El régimen de excepción en El Salvador

Carlos Cañas Dinarte

Carta

Durante casi tres años, la «oposición» ha sido irrelevante, esquinera, tres por ciento con tendencia a ser menos, motivo de burlas por sus «escasas asistencias» (con claro sesgo de no ver las decenas de retenes policiales y militares en las carreteras de acceso a San Salvador), etc.

Pero, un sábado, la «oposición» adquirió otra versión en el discurso partidario y oficialista. Sin prueba alguna más que las peroratas de los dipucianes y dipucianas, la «oposición del 3 %» dejó de ser esquinera e irrelevante y pasó a ser asesina de sus propios compatriotas.

Pasó a tener los recursos y la logística para desarrollar un plan sistemático de matanzas en todo el territorio nacional y hasta recibió recursos ilimitados desde el extranjero, por parte de «potencias que no quieren que el país avance». ¿O no me digan que ya se les había olvidado la pretensión expresa de la Ley de Agentes Extranjeros?

De manera curiosa, la única gráfica revelada desde el interior de las fuerzas policiales atribuyen los muertos a 60 mareros y tan sólo a un civil no identificado con ninguna pandilla. ¿Revivió la Sombra Negra? ¿Quiénes controlan las inteligencias policial y militar para saber dónde ubicar a esos «pandilleros» para exterminarlos y exhibir sus cadáveres en las vías públicas?

Por otro lado, la bancada legislativa oficialista reacciona y aprueba el régimen de excepción solicitado desde el Ejecutivo y posibilitado por el artículo 29 de la Constitución. ¿Otorga eso más facultades que las que ya poseen la policía y los militares para el combate frontal de la criminalidad? No, pero sí limita libertades ciudadanas de libertad de expresión, de reunión y asociación, tránsito, posibilita la intervención de las comunicaciones (¡Hola, Pegasus!) y frena las expresiones públicas de protesta y disidencia.

Si muchas personas no reflexionan al respecto, le seguirán el juego al oficialismo y hasta dirán que muchos «disfrutamos, nos alegramos y celebramos» el alza de homicidios. Nada más falso que eso. Nadie en su sano juicio puede alegrarse por un asesinato, sea de un civil, un policía, un militar o un pandillero o un familiar suyo. Pero lo que sí es obvio es que este fin de semana rebosante de sangre ha puesto en evidencia lo que ya se sabía de antemano: el cacareado PCT es una absoluta farsa y algo se quebró entre las pandillas y el régimen para que esta situación se saliera de control. ¿Tronó el pacto-no-existente? ¿Tiene esto algo que ver, de manera perversa, con la inminente intervención de las pensiones, de la autonomía universitaria y de la nula eficiencia para manejar el impacto nacional de la crisis económica mundial?

Por encima de la masiva propaganda oficialista dentro y fuera del país, lo cierto es que el mundo no se ha tragado la creación de un paraíso cimentado en el bitcóin y en una «reducción inexplicable» de la violencia. Afuera nadie está dispuesto a prestarle dinero a un país a punto de la suspensión de pagos y los bitcoiners son cryptolangostas, pero no caerán a buscar recursos en un país que no los tiene más que en renders y en videos del multiverso. Eso no les asegura el retorno futuro de sus inversiones.

Mientras tanto, cada día son cientos de compatriotas los que abandonan el paraíso cián y se marchan hacia destinos inciertos. Algunos ya han logrado protección, refugio y asilo en otras naciones. Otros están en esos procesos, pero nada es seguro. Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia ven ahora el drama humano en Ucrania y El Salvador es apenas una mota de polvo en la globalidad humanitaria. Hay que decirlo claro y entenderlo más claro todavía.

Desde hace varias semanas, algunas personas decidieron hablar y entregar información vital a los medios, con la revelación interna de muchos desmanes contra el erario nacional, abusos de poder y otros desmanes. Eso ahora corre peligro, debido a la intervención de las comunicaciones. Nada ha sido hecho con desinterés desde el régimen. No quieren que se filtre más información hacia la prensa y no están dispuestos a abrirse hacia el escrutinio público y la transparencia.

Si esto continúa, en diciembre o enero, a más tardar, El Salvador vivirá un escenario inédito, apocalíptico, fruto del mesianismo más absurdo y de las acciones de pirañas y aves rapaces, ignorantes de las leyes y de sus limitaciones que les establecen. Ojalá en unos años podamos ver a esos responsables tras las rejas.

Intelectual salvadoreño, en FB.

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