El Cato Institute, el anarquismo de las multinacionales

El think tank de los libertarios

Por Red Voltaire

Cato Institute

Producto híbrido de la revolución hippie del 68 y de las teorías reaccionarias de Friedrich von Hayek, el Cato Institute pasó de la promoción de la libertad sexual y la liberalización de la marihuana a la defensa de los intereses de las multinacionales contra los ecologistas. Se concentró sobre todo en la destrucción del Estado protector y, singularmente, en la privatización total de las pensiones. Uno de sus responsables, el ex-ministro fascista chileno José Piñera, inspiró la reforma que George W. Bush aplicó como objetivo prioritario en su segundo mandato, y apoyó la reducción de impuestos para los más ricos de Donald Trump, entre otras reformas.

En 1977 varios miembros californianos del Partido Libertariano (Libertarian Party) [1] crearon un think tank [Centro de investigación, de propaganda y divulgación de ideas, generalmente de carácter político. Nota del Traductor] para promover sus propias ideas: libertad sexual, pacifismo y desmantelamiento del Estado benefactor.

En recuerdo de los célebres panfletos del siglo XVIII contra el colonialismo y la hipertrofia gubernamental conocidos como Cato’s Letters, lo nombraron Cato Institute. Veintiocho años después esta asociación de anarquistas de derecha se ha convertido en una floreciente fundación con sede en Washington, ampliamente subvencionada por varias multinacionales, y se jacta de haber inspirado la reforma de las pensiones (jubilación) que el presidente George W. Bush va a poner en funcionamiento con gran prioridad durante su segundo mandato presidencial.

Fue al dejar la presidencia del Partido Libertariano que Edward H. Crane creó el Cato Institute. Gozó desde el principio del apoyo económico de los hermanos Koch -Charles G. y David H.- herederos del gigante petroquímico Koch Industries. David H. Koch fue candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos por el Partido Libertariano en 1980.

Más allá del simpático discurso sobre la libertad sexual, los derechos de los gays (homosexuales), la liberalización de la marihuana y otras revelaciones del new age, el Cato Institute se perfila rápidamente como un promotor del egoísmo social. Sobre todo, retoma y difunde las teorías de Charles Murray sobre la desigualdad entre las razas [2].

En 1985, la asociación contrató como director a uno de los ex-consejeros económicos de Ronald Reagan y fundador del National Tax Limitation Committee (Comité por la Limitación de los Impuestos). Se concentra entonces en la destrucción del Estado y sus estructuras protectoras heredado del New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt promoviendo la supresión del impuesto sobre la renta y la privatización de las pensiones (Social Security) así como de la seguridad social privada de las multinacionales (Medicare) y, seguidamente, de la enseñanza.

Con ese objetivo recluta al economista chileno José Piñera, ex-ministro del Trabajo en el gobierno golpista y fascista del general Augusto Pinochet. Influenciado por los «Chicago Boys» y por el guía de estos últimos, el economista Milton Friedman, Piñera había privatizado bruscamente las pensiones liberando así al Estado chileno de su responsabilidad la más costosa. De esa manera, disminuyó considerablemente los impuestos pero dejó sin retiro (jubilación) a más de la mitad de la población.

Según el diario New York Times, que cita un informe de Lyndon LaRouche, el Proyecto sobre la Elección de los Retiros o Jubilación (Project on Social Security Choice) de José Piñera dio lugar al plan de privatización que presentó George W. Bush en su discurso de 2005 sobre el Estado de la Unión [3].

Poniendo en un altar a Friedrich von Hayek [4], profeta de los libertarianos, y a su discípulo Milton Friedman, el Instituto Cato organizó conferencias en presencia de ambos o sobre la obra económica de estos. El presidente Edward H. Crane y varios responsables del Instituto (Paul Craigs Roberts, James M. Buchanan, etc,) son además miembros de la Sociedad Mont Pelerin, el templo de los libertarianos.

Sin embargo, la respetabilidad de este think tank se ha visto opacada por su racismo biológico y su egoísmo social así como por su nivel de corrupción.

