El sarampión resurge con fuerza: ¿qué podemos hacer?


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Raúl Rivas González, Universidad de Salamanca

Las autoridades sanitarias portuguesas han confirmado un nuevo caso de sarampión en Portugal, un joven de 16 años que no estaba vacunado. Desde el 11 de enero ya han sido resgistrados al menos nueve casos en este país.

Tendemos a pensar que el sarampión es una infección inofensiva y prácticamente erradicada, pero no es así: se trata de una patología grave originada por un virus altamente contagioso, de fácil propagación, que se puede contraer a cualquier edad y que puede acarrear complicaciones severas e, incluso, la muerte.

Serias complicaciones

El desarrollo de sarampión grave está asociado a los siguientes factores: la corta edad del paciente, la desnutrición, la deficiencia de vitamina A, sufrir otras infecciones y los deficientes niveles de higiene. En esos casos, las complicaciones más comunes son otitis media, neumonía, diarrea, encefalitis posinfecciosa y panencefalitis esclerosante subaguda.

La letalidad, de 1 a 3 por 1 000 casos, es más alta en niños menores de cinco años y entre personas inmunocomprometidas. Seis de cada diez muertes asociadas al sarampión están causadas por neumonía.

El diseño de la vacuna contra el sarampión a finales de la década de 1960 y su uso generalizado redujeron significativamente la morbilidad y la mortalidad. En 1980, antes de que se generalizara la inmunización, esta dolencia se cobraba unos 2,6 millones de víctimas mortales por año. De hecho, se estima que las vacunas evitaron 25,5 millones de fallecimientos entre 2000 y 2019, lo que la convierte en una de las mejores inversiones en salud pública de la historia.

Explosión de casos

Por desgracia, la cobertura de vacunación ha descendido en los últimos años, lo que explicaría el incremento de su incidencia. En 2022, los casos confirmados de sarampión aumentaron un 18 %, y las muertes, un 43 %, en comparación con 2021. Esto elevó el número estimado de afectados a 9 millones y los fallecidos, a 136.000, principalmente entre niños menores de cinco años.

Y vamos a peor. En comparación con el período 2020-2022, en 2023 hubo un incremento en el número de enfermos y brotes de sarampión notificados a nivel mundial. La mayoría de los casos se registraron en Yemen, India, Etiopía, Azerbaiyán, Kazajistán, Rusia, Irak y Pakistán, pero la delegación americana de la Organización Mundial de la Salud también activó la alerta epidemiológica.

El sarampión golpea a Europa

Europa no es ajena a esta tendencia. En 2023, el continente ha experimentado un aumento espectacular de la incidencia, con más de 30 000 casos notificados en 40 de sus 53 países –incluidas 21 000 hospitalizaciones–, cuando en todo 2022 apenas se registraron 941 casos. Esto representa un aumento de más de 30 veces.

Además, en 2023, los países pertenecientes a la UE, más Reino Unido, Liechtenstein, Islandia y Noruega, registraron 2 361 casos de sarampión al Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC). De ellos, 1 755 (74,3 %) fueron notificados por Rumanía, 186 por Austria, 118 por Francia, 82 por Alemania y 69 por Bélgica. Otros países cómo Italia, Polonia, España y Suecia también registraron numerosos casos.

El brote en Rumanía continúa activo desde mediados de febrero de 2023. Ante esta situación, el 5 de diciembre de 2023, el Ministerio de Salud declaró una epidemia nacional de sarampión. Entre el 1 de enero de 2023 y el 6 de febrero de 2024, el Instituto Rumano de Salud Pública ha detectado 4 679 casos confirmados. Es una barbaridad.

El resto de Europa apunta a la misma dirección. A principios de 2024, la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido declaró un incidente nacional e instó a los padres a vacunar a sus hijos, si aún no lo habían hecho, porque en tres meses se habían registrado más de 300 casos en el país.

