EEUU: ¿Hasta dónde puede llegar la izquierda en el Partido Demócrata?

Alan Maass y Elizabeth Schulte

Nadie predijo la imponente victoria el 26 de junio de una socialista hispana de 28 años en las primarias [demócratas] al Congreso en la ciudad de Nueva York.

Pero retrospectivamente, esta bomba política es signo de los tiempos, sobre todo de la honda aspiración de una alternativa al manso y conciliador liderazgo del Partido Demócrata que habitualmente queda sin respuesta.

Alexandria Ocasio-Cortez venció en la votación de las primarias a Joe Crowley, miembro durante diez mandatos de la Cámara de Representantes, en la que en 2016 ganó su reelección el 97 % de los que ocupaban ya el escaño. La última vez que Crowley se enfrentó a un rival, cualquiera que fuese, Ocasio-Cortez tenía trece años.

No sólo eso sino que Crowley es el cuarto demócrata más poderoso de la Cámara de Representantes y se pensaba en él como futuro presidente de la misma. Disponía de muchísimo dinero. De acuerdo con la revista digital Politico, Crowley gastó 1,1 millones de dólares en su campaña de las primarias entre principios de abril y el 6 de junio. En ese mismo periodo la campaña de Ocasio-Cortez gastó 128.140 dólares.

Uno de los máximos dirigentes nacionales del Partido Demócrata resultó vencido por una afiliada con carné de los Democratic Socialists of America (DSA).

Ocasio-Cortez hizo resonar aquellos temas que en los que se inspiró Bernie Sanders, como Medicare para Todos, que han adoptado algunos demócratas progresistas con esperanzas electorales presidenciales. Pero fue más allá, y pidió la abolición del ICE (Immigration and Customs Enforcement [Agencia de Inmigración y Aduanas]), en acusado contraste con la endeble negativa de Sanders.

El New York Times parecía asombrado al apuntar en su análisis posterior a las primarias que “[d]ías antes de las elecciones, Ocasio-Cortez se marchó inesperadamente de Nueva York únicamente para viajar a Tejas a fin de protestar por la separación en curso de los niños de aquellos padres que cruzaban ilegalmente la frontera”.

Y no fue ni siquiera un resultado apretado: Ocasio-Cortez ganó por 15 puntos de margen.

Todavía más revelador es el hecho de que Crowley — el poderoso “jefe del Partido Demócrata del Condado de Queens”, tal como se referían a él continuamente los medios el miércoles — logró menos de 12,000 votes en un distrito del Congreso con una población de 712.053 personas en 2010. Y eso es señal de la vacuidad del status quo politico, algo que también impulsó el apoyo a Ocasio-Cortez.

Ocasio-Cortez no fue la única progresista en triunfar el martes o en anteriores primarias de este año. Ben Jealous, por ejemplo, expresidente de la NAACP [Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color, tradicionalmente una de las organizaciones cívicas afroamericanas más activas] ganó las primarias demócratas en la carrera por ser gobernador de Maryland con un mensaje anti-Trump que iba a contracorriente del estamento de poder del Partido.

Pero la victoria de Ocasio-Cortez captó lógicamente la atención a causa de su significación histórica. En un distrito en el que los republicanos no tienen ninguna oportunidad real en noviembre, es casi seguro que romperá algunas barreras: será la mujer más joven elegida para la Cámara de Representantes, una de las primeras jóvenes hispanas y la primera afiliada de una organización socialista en generaciones.

Más allá de eso, su éxito va a contrapelo de la creencia popular de los medios: que los progresistas y radicales inspirados por la campaña de las primarias de Bernie Sanders en 2016 pueden haber revigorizado el Partido Demócrata, pero no ganan elecciones.

Hay cierta verdad en esto. Con anterioridad a este martes, de ochenta candidatos respaldados por la organización de Sanders, Our Revolution, menos de la mitad habían vencido en sus respectivas contiendas de las primarias. El aparato del Partido ha tenido éxito en una serie de campañas de calumnias contra los contrincantes progresistas en las primarias.

La campaña izquierdista de Ocasio-Cortez pasó a través de todo esto. En un video de campaña que se hizo viral en la Red, con más de un millón de visitas, declaró: “Ya es hora de que reconozcamos que no todos los demócratas son lo mismo. Que un demócrata que acepta dinero de empresas, se beneficia de los desahucios, no vive aquí, no manda a sus niños a nuestros colegios, no bebe la misma agua ni respira el mismo aire que nosotros no puede en modo alguno representarnos”.

Su victoria reafirma la lección de las elecciones de 2016: que millones de personas que votan con lealtad a los demócratas quieren una alternativa a los candidatos convencionales a quienes dan su voto a regañadientes cada dos años o cada cuatro.

Ocasio-Cortez ha resultado especialmente eficaz en contrarrestar los relatos que enfrentan raza y clase. “No puedo mencionar una sola cuestión que entrañe la raza que no tenga implicaciones económicas, y no puedo pensar en una sola cuestión económica que no tenga implicaciones raciales”, declaró. “La idea de que tenemos que separar ambas cosas y escoger una de ellas es un timo”.

