El trumpismo como amenaza a la democracia

Patrick Iber

Joe Biden y Donald Trump presentan diferentes flancos débiles, pero de no mediar un cambio radical, se repetirá la contienda de 2020 y uno de ellos será elegido presidente para los siguientes cuatro años. El ex-mandatario republicano, quien señaló que desearía ser «dictador solo el primer día», sigue teniendo posibilidades pese a los procesos judiciales, frente a un bloque pro-Biden con diferentes fisuras, una de las cuales se vincula con la guerra en Gaza.

Trump

Las elecciones presidenciales de 2024 parecen ofrecer a los votantes en Estados Unidos las mismas opciones que tuvieron cuatro años antes: Donald Trump y Joe Biden. Cada uno tiene un fuerte ascendiente en los sectores claves de sus respectivos partidos para ganar sus elecciones primarias y asegurar las nominaciones. Al mismo tiempo, existen múltiples razones por las cuales ambos tendrán dificultades para reunir una mayoría electoral en la próxima elección general. La aparente continuidad con 2020 oculta lo profundamente extraña que se ha vuelto la contienda electoral. Candidatos que pierden la elección presidencial, como Trump, rara vez vuelven a postularse. El ex-presidente, por supuesto, no acepta haber perdido las elecciones en 2020 y promete volver al cargo con una agenda de venganza contra sus detractores o «traidores». La lista de enemigos parece estar creciendo día a día, ya que Trump ha sido acusado de 91 delitos en cuatro casos y aparentemente pasará gran parte de la campaña en los tribunales.

Mientras tanto, Biden ha gobernado de manera más progresista de lo esperado. La economía estadounidense se ha recuperado de la pandemia de covid-19 sin experimentar una recesión. Pero Biden, actualmente con 81 años, enfrenta dudas persistentes sobre su edad y su estado. Adicionalmente, el apoyo de eeuu a Israel se ha convertido en un problema para la relación de Biden con la izquierda y para los votantes de origen árabe, que son particularmente numerosos en el estratégico estado de Michigan. Tal como están las cosas en el mes de marzo, Trump –quien nunca ha ganado la mayoría electoral, ni siquiera en 2016– aventaja a Biden en la mayor parte de las encuestas y es el favorito para regresar a la Casa Blanca. Biden, que en 2020 fue el mejor posicionado para derrotar a Trump, ahora parece inusualmente vulnerable frente a él. Cada día de la presidencia de Trump parecía una emergencia, ya que pasaba, de manera errática e impredecible, de una extraña declaración a otra, y algo similar ocurría con sus proyectos (hoy pocos recuerdan que una vez se puso furioso con sus asesores cuando le reprobaron el plan para tratar de intercambiar Puerto Rico por Groenlandia1). Una de las virtudes de Biden era que parecía ofrecer una especie de retorno a cierta normalidad. Pero si Biden ha brindado estabilidad, al menos en parte, ha carecido del carisma para permanecer en el centro de la escena mediática. Mientras tanto, Trump sí ha capturado la atención nacional, aunque más no sea por sus problemas legales.

Desde que dejó el cargo, el republicano no ha hecho nada para suavizar su imagen pública. Se ha retratado a sí mismo como víctima de la «guerra jurídica», y a pesar de su abierta simpatía por Vladímir Putin, cuando el disidente Alekséi Navalny murió en una prisión en Siberia no dudó en compararse con el opositor ruso: «la repentina muerte de Alekséi Navalny me ha hecho cada vez más consciente de lo que está ocurriendo en nuestro país», declaró. Señaló también que «nos estamos convirtiendo en un país comunista en muchos aspectos» y que, en este caso, él es la víctima principal, y ha prometido a los conservadores que, si es elegido, no dudará en vengarse de los supuestos responsables de esos maltratos.

Trump tampoco ha hecho nada para calmar a los votantes que temen sus tendencias autoritarias. Desde que apareció en la escena política, ha habido un intenso debate sobre si su movimiento puede ser definido como «fascista». Quienes se posicionan por la afirmativa señalan la combinación de bravuconadas y amenazas, el culto a la personalidad que lo rodea, su negativa a aceptar los resultados de las elecciones en las que pierde y su disposición a usar la violencia contra sus enemigos. Otros, por el contrario, consideran que las comparaciones con el fascismo hacen que Trump aparezca como un fenómeno exótico, y esto opaca su evidente arraigo en una historia política propiamente estadounidense. No obstante, algunos de quienes se resistían a comparar a Trump con el fascismo flexibilizaron su punto de vista tras el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.

