Camilo Rodríguez Chaverri
La construyeron todos los enanos y todos los duendes.
Le pusieron en su punto más alto, algo parecido a su gorro.
Lo pintaron de rojo para que no quedaran dudas.
La poblaron con ángeles y con querubines, con hadas y con gnomos.
Cuando Jesús y María vinieron a bendecir el templo, adentro había un gran jolgorio.
Aquello parecía una fiesta de la alegría.
Esa alegría quedó impregnada en el templo.
Por eso, el templo ruge por las noches.
Esa es la razón por la cual al pueblo de San Isidro, en Miramar de Montes de Oro, primero lo llamaban El Tigre.
El verdadero tigre es el templo.