El mundo tras la pandemia

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Existe una idea bastante extendida acerca de que la pandemia del coronavirus va a dejar tras de sí un mundo completamente distinto y, afortunadamente, bastante mejor. Ojalá fuera así, pero creo sinceramente que estamos ante un pensamiento mágico. El mundo moderno ha pasado antes por pandemias calamitosas sin que las tendencias económicas, sociales y políticas se hayan modificado considerablemente. La mal llamada “gripe española”, que se llevó por delante a más de 50 millones de personas en todo el mundo, entre 1918 y 1921, modificó algunas cosas, especialmente en el campo de la salud, pero no cambió la matriz de las tendencias mundiales que, desde lo económico hasta lo político, surgieron de la primera guerra mundial. De hecho, el mundo siguió avanzando según esas tendencias hasta desembocar en una nueva guerra mundial.

Por otra parte, hay visiones interesadas acerca de lo que pasará tras la crisis del coronavirus. Los periódicos destacan que algunos sectores hablan de la necesidad de impulsar un poderoso sector estatal que incluya importantes ramas de producción. Desde luego, todo indica que será necesario un apreciable fortalecimiento del sistema sanitario, pero sacar la conclusión de que habría que configurar un voluminoso Estado con la recuperación, es no haber entendido lo que realmente ha dejado al descubierto la crisis: a) que un grave endeudamiento previo del Estado debilita financieramente la respuesta, y b) que el aparato productivo se basa en el ámbito privado, principalmente en las PYMES, que será el que habrá que reflotar para sacar a la gente del desempleo. Incrementar considerablemente el peso del aparato público operará directamente en contra de la respuesta en ambos campos.

Desde luego, en medio de la emergencia salen a luz sentimientos solidarios y comunitarios. Los aplausos al personal sanitario desde los balcones en todas las ciudades españolas son sólo una expresión de este tipo de sentimientos. Pero la psicología social nos indica que esas pulsiones solidarias surgidas en los tiempos de crisis no mantienen su intensidad en el tiempo. La memoria humana es tendencialmente flaca y la experiencia muestra que conviene establecer efemérides y símbolos institucionales para refrescarla. En suma, la reconstrucción social tras la pandemia mostrará cambios, especialmente en el campo de la salud, donde dejará de ser sorprendente el aparecimiento de pandemias globales. También es cierto que se habrá incrementado poderosamente el trabajo on line y habrá crecido la importancia de la robótica, pero no por ello hay que exagerar el cambio del mundo socioeconómico tras la pandemia. De igual forma, como sucede con los terremotos, la conciencia moral colectiva no se transformará radicalmente con la llegada de la nueva normalidad. Desde luego, la profundidad de los cambios también va a depender de cuánto tiempo dure la pandemia y sus efectos socioeconómicos.

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