No esperen que los mandamases demócratas que aceptan dinero de las empresas y todo lo demás queden convencidos de nada de esto, por supuesto.

Puede que tengan que reconocer que a uno de sus favoritos le dio un revolcón una advenediza socialista, pero no se lo pondrán fácil a Ocasio-Cortez para que utilice un escaño en el Congreso con el fin de dar proyección a un mensaje que vaya contra lo que ellos defienden.

Así pues, la victoria de Ocasio-Cortez es significativa para todos los que están en la izquierda, incluyendo a aquellos, como es nuestro caso en Socialist Worker, que apuestan por una alternativa independiente fuera de los demócratas.

Su victoria debería servir de inspiración a cualquiera que no acepte la línea del Partido de que un mensaje radical alejará a la gente, en lugar de unirla y galvanizarla.

Ocasio-Cortez demostró que la política de izquierdas constituye una fuente de vigor, y no de debilidad.

Y mostró que la política de izquierdas no debería limitarse a pedir el voto, sino que debería adherirse a la protesta y el activismo fuera de las cabinas de votación, tan lejos de ellas, de hecho, como están los centros de detención a lo largo de la frontera entre los EE.UU. y México en Tejas de los límites de la 14º circunscripción del Congreso en el Bronx y en Queens.

Pero por importante que resulte esta victoria, las probabilidades están en contra de quienes, como Ocasio-Cortez, esperan transformar el Partido Demócrata, porque el estamento de poder del Partido está resueltamente en contra de dicha transformación. Y lo que se ha visto en acción este mes constituye un ejemplo pertinente.

Después de las elecciones de 2016, el CND (Comité Nacional Demócrata – Democratic National Committee) estableció una “Comisión de Reforma por la Unidad” para que sanaran supuestamente las diferencias entre los partidarios de Hillary Clinton y los de Sanders.

Pero la definición de “unidad” del CND parece salida de George Orwell.

En su reunión de junio en Providence, en el estado de Rhode Island, la comisión no pareció muy interesada en afrontar las preocupaciones de los partidarios de Sanders, como el injusto sistema de superdelegados. Estaba interesada en bosquejar nuevas reglas para impedir que se presentara gente como Sanders.

De acuerdo con un nuevo requisito aprobado en Providence, los candidatos que quieran presentarse a las primarias presidenciales demócratas “confirmarán, por escrito al Presidente Nacional del Comité Demócrata que: A) son miembros del Partido Demócrata, B) aceptarán la designación del candidato demócrata, y C) se presentarán y desempeñaran como miembros del Partido Demócrata”.

Dicho de otro modo, los “socialistas democráticos” que se identifiquen como tales no necesitan postularse.

Maria Cardona, veterana estratega del Partido, que trabajó para Clinton en 2016, explicó que todo giraba en torno a la “unidad”: “Se hizo para asegurar que el candidato designado por el Partido Demócrata sea verdaderamente un demócrata. Y esto lo apoyó el conjunto de la comunidad, fue por unanimidad”.

Así que resulta que la comisión de la “unidad” encontró la unidad…en la oposición a los intrusos que traten de aportar al Partido ideas que no gozan de aprobación empresarial.

La comisión del CND estaba tan unida que cuando apareció un partidario de Sanders como observador del encuentro, le acusaron de ser un espía…del gobierno ruso.

Selina Vickers, que viajó por su cuenta a Providence para asistir al encuentro, declaró al Washington Post sus razones para acudir:

“Me sentía tan frustrada por la cuestión de los superdelegados después de la convención…Al poder estar presente en las reuniones y retransmitirlas a otras personas que no pueden asistir y hablar con otros miembros de mis inquietudes me proporciona una forma de hacer algo, en lugar de quedarme en casa, desligada e impotente….Creo que mi presencia tiene un efecto positivo.

Pero Bob Mulholland, miembro del CND, albergaba sentimientos menos positivos acerca de la presencia de Vickers en Providence: la acusó de trabajar para un gobierno extranjero como el de Rusia.

Puede que los dirigentes del Partido tengan hoy cosas agradables que decir acerca de Ocasio-Cortez, pero sus actos hablan con más elocuencia que sus palabras.

El estamento de poder del Partido tolera a los izquierdistas en los márgenes — en mayor o menor medida dependiendo de las circunstancias — pero hará cualquier cosa por mantener su puño de hierro sobre el aparato del Partido. Esto significa elaborar las reglas a medida que se mueven, y romperlas cuando resulte conveniente.

No olvidemos los trucos sucios empleados contra Sanders por los aliados de Clinton en un CND supuestamente neutral. O las decenas de millones de dólares dirigidos a la campaña de Clinton por medio del Partido en los estados, tal como informaba recientemente Las Vegas Review-Journal.