Los medios convencionales habían evitado en su mayoría llamar a Trump fascista hasta noviembre de 2023, cuando en un discurso destinado a honrar a los veteranos de guerra lanzó: «Les prometo erradicar a los comunistas, marxistas, fascistas y a los matones de extrema izquierda radical que viven como alimañas dentro de los confines de nuestro país, que mienten y roban y hacen trampa en las elecciones. Harán cualquier cosa, ya sea legal o ilegalmente, para destruir a eeuu y el sueño estadounidense»2. El uso de palabras como «alimañas» para descalificar a sus enemigos políticos recordó de manera directa a Adolf Hitler y fue ampliamente condenado. Pero Trump no retrocedió: cuando una figura de medios conservadores le dio la oportunidad de negar sus intenciones autoritarias, se jactó en cambio de que quería ser dictador solo el «día uno» de su mandato, para poder construir un muro con México, perforar para extraer petróleo y comenzar un proceso de deportación masiva de inmigrantes.

Se considere o no al trumpismo como un movimiento fascista, es incuestionable que este ha favorecido la expansión de ideas y personajes fascistas dentro del Partido Republicano. Muchos jóvenes empleados republicanos, que trabajan para parlamentarios, no crecieron como acólitos de Ayn Rand o Milton Friedman, sino que se formaron políticamente en comunidades de extrema derecha en línea, donde proliferan ideologías «incel»3, el «racismo científico» y la teoría del «gran reemplazo»4. Esta última postula que los demócratas permiten deliberadamente la entrada de migrantes al país para contar con nuevos votantes y eliminar a los blancos. Una de las consecuencias de la compra de Twitter por parte de Elon Musk ha sido permitir que este tipo de retórica prolifere en una plataforma donde previamente se había minimizado, e incluso que sea promovida por el propio Musk. Neonazis y supremacistas blancos circularon abiertamente en la Conferencia de Acción Política Conservadora (cpac, por sus siglas en inglés) en febrero de 2024, donde habló Trump (y otras figuras de la derecha mundial como Javier Milei, recién incorporado a ese club)5.

Para dar un ejemplo de cómo la retórica violenta pasa de los grupos políticos extremistas al mainstream republicano, consideremos el caso del diputado republicano Mike Collins. Durante muchos años, el grupo paramilitar de extrema derecha conocido como Proud Boys [Muchachos Orgullosos] ha estado usando camisetas que declaran que «Pinochet no hizo nada malo» («Pinochet did nothing wrong») o anunciando «Viajes en Helicóptero Pinochet» («Pinochet’s Helicopter Rides»), a veces con imágenes explícitas de gente cayendo al vacío. (Estas camisetas a menudo también contienen la abreviatura rwds, que significa «Escuadrón de la Muerte de Derecha» [Right Wing Death Squad]). Durante un debate presidencial en 2020, se le pidió a Trump que denunciara a los Proud Boys, pero en cambio les dijo que se mantuvieran al margen pero listos para actuar. Ahora, la activista antimusulmana de extrema derecha Laura Loomer usa camisetas con la leyenda «Donald Trump no hizo nada malo», un eco de las mencionadas referencias a Pinochet. El 1 de febrero de 2024, el diputado Collins comentó en la plataforma x la imagen de un migrante que había sido arrestado en Nueva York por agredir a un oficial de policía: «Podríamos comprarle un boleto en Pinochet Air para un paseo gratuito en helicóptero de regreso». (En marzo, el migrante en cuestión fue absuelto de todos los cargos: se había arrestado a la persona equivocada).

En un sistema bipartidista como el estadounidense, los principales partidos son necesariamente amplias coaliciones de diferentes grupos. Trump cuenta con un sólido apoyo de los activistas de derecha y los evangélicos blancos, quienes lo consideran el instrumento de Dios para restaurar una nación cristiana. Pero, indudablemente, hay republicanos que se sienten desencantados por su comportamiento personal o la forma en que ha roto con las posiciones republicanas tradicionales sobre economía o política exterior. Su oponente más seria en las primarias ha sido Nikki Haley, su propia ex-embajadora ante la Organización de las Naciones Unidas (onu), y anteriormente gobernadora de Carolina del Sur. Hija de migrantes de la India, Haley representa un republicanismo más tradicional, que incluye una política exterior más belicosa, aunque con un perfil menos autocrático. Pero Haley nunca ha representado una verdadera amenaza para Trump entre los republicanos, a pesar de las encuestas que muestran que sería una candidata más competitiva en la elección general. En su estado natal de Carolina del Sur, logró 40% de los votos, pero Trump es imbatible entre las bases republicanas.