Efectivamente, al recibir sumas millonarias de las multinacionales que lo financian, el Cato Institute dejó de defender ideas para defender intereses. Publicó, por ejemplo, investigaciones sobre la inocuidad del tabaco después de recibir importantes donaciones del fabricante de cigarrillos Philip Morris y criticó el alarmismo de los ecologistas ante el efecto de invernadero después de obtener contribuciones de sus mecenas de Exxon-Mobil.

El aporte del Cato Institute a la administración Bush no se limitó a la reforma de los retiros (jubilación) sino que incluyó también un paradójico discurso ecologista que confiere a las multinacionales la libertad de contaminar. George W. Bush llegó incluso a poner el Departamento del Medio Ambiente en manos de Gale Norton, ex-redactora de los discursos electorales del dúo Clarke-Koch [5]. En la actualidad da un apoyo irrestricto a la administración Trump, siendo uno de los abanderados para su reelección.

Ella se opuso a la ratificación del protocolo de Kyoto para la limitación del efecto de invernadero y luchó por la explotación petrolera de los territorios de Alaska, a pesar de los riesgos que implica esta para el medio ambiente.

El Cato Institute logró imponerse espectacularmente en los medios de difusión a partir de 1998, no porque esa fecha corresponda a un cambio político importante sino simplemente porque el multimillonario Rupert Murdoch, el otroara propietario de Fox News y de numerosos periódicos, se enroló en él entrando a su consejo de administración, al cual pertenece también su socio John Malone, distinguido patrón del operador de cable Liberty Media (que controla Discovery y Noos).

En materia de política internacional, el Cato Institute predica el retiro estadounidense de todas las alianzas militares y organizaciones intergubernamentales y se opone a la OTAN -y por consiguiente a las guerras de Kosovo, Afganistán e Irak- al igual que a las instituciones financieras, como el Banco Mundial y el FMI.

Saliendo del simple sector de la denuncia de la hipertrofia del Estado, el Cato Institute desarrolló una fobia contra un posible acercamiento entre Rusia, China y la India que, según él, perjudicaría los intereses estadounidenses. En ese sentido, en su momento denunció ampliamente la diplomacia que condujo Evgueny Primakov y la formación de la Organización de Cooperación de Shangai. Simultáneamente, el Instituto organizó coloquios en Rusia y China para predicar el evangelio del libre mercado.

En definitiva, el Cato Institute se convirtió en una poderosa institución, con sede en la capital federal norteamericana. Lo que era un grupo opuesto a los excesos del Estado, se transformó en una organización de defensa de intereses privados y de negación de toda responsabilidad social.

Es por ello que su presidente y fundador, Edward H. Crane, se concentró en la expulsión de los hippies californianos de los años 68 y en la adquisición de una costosa sede en Washington.

El escritor Mario Vargas Llosa y el Cato Institute

El escritor peruano Mario Vargas Llosa, nacionalizado español, gran defensor de las tesis neoliberales, es un asiduo colaborador del Cato Institute. Vargas Llosa también ha recibido el sobrenombre de «Gurú del neoliberalismo» por la vehemencia con la que defiende esta ideología.

El diario El País (Grupo comercial Prisa), el principal cotidiano de España brinda constantemente a Vargas Llosa un gran espacio dentro de sus páginas para que dicho autor pueda desplegar a menuno sus diferentes artículos de opinión a favor de las tesis de neoliberalismo económico. Al mismo tiempo que escribe ahí, Vargas Llosa ha invertido su dinero en dicho diario.

El pasado del escritor Vargas Llosa no deja de sorprender a más de uno. Cuando empezó su carrera como jóven escritor e intelectual, su posición [política] era muy diferente.

En esa época, Mario Vargas Llosa muchacho universitario, llega a Madrid para realizar estudios gracias a una beca. Testigos y conocidos de esa época «madrileña» afirman que él se identificaba con el estalinismo soviético. Más tarde adhiere a las tesis revolucionarias de América Latina convirdiéndose en un activista de izquierda, gran admirador de Fidel Castro, Che Guevara y de la Revolución cubana.

Luego pasa a vivir a París y una vez instalado en la capital francesa se esmera y desvive para poder alojar y recibir a la madre del Che Guevara, en su modesto y pequeño apartamento parisino, queriendo así demostrar que hace parte de los círculos intelectuales de la izquierda progresista latinoamericana.

