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Carlos Revilla Maroto
En los últimos tiempos, se ha desatado una moda de reinterpretar la historia del país, especialmente de la época de los años 40s, y de algunos de sus personajes. Esto ha dado lugar a “nuevas versiones” de lo que ocurrió, pero que al final de cuentas solo son eso, y aunque algunos trabajos son con premisas bien fundamentadas, terminan con conclusiones algunas veces sesgadas. En otros palabras como dice el viejo refrán “todo es del color del cristal con que se mira”.Por supuesto, don León Cortés, presidente de 1936 a 1940 y gran figura política en la mayor parte de esa década, no se ha escapado a esa moda.
Ya en alguna oportunidad había escrito un poco sobre el tema en mi columna “Don Pepe, el cortesismo y el PLN”. Pero recientemente arreció una campaña acusando al expresidente Cortés de ser fascista y antisemita.
Esto ha llegado tan lejos, que hasta existe una petición para quitar de La Sabana su monumento, que hasta el momento pareciera que solo tiene unas 300 «firmas» después de cerca de un mes de estar activa, lo que pareciera indicar que no ha sido muy exitosa que digamos. Pero en fin, el simple hecho que exista, es indicativo que algo pasa.
Lo que si es cierto, es que la figura de Cortés fue muy polémica, y estuvo, como se dice ahora «en el ojo del huracán» político durante mucho tiempo, y siendo un caudillo, pues tenía sus seguidores, así como sus detractores acérrimos.
Me parece que la campaña actual que lo califica de fascista y por extensión nazista, es por decir algo, muy exagerada. Si, es cierto que sentía admiración por la Alemania de ese entonces, casi todos lo hacían. La mayor parte de su gobierno fue antes que empezara la segunda guerra mundial. Recordemos que el conflicto se desata cuando Alemania invade Polonia el 1ero de setiembre de 1939, lo que hace que Inglaterra declare la guerra. Eso fue solo ocho meses antes que Cortés terminara su mandato presidencial.
También es cierto que antes de 1945 nadie sabía con certeza la política de exterminio racial de los nazis. Sí hubo mucha persecución, debido a eso muchos inmigrante, especialmente judíos vinieron a Costa Rica, y en algunos casos hubo algunas trabas para su ingreso al país, pero también hay testimonios que el propio Cortés intervino para que pudieran ingresar al país judíos de Polonia, como el que nos cuenta de su familia Saúl Weisleder.
En cuanto a otras acusaciones, pues no creo que tengan mucho mérito, la mayoría tienen que ver con su carácter autoritario y perfeccionista. En la actualidad tal vez las palabras que mejor lo definen sean las de viejo cascarrabias, pero eso no es nada especial, muchos otros expresidentes podrían sin problema caer en esa categoría también.
Otro argumento es que no se justifica su monumento en el mejor lugar, al inicio de la arteria más importante de San José. Esto fue hecho a propósito por los que ganaron en la Revolución, como bien explica Alejandro Bonilla Castro en su artículo “El gesto que se perpetúa en el bronce. León Cortés, caudillismo e imaginería de la Guerra Civil. 1936-1952”
También hay un muy buen artículo de Jorge Urbina “León Cortés, la leyenda del nazi” que pone un poco las cosas en su lugar.
Les copio un pequeño comentario sobre este tema que me envió el periodista Enrique Tovar, que me parece vale la pena reproducir.
“A don Pepe Figueres le escuché muchas veces expresar bellezas de don León Cortés. En las décadas del 50 y del 60 todavía se escuchaba, en las concentraciones públicas del PLN, el viva don León Cortés. En muchas casas de liberacionistas se tenía del retrato, como queridísima persona, de don León Cortés.
Por otro lado, don Ricardo Jiménez Oreamuno le tenía en gran estima y confianza. Lo hizo su ministro de Fomento y le brindó todo su apoyo. Luego lo empujó para que fuera candidato presidencial, y lo respaldó en el proceso electoral contra Octavio Beeche.
Algo pasó entre ambos pues se enemistaron enconadamente a inicios del gobierno de León Cortés. En una revisión de periódicos de la época, se puede ver que don Ricardo se convirtió en un feroz crítico de don León. E incluso, en las críticas económicas al gobierno, terciaba don Tomás Soley, quien había sido hombre de confianza de don Ricardo. El señor Soley apoyaba a don León, que en 1937 tuvo superávit en las arcas del Gobierno.
Mi impresión personal, con base en las publicaciones de los diarios de la época, es que don Ricardo se dedicó a mortificar la administración Cortés.
Como conclusión… es curioso que un gran presidente como don Ricardo Jiménez y una figura tan brillante en nuestra historia, como la de don Pepe Figueres, hablaran bien de don León Cortés.
Ese mandatario tan trabajador y realizador, era un radical anticomunista, y por eso don Manuel Mora llegó a decir de él: «Cortés con los ricos, león con los pobres».
Y, finalmente, la estatua nació dentro del espíritu de victoria y revanchismo de quienes ganaron en el 48. Muchos ciudadanos -que luego fueron liberacionistas- apoyaron la iniciativa del monumento de don León, figura polémica de nuestra historia, quien gobernó con mano dura, indudablemente, y quien fue odiado por el calderocomunismo.”
Como ven, no todo es blanco y negro. Lo curioso es que se repite el mismo patrón de antes, en este caso los que ahora conocemos como los «chancletudos» (zurdos), son los que impulsan la campaña para retirar el monumento a León Cortés de La Sabana, de la que se hacen eco algunos sectores de la colonia judía, que me parece, en esta oportunidad, actúan como tontos útiles.
Lo de simbólico Guayacán, no es de mi cosecha, viene de una de las estrofas del Corrido de Pepe Figueres que dice así:
Bajo la sombra siempre querida
De aquel simbólico Guayacán,
De triunfo en triunfo fueron las armas
Hasta alcanzarnos la libertad.
Ese Guayacán que menciona el corrido no es otro más que León Cortés.
A continuación una versión del corrido, cantado por su propia autora Carmen Granados:
En el espiritudel48.org pueden ver una galería de fotos de don León Cortés.
En el análisis de la construcción de la mentira sobre León Cortés no se le da la importancia debida, más aún se ignora, el papel de la coyuntura bélica en la construcción de la leyenda negra contra el expresidente, licenciado Cortés Castro.
Sucede que la ruptura entre don León y Calderón Guardia, hasta 1941 aliados políticos incondicionales, eclosiona en el contexto de la segunda guerra mundial y de su manifestación local, la alianza de un gobierno que se arrogaba la representación del occidente cristiano con un partido comunista que hacía lo mismo con la representación de la Unión Soviética. Esa alianza recibía entonces la bendición de la embajada estadounidense, cuyo agregado político llegó a desfilar en compañía del Secretario General comunista, Manuel Mora, y el Presidente Calderon.
Muy fácil resultaba entonces a la coalición local, dizque representante de los aliados, estigmatizar a sus opositores, presentándolos como representantes locales de las Potencias del Eje. Tal es la verdadera levadura de la leyenda negra que pretende denigrar la figura histórica de un adversario que, despojado fraudulentamente de la presidencia en 1944, contribuyó desde su tumba a la derrota definitiva de Calderón Guardia.
En todo caso, no sería el traslado del monumento a Cortés Castro el que le reste su sitio en la Historia patria.
Adversarios de baja ralea espiritual, de ignorancia supina y visión maniquea, estos que quieren defenestrar a don León, setenta años después de su muerte.