Sanders fue víctima de la maquinaria del Partido durante las primarias, pero después de que Clinton consiguiera la designación como candidato, fue una de las voces más claras que llamaron a sus partidarios a aplacar sus inquietudes y críticas y dar apoyo a la candidata neoliberal, proempresarial que despreciaban.

Ha seguido apelando a que los progresistas trabajen dentro del Partido a fin de transformarlo, pero sus propias acciones de este año han decepcionado a sus partidarios.

Hay noticia de agitación en la misma Our Revolution y los organizadores locales declaran sentirse frustrados porque la organización nacional ha tomado decisiones respecto a los candidatos que va a respaldar sin consultarles.

Por lo que respecta a Sanders, enojó a sus partidarios por su negativa a sumarse a las peticiones — popularizada por gente como Ocasio-Cortez, a la que respaldó — para abolir el ICE.

Y en Nueva York, donde Cynthia Nixon se presenta para ser designada como candidata a gobernadora contra el titular en el cargo, Andrew Cuomo, un pilar del sistema. Nixon goza del respaldo de Our Revolution, pero Sanders no ha llegado a respaldar formalmente a esta contrincante que se identifica como progresista.

El debate acerca de Ocasio-Cortez — de lo que condujo a su victoria, de lo que eso dice del Partido Demócrata, si el Partido puede ser vehículo de miembros de los DSA como ella, y en qué medida pueden hacer realidad esas metas socialistas — debe continuar dentro de la izquierda. Hay mucho más que decir.

Una cosa es segura: la reacción del estamento de poder demócrata puede ser hoy más respetuosa, pero no va a seguir así.

Los dirigentes del partido lo están invirtiendo todo en una estrategia de acercarse al centro para las elecciones de 2018. Gracias a la estrategia del Comité Demócrata de Campaña al Congreso (Democratic Congressional Campaign Committee) de reclutar candidatos que se encuentran bastante a la derecha de la mayoría de los votantes de base, Ocasio-Cortez constituirá una excepción radical — de lejos — entre los candidatos demócratas de 2018 a la Cámara de Representantes. .

Habrá mucha presión sobre Ocasio-Cortez para que cambie su mensaje, y sobre todo para que mitigue sus críticas a otros demócratas, todo en nombre de “parar a los republicanos”.

Los mismos argumentos ya gastados acerca de no apartar a los votantes indecisos o de no dejar brechas abiertas a los republicanos servirán de justificación, y los agentes de los demócratas no han tenido vergüenza alguna en ir a por cualquiera que agite las aguas. Ocasio-Cortez no ha dado indicación alguna de de que vaya a sentirse intimidada o a acomodarse.

Su respuesta a un arrogante Crowley — cuando pidió él saber si le respaldaría en unas elecciones generales — fue una declaración de lealtades muy diferentes: Ocasio-Cortez le dijo a Crowley que ella rendía cuentas a los movimientos sociales…y que tendría que dirigirse de nuevo a él con la decisión tomada por estos.

Los demócratas no permitirán que eso sea el final de la cuestión, por supuesto. Sobre todo después de noviembre, si gana ella, el liderazgo del partido dispondrá de muchos medios para dejarla sola entre sus compañeros demócratas de la Cámara, incapaz de dar proyección o encontrar aliados para sus propuestas. En la mejor de las circunstancias, será una persona contra una gran maquinaria.

Tal como Sanders reconocía recientemente: “No se ve, francamente, mucho cariño por el Partido Demócrata o el Republicano, y mucha gente se siente desanimada con los dos y se está apartando de ambos.

“Así que me parece que no es mala idea que haya alguien que diga: ‘Comprendo que soy independiente….He tenido que competir contra demócratas. Pero quiero que vosotros, como independientes, concurráis a las primarias demócratas y transforméis el Partido Demócrata’”.

Esta es la llamada que Ocasio-Cortez atendió con su campaña contra Crowley y su victoria es un testimonio del atractivo de una alternativa política de izquierdas que afronta las preocupaciones de la Norteamérica de clase trabajadora, no las demandas de los patrocinadores empresariales.

La gente que se organiza en la lucha para enfrentarse a la máquina de terror del ICE, al ataque del Tribunal Supremo a las libertades civiles y los sindicatos del sector público, y a la miseria y violencia de un sistema que se gestiona de acuerdo con los intereses del lucro y el poder sentirá con ilusión mayor confianza para trabajar en pos de esa alternativa.

Pero la izquierda debe, al mismo tiempo, analizar si la promesa de Sanders de transformar el Partido Demócrata es el camino a seguir y, si no lo es, cómo podemos construir una fuerza independiente inspirada por la clase de ideales socialistas que expresaba Ocasio-Cortez.

Alan Maass y Elizabeth Schulte son colaboradores de la revista Socialist Worker.

Fuente: Socialist Worker, 28 de junio de 2018
Traducción: Lucas Antón para sinpermiso.info

Revise también

Trump

Trump patea el hormiguero con su futuro gabinete

Por Alberto Lopez Girondo Marco Rubio y su Doctrina Monroe recargada podría enfrentarse con Tulsi …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *