadas. Claro, es correcto prever que si SUMAR y Podemos van separados, pierden de lejos la posibilidad de ser esa tercera fuerza. Pero tampoco es seguro que lo consigan juntos. De hecho, la horquilla que muestran las encuestas refleja una situación condenadamente ajustada: dan a Vox entre 38 y 40 diputados, mientras a SUMAR con Podemos de otorgan entre 39 y 40 escaños. Es decir, prácticamente un empate técnico. Desde luego, la tendencia favorece a Vox, que está en alza, mientras SUMAR no crece y Podemos se desploma. Pero no me parece conveniente trasladar sin matices los resultados de las elecciones territoriales a las generales.

Otra certeza menos sólida refiere a que el voto blando del centro progresista se lanzó a emitir un voto de castigo contra Sánchez, votando a otras fuerzas o simplemente no acudiendo a las urnas. Pero cabe la duda de si ese voto de castigo se mantendrá o no hasta el molesto 23-J. De momento lo que se sabe es que el discurso de Sánchez ante sus parlamentarios, de una dureza inusitada, adquiriendo el estilo del peor Pablo Iglesias, parecía indicar que el Presiden de Gobierno iba a usar abrumadoramente el voto del miedo contra el voto de castigo.

Sin embargo, en esta vertiginosa campaña las cosas pueden cambiar de un día para otro. Sólo cuarenta y ocho horas después, Sánchez advierte que no hará una campaña basada en el miedo a un gobierno apoyado por Vox. En su intervención en el foro económico organizado por Diario.es, ha mostrado que su comando de campaña esta convencido de que una campaña únicamente basada en el miedo no funcionaría. Es necesario volar sobre dos alas: una el voto del miedo y otra la valoración positiva de lo hecho y lo que está dispuesto a hacer.

Esa campaña mixta parece bastante razonable sobre el papel. Pero no es tan sencilla de implementar y depende bastante de una fibra débil del candidato Sánchez: su credibilidad fragilizada. Pero, como se ha dicho, Sánchez es ese tipo que acelera cuando comienza a encenderse el rojo en el semáforo. Así que ahora esta proponiendo un enfrentamiento directo con Feijóo. Quiere debatir con el candidato popular todas las semanas que faltan para las elecciones.

Mientras tanto, Feijóo da indicios de iniciar una campaña a la gallega. Su objetivo consiste en ser parco de palabras, para no meter la pata. Está seguro de que ganará las elecciones el candidato que menos se equivoque. No obstante, resulta difícil saber si a estas alturas, la propuesta de Sánchez de centrar la campaña en los dos candidatos, forzando una disyuntiva Sanche-Feijoo, no resulta un epifenómeno frente a los movimientos de fondo del electorado español. Buena parte del asunto, consiste en saber si, después de la colleja propinada a Sánchez, el electorado blando se sentirá arrepentido o realmente lo que sucede es que ya está harto y de verdad quiere cambiar de tercio, pasar la página.

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