Otro ídolo, modelo y amigo de Vargas Llosa fue el gran escritor Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura. Vargas Llosa incluso lo toma como tema de investigación universataria (doctorado) al final de sus estudios. Muchos años más tarde, cuando el maestro colombiano visita en Lima al ya señor Vargas Llosa, éste último lo agrede a puñetazos al quién ya era famoso y reconocido mundialmente como el autor de «Cien Años de Soledad». La razón -según filtró el violento- era que el escritor colombiano estaba enamorando a su esposa.

Actualmente Vargas Llosa es un conocido y respetado hombre de derechas [neoliberales], muy apoyado y auspiciado por las mismas. Ha bendecido intelectualmente las políticas económicas sus nuevos ídolos, es decir del ex-presidentes estadounidenses Ronald Reagan, George Bush padre e hijo, las ideologías de los conservadores extremistas norteamericanos, conocidos como «los halcones» e incluso la política económica neoliberal del dictador chileno Augusto Pinochet quien es aconsejado por los «Chicagos Boys» y otros «golden boys».

El viraje político e ideológico del escritor peruano-español ha sido tan brusco y radical que sorprende. Sólo los psicólogos o psiquiatras podrían darnos una explicación coherente de los demonios, luchas y energías internas que agitan tales espíritus y tales cambios extremos.

Cuando Vargas Llosa ha sido interrogado sobre su pasado de jóven «revolucionario» siempre ha respondido diciendo que se trataba de un error de juventud…

Por supuesto que cada persona tiene el derecho de cambiar de opinión o ideas políticas, de visión, o de lo que sea en el transcurso de su vida… ¿pero cada ciudadano debería preguntarse y con toda legitimidad, si son estos «profetas y gurús» —que la prensa comercial les ofrece tanto espacio en sus páginas— ¿son ellos los que tienen la veracidad y la objetividad?

¿Son todavía credíbles personajes que experimentan tales cambios radicales de posición? ¿No nos dejan un sentimiento a desconocido, o a algo que no encaja bien?

Ejemplos de este tipo abundan en la historia política de la humanidad. En Francia, antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, el dirigente del Partido Comunista francés se llamaba Jacques Doriot, cuando este país fue ocupado por los nazis, Doriot se convirtió en el más grande colaborador de los nazis. Otro caso notorio fue el inglés de orígen judío Alfred Sherman, antiguo combatiente republicano durante la Guerra Civil Española pasó a ser uno de los más fieles camaradas de Margaret Thatcher. Igual sucedió en la Unión Soviética. Todos los dirigentes comunistas que se convirtieron en demócratas de la noche a la mañana, apropiándose las empresas del Estado y muchos continuaron gobernando en Rusia en la época de Yeltsin.

Nada nos puede asegurar —hoy en día— que las ideas y postulados políticos e ideológicos que tanto promueve el señor Vargas Llosa sean válidos para el bienestar de una gran mayoría de la Humanidad, y las estadísticas y hechos históricos demostrarán poco a poco, que el «gurú del neoliberalismo» esté equivocado nuevamente o continue cometiendo los mismos «errores de juventud» según sus propias palabras.

[1] Partido político estadounidense de pequeño rango. Ver su sitio web: Libertarian Party.

[2] Sobre las teorías de Charles Murray, ver: «El Manhattan Institute, laboratorio del neoconservadurismo», Voltaire, 30 de enero de 20045.

[3] El diario New York Times retoma y hace suyos, palabra por palabra, pasajes del panfleto de Lyndon LaRouche, Bush’s Social Security Privatization-Foot In the Door for Fascism, en un artículo de Larry Rohter, publicado en primera página, el 27 de enero de 2005, «Chile’s Retirees Find Shortfall In Private Plan».

[4] «Friedrich von Hayek, el padre del neoliberalismo», por Denis Boneau, Voltaire, 30 de enero de 2005.

[5] «Gale Norton, ministra de contaminación ideológica» por Paul Labarique, Voltaire, 7 de marzo de 2005.

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dpa

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