La única amenaza real para la candidatura de Trump son sus problemas legales, que van en aumento. Hay varios casos que avanzan simultáneamente y representan diferentes tipos de problemas para Trump; todos son resultado de su habitual comportamiento narcisista. Dos casos ya han derivado en enormes multas financieras para el ex-mandatario. En el primero, Trump fue encontrado responsable de agresión sexual y difamación contra la escritora y columnista E. Jean Carroll. En 2019, Carroll escribió que Trump la había agredido sexualmente, en 1995 o 1996, en un probador de unos grandes almacenes. En respuesta, Trump negó haberla conocido y declaró que ella «no era su tipo». Un jurado concedió a Carroll una indemnización de cinco millones de dólares por daños y perjuicios y declaró a Trump responsable de la agresión. Debido a que Trump continuó difamando a Carroll después del veredicto, el monto fue aumentado a 83 millones de dólares. Carroll ha dicho que, si alguna vez recibe parte del dinero, espera donarlo a causas que Trump encontraría especialmente perturbadoras.

En un caso separado presentado por el estado de Nueva York, Trump y su empresa fueron encontrados responsables de fraude financiero. El ex-presidente tiene una larga historia de exagerar su propia riqueza, mientras encuentra esquemas para evitar el pago de impuestos (e incluso simplemente se niega a pagar a contratistas y abogados que trabajan para él). En este caso, Trump falsificó registros comerciales para calificar para tasas de interés más bajas. El juez impuso una multa de 450 millones de dólares (para compensar la cantidad que ganó ilegalmente) y prohibió temporalmente a Trump y a sus hijos participar en el negocio. En total, Trump enfrenta multas legales de más de 500 millones de dólares. Ciertamente, el republicano tiene dinero para pagar la multa si vende parte de sus activos, pero tal transacción llevaría tiempo. Puede que le falte efectivo durante los meses críticos.

Estos casos impondrán multas financieras, no condenas penales, pero otros procesos sí conllevan ese riesgo. En el condado de Fulton, Georgia, Trump ha sido acusado de asociación delictiva como parte de sus esfuerzos por anular los resultados de las elecciones de 2020 en ese estado –donde fue derrotado– y, sobre esa base, revertir el resultado de las elecciones presidenciales de 2020. Trump llamó al secretario de Estado de Georgia, el republicano Brad Raffensperger, y le pidió «encontrar» 11.780 votos, uno más que el margen de la victoria de Biden, para poder ganar el estado. Esta presión fue parte de un conjunto más amplio de esfuerzos para anular los resultados de las elecciones, con frecuencia basados en teorías conspirativas. Uno de los acusados junto con Trump, por ejemplo, afirmó que las máquinas de votación habían sido programadas por Hugo Chávez (quien murió en 2013) como parte de un complot comunista para robarse las elecciones. Aunque la evidencia en la causa contra Trump es sólida, el juicio se vio afectado por información de que el fiscal tenía una relación con un subordinado y podría haber utilizado fondos públicos de manera irregular durante su affaire.

Finalmente, está la cuestión de si Trump debería estar o no en la boleta electoral. El problema legal aquí data, significativamente, del final de la Guerra Civil estadounidense. La Constitución de eeuu a menudo se describe como la Constitución vigente más antigua del mundo, ya que está en vigor desde 1789. Pero ha sido enmendada muchas veces, y las tres enmiendas que siguieron a la Guerra Civil son vistas por muchos historiadores como parte de un momento de «refundación» nacional. La causa principal de la Guerra Civil fue la dependencia económica de los estados del Sur de la esclavitud y la economía de plantación, mientras que en los estados del Norte la esclavitud había disminuido como práctica y predominaban el trabajo asalariado y las granjas familiares. Cuando Abraham Lincoln fue elegido en 1860, muchos estados del Sur se separaron. Después de la guerra, con los estados del Sur y sus políticos reaccionarios aún no readmitidos, hubo una oportunidad para reformas significativas.

