El asesino de Green River

El asesino de Green River

Cada 17 de diciembre, el Día Internacional para Poner Fin a la Violencia contra las Trabajadoras Sexuales recuerda a las víctimas de una violencia persistente, muchas veces invisibilizada. El caso del llamado Asesino de Green River, responsable de decenas de asesinatos en el estado de Washington, es uno de los ejemplos más extremos de cómo esa indiferencia social e institucional permitió que un crimen sistemático se prolongara durante años.

Durante casi dos décadas, el área metropolitana de Seattle vivió bajo la sombra de un asesino en serie que actuó con regularidad y método. Entre principios de los años ochenta y finales de los noventa, decenas de mujeres —en su mayoría jóvenes, vulnerables y dedicadas al trabajo sexual— desaparecieron sin que las alarmas sociales sonaran con la urgencia debida.

El responsable era Gary Leon Ridgway, nacido en 1949: obrero, esposo, padre de familia, un hombre gris que pasaba desapercibido. Esa normalidad fue su mejor camuflaje. Ridgway asesinó al menos a 49 mujeres, aunque él mismo afirmó haber matado a más de 70, lo que lo convertiría en uno de los asesinos en serie más letales de la historia de Estados Unidos.

El apodo provino del río Green, donde aparecieron varios de los primeros cuerpos. Ridgway captaba a sus víctimas, las estrangulaba —generalmente con sus propias manos— y abandonaba los cuerpos en zonas boscosas o descampadas. En algunos casos regresaba a los lugares donde los había dejado, un patrón que reforzó la dificultad de la investigación y la perturbación del caso.

La pesquisa policial fue larga y frustrante. Ridgway fue interrogado en varias ocasiones y sometido a pruebas de polígrafo que superó, lo que contribuyó a su exclusión como sospechoso durante años. El caso se convirtió así en un símbolo de las limitaciones investigativas de la época y del escaso valor que se otorgó a la desaparición de mujeres consideradas socialmente marginales.

El giro definitivo llegó en 2001, cuando los avances en el análisis de ADN permitieron vincularlo de forma concluyente con varias víctimas. Ridgway fue arrestado ese mismo año y, en 2003, se declaró culpable a cambio de evitar la pena de muerte y colaborar con las autoridades señalando la ubicación de algunos cuerpos. Fue condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

Más allá de las cifras, el caso del Asesino de Green River expone una falla colectiva. La violencia no solo fue obra de un individuo, sino que se sostuvo en un contexto donde las víctimas no fueron prioridad. Recordarlas en esta fecha no es un ejercicio de memoria criminal, sino un recordatorio incómodo: cuando una sociedad decide a quién proteger y a quién no, crea las condiciones para que el horror se repita.

Datos clave del Asesino de Green River

Nombre real: Gary Leon Ridgway.

Años activos: aproximadamente entre 1982 y 1998.

Víctimas confirmadas: 49.

Víctimas estimadas: más de 70 (según el propio Ridgway).

Zona de operación: área metropolitana de Seattle, estado de Washington, Estados Unidos.

Método: estrangulamiento.

Perfil de las víctimas: principalmente mujeres jóvenes en situación de vulnerabilidad

Condena: cadena perpetua sin libertad condicional (2003).

Dato inquietante: Ridgway afirmó que solía pintar las uñas de algunas víctimas después de asesinarlas, porque le gustaba “verlas bonitas”.

Dato histórico: El caso fue uno de los primeros grandes ejemplos de cómo el ADN forense permitió resolver crímenes considerados prácticamente imposibles de cerrar.

Dato social: Durante años, las desapariciones recibieron poca atención mediática debido al perfil social de las víctimas, lo que hoy se reconoce como un grave fallo institucional.

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