El autoexilio y los tentáculos del mal

Una telenovela de bajo presupuesto producida desde Zapote donde no hay héroes sino solo villanos

Eduardo Brenes

Grinch

No podemos negar que el último escándalo de la ¨chavosfera¨ nos tiene a todos en vilo y con sendas palomitas esperando los próximos capítulos. Por vez primera el presidente no podrá culpar a nadie de algo que salió del él mismo y que él y su gente han adjetivado y calificado, sin que quienes lo adversamos hayamos tenido nada que ver en este sainete.

Porque fue él mismo quien, un día antes de sus shows de los miércoles, destituyó a su ministro más popular y galán de 5 novias. Aquel que muchos chavistas veían ya como posible delfín y sucesor del burócrata internacional que vino al país de la mano del PAC y que hoy nos gobierna desde Zapote. Fue él mismo quien dejó entrever que lo destituía por algo que olía a corrupción aunque lo hacía sin tener lista la denuncia penal que debió de haber interpuesto en la fiscalía antes de anunciarnos que le cortaba el rabo.

Fue también él quien tomó la decisión de destituirlo por teléfono mientras el ministro se encontraba en viaje oficial por Canadá, casi como dejándole ver que mejor se quedaba por allá y así se evitaba, el ministro una posible visita a la fiscalía, y el presidente salir pringado con un posible ventilador que prendiera su otrora Robin escudero.

Seríamos muy mal pensados si creyéramos que la destitución tuvo algo que ver con el prematuro anuncio electoral que había hecho el calamardo de fantasía que regía los destinos del MOPT hasta anteayer. Eso es ser muy mal pensado, sobre todo cuando todos tenemos muy claro que el presidente tiene muy poco ego y no le importa que otros de su gabinete lo eclipsen o sean más populares que él.

Pero conforme pasan las horas y sabemos más del famoso procedimiento de emergencia que usaron de forma fraudulenta para arreglar la pista del aeropuerto de Liberia, y vemos que el presidente sabía más de lo que dijo saber y que había hecho un acompañamiento tan cercano de todo el proceso; nos vamos dando cuenta que la operación guillotina para Amador huele más a una maniobra de distracción para zafar el lomo de las posibles responsabilidades que puedan tener el presidente Chaves y su ministra de la presidencia, Natalia Díaz, quienes ¡surprise , suprise!, ya estaban siendo investigados por la fiscalía desde enero de este año.

Se que los fanáticos de la secta chavista están pasando un muy mal momento y no saben a cuál de sus dos amores declarar fidelidad en este momento. Se también que los seguidores de Chaves en Vietnam e Indonesia no han recibido todavía el guión oficial para desplegar su sincronizado discurso de defensa del presidente. Como que la trama está muy complicada y los guionistas se debaten de como darle un giro verosímil y creíble a esta telenovela de quinta donde ya no hay héroes sino sólo villanos en huída.

Y ya, como la cereza del pastel, el mismo Amador aparece hoy por la tarde con un video de descargo que parece grabado con el celular de la abuelita donde con una retórica victimista y hablando en plural, como si hubiese alguien más detrás de él que sus cinco novias y la abuelita, nos habla de autoexilio y de tentáculos del mal, que no pueden venir más que del lugar donde por dos años trabajó gustoso a pesar de las constantes humillaciones a las que él, como los demás ministros y colaboradores, se someten gustosos cada miércoles para loor de su jefe supremo y paladín de la buena gobernanza.

Algo nos deja claro el galán del Banco Mundial, que habrá hecho muchos rescates en el sudeste asiático cuando iba con la maleta llena de dólares para salvar países con problemas financieros, pero que de recursos humanos sabe muy poco porque no ha sobresalido contratando ministros y subalternos que, o se le van , o termina echando y nunca queda en muy buenos términos con ellos.

Ya veremos que nos depara esta telenovela clase B. Esperemos eso sí que el señor Amador tenga un notificado esperándolo en el aeropuerto con un lindo impedimento de salida y nos cuente de qué tentáculos del mal habla antes de que vaya a gozar las nieves de Canadá- y le de por llorar por un tamal de tiquicia.

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