Entre las reformas más importantes, estuvieron tres enmiendas a la Constitución: la decimotercera, la decimocuarta y la decimoquinta. En términos generales, la decimotercera enmienda abolió la esclavitud, la decimoquinta garantizó el voto a todos los hombres, independientemente de su raza o condición previa de servidumbre, y la decimocuarta fue diseñada para aumentar el poder federal y evitar que los estados anularan derechos fundamentales. Declara que todas las personas nacidas en eeuu o naturalizadas estadounidenses son ciudadanos y garantiza «igual protección de las leyes» para todos. También otorga al Congreso el poder de hacer cumplir las disposiciones de esa cláusula, lo que fortalece el poder federal contra los estados. Los conservadores nunca han aceptado completamente estos cambios, y muchos siguen siendo el centro de las divisiones políticas en 2024. (Varias ampliaciones de derechos que han tenido lugar a través de los tribunales, como la decisión de 2015 que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país, se han basado en la cláusula de iguales derechos de la decimocuarta enmienda).

Los legisladores que «refundaron» eeuu después de la Guerra Civil también tuvieron que considerar qué se debía hacer con los líderes sureños que habían tomado las armas contra la nación. La decisión fue no castigarlos con prisión o muerte, pero se restringieron sus derechos políticos. La sección 3 de la decimocuarta enmienda establece, en efecto, que ninguna persona que haya jurado como funcionario público de eeuu y luego haya «participado en una insurrección o rebelión contra el mismo» es elegible para ocupar un cargo. Jueces de tres estados (Colorado, Maine e Illinois) han decidido que las acciones de Trump después de las elecciones de 2020, y especialmente su papel de liderazgo en la insurrección el 6 de enero, lo convierten en un insurrecto, por lo que han ordenado que sea eliminado de la boleta electoral de las primarias republicanas. (En relación con el resto de los cargos mencionados, hay que recordar, sin embargo, que ningún artículo de la ley estadounidense impide que un delincuente convicto sea elegido presidente. En las elecciones presidenciales de 1920, el héroe del senador Bernie Sanders, el socialista Eugene Debs, obtuvo más de un millón de votos mientras estaba en prisión por hablar en contra de la participación de eeuu en la Primera Guerra Mundial).

La respuesta de Trump es describir estos procesos como «shows estalinistas llevados a cabo por orden de Joe Biden, que busca incendiar no solo nuestro sistema de gobierno sino también cientos de años de tradición legal occidental». (Ninguno de los casos ha sido presentado por Joe Biden, y parte de la «tradición legal occidental» es que el presidente no está por encima de la ley). Sin embargo, Trump afirma que su papel como presidente le otorga inmunidad legal por acciones tomadas en el cargo. Si es elegido, es probable que intente usar los poderes presidenciales para indultarse a sí mismo. eeuu no tiene una Corte Constitucional separada, y la Corte Suprema ha aceptado fallar sobre la cuestión de la inmunidad este verano boreal. Actualmente, la Corte tiene una mayoría conservadora de seis contra tres, con tres de los jueces nombrados por Trump. El 4 de marzo, la Corte declaró por unanimidad que Trump deberá permanecer en la boleta electoral. Se espera una declaración sobre sus afirmaciones de inmunidad absoluta contra el enjuiciamiento este verano.

Sin embargo, otro asunto legal se vincula con acciones tomadas después de dejar el cargo. Cuando dejó la Casa Blanca, se llevó consigo cajas de documentos clasificados, aparentemente considerándolos su propiedad personal. (Trump se había negado, siendo presidente, a seguir las leyes sobre el mantenimiento de registros presidenciales. Se sabía que rompía documentos oficiales después de leerlos y sus ayudantes tenían que sacarlos de la papelera y pegarlos con cinta adhesiva para cumplir con la ley). Cuando los Archivos Nacionales le pidieron que devolviera estos documentos, el ex-presidente intentó ocultar algunos de ellos e incluso destruyó evidencia de haberlo hecho. Es probable que el caso vaya a juicio este verano.

