Economía, política y coronavirus

Ágora*

Guido Mora
guidomoracr@gmail.com

Guido Mora

Los mercados internacionales están parados. El capitalismo, como nunca en la historia reciente de la humanidad, está detenido. Esta vez no fue obra de un misil, de un avión o de un arma. Un enemigo invisible logró doblegar al sistema económico predominante y se impuso a la arrogancia de quienes lo consideraban invencible. Esta actitud lamentablemente, tendrá un costo de miles de vidas humanas.

Vivimos un apagón sin precedentes.

Las condiciones actuales y la evolución de la pandemia no permiten prever cuando “volveremos a la normalidad”, ni sí “esa normalidad” va a ser distinta al modus vivendi que prevalecía, hasta hace apenas un mes y medio.

Algunos ven en esta crisis una amenaza a su statu quo.

Los grupos económicos dominantes, muy bien articulados a nivel nacional e internacional, perciben la situación actual como una amenaza a sus negocios, a sus empresas, al funcionamiento de los bancos y la recuperación de los créditos. La crisis económica, la recesión y la quiebra de miles de negocios puede convertirse en una realidad a corto y mediano plazo. Esta percepción se deriva de los escritos de los representantes más conspicuos del sector financiero y los acólitos de los grupos empresariales y financieros más conservadores. Algunos representantes de estos sectores, lejos de procurar la protección de los trabajadores, han optado por el despido o la reducción salarial inmediata, evidenciando su desinterés por la satisfacción de las necesidades básicas de sus colaboradores. La actitud prevaleciente es la de privilegiar el bienestar de la economía -su economía-, sobre el bienestar de sus colaboradores.

Es entonces cuando nos damos cuenta qué, sobre la espalda de los trabajadores del sector privado, recae más directamente el impacto de esta crisis: están sin trabajo y sin dinero para suplir sus requerimientos y los de su familia.

Esta realidad se extiende de forma más dramática a los trabajadores del sector informal, invisibles para el sistema político y para las instituciones de beneficencia social, que no tienen manera de apoyarlos.

En el mismo orden de cosas, muchos trabajadores del sector público, los que desde organizaciones sindicales piden aumentos de salario desmedidos, igualdad y solidaridad para defender beneficios que algunas veces la sociedad apenas puede cubrir. Quiénes desde la seguridad de su hogar, realizando teletrabajo y recibiendo la totalidad de su sueldo, han levantado la voz para oponerse al aporte de una contribución salarial, destinada a atenuar el impacto de la crisis sanitaria, en las familias de más escasos recursos. Estos trabajadores, al igual que los representantes de los sectores conservadores, sólo procuran la defensa de sus intereses particulares, obviando el llamado a una actitud solidaria, única forma de terminar de la mejor manera posible, la difícil situación que enfrentamos.

Para los sectores progresistas, la crisis generada por el covid-19 debe ser vista como una oportunidad.

Es el momento de realizar un esfuerzo para obviar las posiciones que nos dividen y buscar las fórmulas que permitan articular las propuestas sociales, políticas y económicas, destinadas a favorecer a las grandes mayorías, una vez concluya la pandemia. Se impone la obligación de encontrar los mecanismos que hagan de la sociedad costarricense una más equitativa, más igualitaria, más democrática y mucho más solidaria.

Si algo ha demostrado esta crisis es la importancia de contar con un aparato estatal robusto, flexible, fuerte y eficiente, que permita afrontar, de manera exitosa, situaciones como la que nos ha correspondido enfrentar.

Se hace impostergable reposicionar la discusión entre lo público y lo privado, comprendiendo que, aunque interdependientes, las empresas privadas no pueden ni deben -por el bien de la sociedad-, sustituir el papel del Estado.

El enfrentamiento de la pandemia y la ejecución de la estrategia exitosa, liderada por el Ministerio de Salud y la CCSS, nos muestra que hubiera resultado un craso error, tal como lo pretendía el discurso neoliberal, permitir la reducción indiscriminada del aparato estatal y el privilegio de las iniciativas privadas, en áreas tan importantes como la educación, la salud o la construcción y el desarrollo de infraestructura.

Finalmente, es importante reconocer el esfuerzo liderado por el socialdemócrata Carlos Revilla, quien tomó la iniciativa de convocar en un chat virtual a personas de las más diversas corrientes políticas, con el fin de que analicen, discutan y hasta puedan llegar a formular, en un marco de respeto y tolerancia, las propuestas que puedan orientar la formulación de políticas públicas, como una alternativa al discurso económico predominante en la era previa a la pandemia.

Es mucho más lo que nos une, que lo que nos divide.

Esperamos que priven la solidaridad, la tolerancia y el respeto, para que al igual que esta y a pesar de las costosas campañas de desprestigio de quienes ven al estado sólo como una fuente de negocios y de enriquecimiento particular, se pueda reavivar el interés de la sociedad costarricense en el fortalecimiento del estado social de derecho que instauraron, desde ya hace muchos años, don Pepe, Monseñor Sanabria, Manuel Mora y Calderón Guardia.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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