El histórico Tribunal de Núremberg se convierte en museo

Por Michael Donhauser (dpa)

El histórico Tribunal de Núremberg se convierte en museo
La Sala 600 del histórico Palacio de Justicia de Núremberg representa un siglo de historia de la justicia alemana. Foto: Daniel Karmann/dpa

Es seguramente el tribunal más famoso del mundo: Con una superficie de 246 metros cuadrados tiene el tamaño de dos casas unifamiliares y con 6,7 metros de altura es tan alto como un gimnasio.

La Sala 600 del histórico Palacio de Justicia de Núremberg representa un siglo de historia de la justicia alemana. El 20 de febrero se celebró allí el último juicio tras más de cien años de funcionamiento.

Desde entonces, la Sala 600 es un museo, como parte del Monumento de Núremberg que recuerda los juicios de 1945 por crímenes de la Segunda Guerra Mundial.

El comandante de la Fuerza Aérea Hermann Göring, el secretario del dictador Adolf Hitler Rudolf Hess y el presidente del Reich Karl Dönitz estuvieron entre los 24 jerarcas nazis que se sentaron el 20 de noviembre de 1945 en un banquillo de acusados construido por un ingeniero estadounidense, que al parecer era especialmente incómodo.

Fueron traídos desde una cárcel que estaba unida al edificio judicial a través de un largo pasillo. Doce jerarcas nazis fueron condenados por el Tribunal Militar Internacional especialmente creado para la ocasión, integrado por jueces y fiscales de las cuatro potencias victoriosas, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética.

Probablemente ningún otro tribunal tiene una historia tan cambiante. En cuatro sistemas sociales se dictó justicia -y también injusticia- en este salón revestido de roble.

Inaugurado en 1916 por el rey bávaro Luis III, el salón fue utilizado en la República de Weimar como sala de audiencia de jurados. En un juicio por difamación que llamó la atención de aquella época, en 1925 declaró como testigo Adolf Hitler. El demandante fue el entonces alcalde de Núremberg Hermann Luppe, que denunció al editor del libelo difamatorio «Der Stürmer», Julius Streicher.

Luego se apropiaron del salón los nacionalsocialistas e instalaron allí uno de sus más de 70 «tribunales especiales» contra ciudadanos políticamente incómodos. El Tribunal Especial de Núremberg, que solía sesionar en la Sala 600, era considerado especialmente brutal. Allí se dictaron más de 80 sentencias a muerte, entre otros por el severo juez Oswald Rothaug.

Según escribió el periodista Wolf Stegemann, Rothaug condenó a muerte a un trabajador forzado polaco sólo por su supuesta pertenencia a la «subhumanidad». También fue famosa la sentencia a muerte de Rothaug contra el judío Leo Katzenberger por una «relación impropia». Al acusado se le atribuía una relación con una mujer no judía.

En 1947, el mismo Rothaug se sentó en el banquillo de los acusados en la Sala 600 y fue condenado a cadena perpetua por crímenes cometidos en el marco del nazismo. El proceso entre otros contra Rothaug se hizo famoso sobre todo por la película estadounidense «Judgement at Nuremberg».

«¿Dónde se sentaba Spencer Tracy?», pregunta una visitante mayor, que junto con su marido recorre el salón. El actor estadounidense interpretó al magistrado Dan Haywood en esa película, una de las incontables cuya acción transcurre en la Sala 600.

El histórico Tribunal de Núremberg se convierte en museo
Los juicios por crímenes de guerra y numerosas películas hicieron famoso al tribunal de Núremberg en todo el mundo. Foto: Daniel Karmann/dpa

El tribunal de crímenes de guerra de Núremberg es considerado precursor de la jurisdicción internacional. «En 1946, por primera vez fueron juzgados los responsables de crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad por un tribunal internacional», escribe Amnistía Internacional.

Tras los crímenes de guerra, se sentaron en el banquillo bajo jurisdicción bávara y el derecho de la República Federal de Alemania criminales «normales»: asesinos, homicidas, violadores.

El salón hoy se asemeja poco al que fue conocido en todo el mundo en 1945 tras el triunfo de los aliados. Los estadounidenses retiraron la pared trasera e instalaron una tribuna para espectadores. Los candelabros fueron reemplazados por luces de neón.

A pesar de la reforma realizada en los 60 y las constantes modernizaciones, la Sala 600 nunca se convirtió en un tribunal moderno, no sólo por el crucifijo gigante sobre el banquillo del juez.

Por eso, la presidenta de la cámara del jurado del tribunal regional de Núremberg-Fürth, Barbara Richter-Zeininger, abandona el salón con sentimientos encontrados.

Según la magistrada, todo el complejo, incluido la sala de deliberaciones para los jueces, era singular. Pero también había grandes desventajas. «Algunos testigos en un primer momento quedaban muy impresionados», dice la jueza. Sobre algunos acusados el efecto era inquietante. «Para ellos era muy estresante», afirma.

Por la forma de la construcción, los defensores no podían estar sentados junto a los acusados, una circunstancia que según la ley alemana sólo es posible con un permiso especial.

El último que fue sentenciado por Richter-Zeininger en la Sala 600 fue un hombre que intentó estrangular a su mujer. En perspectiva histórica, el último crimen juzgado allí es menor así como la sentencia de dos años y nueve meses por lesiones corporales y amenazas teniendo en cuenta las numerosas penas de muerte dictadas allí en el pasado.

dpa

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