Uno de los argumentos de defensa de Trump en este caso es que la mayoría de los ex-funcionarios federales han conservado algunos documentos oficiales. En búsquedas realizadas en los hogares de Biden y del ex-vicepresidente de Trump, Mike Pence, se encontraron también algunos documentos clasificados. Sin embargo, solo Trump se negó a cooperar con los esfuerzos para recuperarlos. Una investigación sobre Biden no lo encontró responsable de ningún delito. Pero el autor de la investigación, un republicano, describió a Biden como bienintencionado pero olvidadizo, con lo que planteó otras cuestiones sobre su idoneidad para el cargo.

La mayoría de los que trabajan en privado con Biden, incluidos republicanos como Mitt Romney, confirman que está mentalmente lúcido. Aunque ya tiene 81 años, siendo la persona con más edad en cumplir funciones como presidente, mantiene una apretada agenda y parece capaz de desempeñar su trabajo. Sus ocasionales dificultades de dicción y lapsus probablemente están relacionadas con un tartamudeo de la infancia, y sus errores son ordinarios, como sustituir un nombre por otro, y no parecen probar una incapacidad para entender la situación en cuestión. Sin embargo, es evidente que se ha ralentizado durante sus años en la Presidencia. Camina más lentamente y habla de manera más vacilante de lo que lo hacía en 2020, aunque ya entonces las condiciones del covid-19 le evitaron llevar a cabo una campaña tradicional.

Algunos demócratas, incluidos aquellos que creen que Biden ha tenido un buen desempeño en el cargo, han planteado la posibilidad de que se aparte de la candidatura. No se trata de que Biden sea incapaz de gobernar, sino que se consideran las dificultades para hacer una eficaz campaña contra Trump. Con la cuestión de la edad en primer plano, los errores que comete tienden a ser recogidos y amplificados en los medios de comunicación. Aunque Trump no es significativamente menor (tiene 77 años) y exhibe diversos signos de deterioro mental, aún puede mover a una multitud.

Cuando Biden se postuló en 2020, prometió ser un candidato «puente» hacia una generación más joven. Pero entre las filas más nuevas de los demócratas no hay un favorito claro para encabezar la postulación, a lo que ha contribuido la propia presencia de Biden, que ha inhibido la competencia en unas primarias en las cuales se podrían poner a prueba las fortalezas de varios candidatos. La vicepresidenta Kamala Harris no ha tenido un gran éxito en el cargo. El gobernador de California, Gavin Newsom, se ajusta demasiado fácilmente al estereotipo del demócrata rico y costeño. Alexandria Ocasio-Cortez tiene el carisma, pero está demasiado a la izquierda para una campaña nacional. Los candidatos más viables son probablemente Gretchen Whitmer, quien ha tenido gran éxito como gobernadora del estado central de Michigan, y Raphael Warnock, senador de Georgia y pastor de la iglesia bautista Ebenezer de Martin Luther King, Jr. Pero ninguno de ellos ha tenido la oportunidad de construir una reputación nacional.

Una razón por la que Biden no siente presión para apartarse es que el Partido Demócrata ha estado superando sistemáticamente las expectativas. No solo derrotó a Trump en 2020, sino que el desempeño en las elecciones intermedias de 2022 fue mejor de lo esperado. Los demócratas vienen ganando consistentemente en elecciones especiales (para completar cargos vacantes). La coalición «anti-Trump» se ha mostrado firme, temerosa del efecto corrosivo del ex-presidente sobre la democracia. La decisión de la Corte Suprema de terminar con el derecho al aborto a escala nacional en 2022 ha convertido la defensa o la reposición de este derecho a escala estadual en una poderosa fuente de motivación para los votantes, especialmente las mujeres. (Hay un sólido argumento a su favor en la decimocuarta enmienda, pero no fue así como se decidió el caso en la Corte).

Si bien el sentimiento «anti-Trump» mantiene unida a la mayor parte de la coalición de Biden, eso no será suficiente para la victoria. Las campañas presidenciales incluyen a más votantes que las elecciones de años intermedios, muchos de los cuales tienden a estar menos informados e interesados en la política. Y hay que recordar que para ganar no se necesita la mayoría de los votos sino la del Colegio Electoral; de hecho, en 2016 la mayoría de los votantes optó por Hillary Clinton.