Durante enero y febrero de 2024, se ha observado un número cada vez mayor de países de la UE, más Reino Unido, Liechtenstein, Islandia y Noruega, que notificaron casos, con seis muertes en Rumanía y una en Irlanda.

Secuelas del coronavirus

La pandemia de covid-19 provocó descensos, a nivel global, en el número de vacunas administradas contra el sarampión. La interrupción de los servicios de inmunización, incluso por períodos breves, da lugar a personas más susceptibles y a más comunidades con una cobertura de protección inferior al 95 %, que es la necesaria para la inmunidad colectiva en el caso del sarampión. El resultado directo es la aparición de más brotes en todo el mundo.

Se calcula que una simple disminución del 15 % en las vacunas rutinarias contra el sarampión podría aumentar la carga de muertes infantiles en casi un cuarto de millón en los países más pobres. Suspender las campañas de vacunación masivas es particularmente pernicioso en países castigados por conflictos bélicos. Entre otras cosas, porque la desnutrición entre los niños y las madres en estas regiones es muy común, y aumenta la mortalidad de aquellos que también están afectados por la enfermedad.

Por ejemplo, la OMS ha confirmado que Ucrania se ha vuelto más vulnerable a enfermedades infecciosas, como el propio sarampión o la polio, desde que comenzó la guerra en febrero de 2022. Endémico en Ucrania, el sarampión se considera una amenaza particular e inminente dada la baja tasa de cobertura de vacunación, que fue del 69 % en 2022. En los primeros ocho meses de 2023 se registraron 43 casos, mientras que en todo 2022 solo se notificaron 11.

Vacunas muy eficaces

El virus del sarampión pertenece a la familia Paramyxoviridae y al género Morbillivirus. El reservorio del virus es estrictamente humano y se transmite entre las personas por gotitas respiratorias y por vía aérea. La OMS reconoce 24 genotipos del virus del sarampión (A, B1, B2, B3, C1, C2, D1, D2, D3, D4, D5, D6, D7, D8, D9, D10, D11, E, F, G1, G2, G3, H1 y H2), divididos en ocho clados (A–H).

A pesar de su heterogeneidad genética, este patógeno es considerado serológicamente monotípico y la mayoría de las cepas vacunales disponibles derivan de la cepa Edmonston, una cepa de genotipo A aislada en 1954.

Desde 2011, circulan a nivel mundial ocho genotipos (B2, B3, D4, D8, D9, D11, G3 y H1), aunque tres son responsables de la mayoría de los brotes: el H1, endémico en China; el B3, que se presenta principalmente en países africanos, donde surgió; y el D8, originado en Asia en la década de 1980, pero que ahora está extendido por todo el mundo.

El genotipo D8 es responsable habitual de los brotes ocurridos en los últimos años en Europa, Asia y América del Norte. Por ejemplo, fue identificado durante un brote de sarampión ocurrido en 2019 en la provincia española de Guadalajara.

El alarmante resurgimiento de casos de sarampión en 2023 y 2024 recuerda la importancia de identificar y abordar las desigualdades en materia de inmunización en todos los países, para lograr y mantener una alta cobertura en todas las comunidades.

Por suerte, la enfermedad se puede prevenir con la vacuna MMR, que protege contra el sarampión, las paperas y la rubéola. Los niños deben recibir dos dosis para garantizar que sean inmunes. En general, en los países donde el sarampión es común, la primera dosis se administra a los nueve meses de edad y entre los 12 y 15 meses en otros lugares. Dos dosis de la vacuna MMR tienen aproximadamente un 97 % de eficacia para prevenir el sarampión, aunque una sola administración ya alcanza el 93% de efectividad.

No olvidemos que la vacuna contra el sarampión es una herramienta extraordinaria, segura y eficaz que nos permite controlar la enfermedad de forma responsable, enérgica y eficiente.The Conversation

Raúl Rivas González, Catedrático de Microbiología. Miembro de la Sociedad Española de Microbiología., Universidad de Salamanca

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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