En este marco, hay algunas preocupaciones reales para Biden. Su gestión de la economía ha sido razonablemente exitosa: la inflación ha disminuido, la desigualdad ha caído, el desempleo es muy bajo y ha habido un fuerte crecimiento de los ingresos para los trabajadores, sobre todo de los ubicados en la parte inferior de la escala social. Pero los altos precios siguen siendo un problema en algunos sectores, incluida la vivienda, y muchos votantes recuerdan los años de Trump como económicamente más fáciles. La reputación de Trump como «hombre de negocios» sigue siendo convincente para muchos electores. Biden tuvo un éxito considerable al integrar el bloque socialdemócrata que tomó forma en las campañas de Sanders, y esto ha contribuido a concretar algunos de los logros más destacados de su administración: acciones regulatorias a favor del trabajo y los consumidores, condonación de deudas a los estudiantes y acción sobre el cambio climático. Otras demandas que surgieron en la izquierda pero resultaron ser un lastre electoral, como la «abolición» de la policía, en el marco del movimiento Black Lives Matter [Las vidas negras importan], se han desvanecido. La parte de la izquierda identificada con el «socialismo», que creció entre 2016 y 2020 con Bernie Sanders como su líder, está ahora en declive. Así, el número de miembros de Socialistas Democráticos de Estados Unidos (dsa, por sus siglas en inglés) alcanzó su punto máximo en 2021. Pero, por otro lado, el movimiento sindical sigue ganando fuerza.

Son los asuntos de política exterior los que están generando más problemas para la coalición de Biden. La respuesta del presidente a los ataques de Hamás contra civiles israelíes del 7 de octubre de 2023 fue declarar su apoyo total a Israel. Desde entonces, ha habido reportes confidenciales que señalan que eeuu ha instado a Israel a autolimitarse y el gobierno estadounidense ha impuesto sanciones por primera vez a algunos colonos israelíes. Pero el apoyo estadounidense a Israel es tan esencial e innegable que muchos en la izquierda consideran a Biden cómplice de un genocidio en curso en Gaza. Muchos árabes estadounidenses se sienten traicionados. Una campaña para instar a los votantes de Michigan, el estado «clave» con la mayor concentración de árabes estadounidenses, a votar nulo en lugar de hacerlo por Biden, obtuvo 100.000 votos. «No hay nada en este momento que este presidente pueda hacer para recuperar nuestro voto», dijo un activista. «La herida es profunda, el dolor es inmenso». (Algunos de estos electores podrían decidir votar por Biden en noviembre; otros simplemente no ir a votar o incluso votar por Trump). Aunque solo representan 0,7% de la población, estos votantes de Michigan podrían ser decisivos en un estado que Biden necesitará ganar (el presidente triunfó en este estado por un margen de solo 154.000 votos en 2020). Muchos votantes que se identifican con la izquierda, así como muchas iglesias negras, también critican la postura de Biden hacia Gaza.

El último desafío para el mantenimiento de la coalición de Biden es la inmigración. El sentimiento antiinmigración tiende a ser mayor entre los grupos de ingresos más bajos, lo que constituye una pieza de la apuesta (algo exagerada) de Trump por el realineamiento de clases entre los partidos. Los gobernadores conservadores de estados fronterizos han reclamado durante mucho tiempo al gobierno federal por considerar que ignora la crisis en la frontera. A menudo se acusa a Biden de tener una política de «frontera abierta», que ciertamente no existe. Pero es verdad que los cruces fronterizos no autorizados han aumentado significativamente durante el mandato de Biden hasta alcanzar nuevos récords. En 2022 y 2023, las detenciones en la frontera con México superaron por primera vez los dos millones de personas. (Durante la presidencia de Trump, solían ser de menos de medio millón). Si esto es o no una crisis es cuestión de perspectiva. La mayoría de los migrantes en años recientes huyen de la violencia en América Central o del colapso económico en Venezuela o Cuba. En su mayor parte buscan trabajo y una vida mejor para ellos y sus familias, y los inmigrantes han contribuido a la recuperación económica posterior a la pandemia6. Muchos de los cruces no son estrictamente «ilegales», ya que los migrantes tienen derecho legal a presentar solicitudes de asilo (más allá de que luego puedan ser rechazadas).

Lo cierto es que el sistema de inmigración de eeuu está descuidado y desbordado. Solo hay unos centenares de jueces de inmigración en todo el país, y los casos pendientes se extienden por años. También es cierto que la geografía del desafío ha cambiado. Los gobernadores conservadores enviaron deliberadamente autobuses llenos de migrantes a ciudades del norte que se han declarado «santuarios» para ellos. Muchos otros migrantes han ido a esos lugares voluntariamente, con la esperanza de una mayor aceptación. Pero sin autorizaciones de trabajo, muchos trabajan en la economía informal. Los altos precios de la vivienda en estos lugares han dado lugar a campamentos de personas que viven en las calles, lo que algunos consideran evidencia de desorden urbano. Cualquier actividad criminal de los migrantes (que ocurre, estadísticamente, en una tasa más baja que entre los estadounidenses nacidos en el país) es ampliamente publicitada por los medios de comunicación de derecha. Nueva York, Chicago y Denver han pedido más apoyo federal. Eric Adams, el alcalde demócrata (bastante excéntrico) de la ciudad de Nueva York, ha declarado que «este problema destruirá la ciudad».

Biden intentó negociar una legislación que haría más difícil presentar reclamos de asilo y aumentaría el personal en la frontera. Esto genera el rechazo de la izquierda, que es tradicionalmente favorable a los migrantes. Pero también Trump les dijo a los republicanos que votaran en contra del proyecto de ley para preservar así el tema para la campaña electoral, presentándose a sí mismo como la única solución al problema migratorio7. El estado de Texas ha intentado convertir los cruces fronterizos no autorizados en un delito en el nivel estadual (en lugar de un delito federal, que ya lo es), lo que crea un choque constitucional entre la supremacía federal y la decimocuarta enmienda. Trump se ha comprometido a poner fin a la «ciudadanía por nacimiento» para hijos de inmigrantes irregulares, lo que también viola la decimocuarta enmienda a la Constitución. En su «dictadura de un solo día», una de sus medidas prioritarias sería el cierre de la frontera.

Si miramos hacia las elecciones de noviembre, Biden y Trump parecen enfrentar grandes problemas para resultar elegidos. Pero a menos que haya cambios verdaderamente radicales, uno de ellos será el presidente en los siguientes cuatro años. En 2019, Trump tuiteó que su potencial destitución del cargo causaría «una fractura en esta Nación similar a la de la Guerra Civil y de la que nuestro país nunca sanará». eeuu está inundado de armas, con 120 por cada 100 personas, más del doble que en su competidor más cercano: Yemen. La industria armamentística apunta a la extrema derecha con anuncios, vendiendo rifles de asalto a personas temerosas de la opresión gubernamental. Aun así, una guerra civil real, que no sería solo un aumento de la violencia política esporádica, es extremadamente improbable. Pero como todos los conflictos sobre las enmiendas constitucionales posteriores a la Guerra Civil hacen evidente, el legado de aquel conflicto bélico y la «refundación» del país que tuvo lugar casi dos siglos atrás en el contexto de la abolición de la esclavitud podría estar realmente en juego en estas elecciones. Y con ello, la propia democracia que siguió a esa crisis nunca cerrada del todo y que continúa enfrentando entre sí las distintas «almas» de eeuu.

1. Bess Levin: «Trump Wanted to Trade Puerto Rico for Greenland, and Yes, He Was Completely Serious: Report» en Vanity Fair, 15/9/2022.

2. Marianne LeVine: «Trump Calls Political Enemies ‘Vermin,’ Echoing Dictators Hitler, Mussolini» en The Washington Post, 13/11/2023.

3. Acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate [celibato involuntario]. Los foros incel se caracterizan por la misoginia y los discursos de odio y a menudo sirven de vectores para discursos de ultraderecha.

4. Expresión utilizada por el ensayista francés Renaud Camus para denunciar el «reemplazo del pueblo y la civilización» franceses y europeos por no europeos, sobre todo árabes musulmanes. Se trataría de un reemplazo demográfico, pero también cultural. La fórmula viajó luego a EEUU y otros países, donde incluso fue apropiada por terroristas como Brenton Tarrant, quien en 2019 cometió una masacre en Nueva Zelanda.

5. Ben Goggin: «Nazis Mingle Openly at CPAC, Spreading Antisemitic Conspiracy Theories and Finding Allies» en NBC News, 24/2/2024.

6. Lydia DePillis: «The US Economy Is Surpassing Expectations: Immigration Is One Reason» en The New York Times, 29/2/2024.

7. Shane Goldmacher: «How the Biden-Trump Border Visits Revealed a Deeper Divide» en The New York Times, 29/2/2024.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 310, Marzo – Abril 2024, ISSN: 0251-

Fuente nuso.org

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