Dos años sin cambio

Luis París Chaverri

Luis París

El segundo año de la presente administración no ha sido muy diferente al primero, no hubo un cambio sustantivos en la forma de gestionar el poder, ya que la improvisación, las incoherencias y las desinteligencias, fueron la constante en las actuaciones del señor presidente y su equipo, generando desconcierto, desilusión y frustración en la mayoría de los costarricenses.

La gestión gubernamental realizada hasta ahora ha sido inconsecuente con los compromisos adquiridos en campaña y no ha correspondido a las expectativas de cambio generadas en la ciudadanía.

Dos años no han sido suficientes para superar la “curva de aprendizaje” alegada hace un año por don Luis Guillermo Solís para justificar la improvisación, la descoordinación y la falta de resultados que caracterizaron los primeros doce meses de su administración, así como las usuales pifias y la incompetencia de sus más cercanos colaboradores en ese período.

Igual que en los primeros trescientos sesenta y cinco días, el presidente de la República continúa con la viajadera por el mundo, desdeñoso de las críticas de sus conciudadanos que consideran innecesarios e infructuosos tales periplos.

En este segundo año persisten los problemas de coordinación del equipo gubernamental, factor indispensable para una buena gestión, y siguen evidenciándose repetidamente las contradicciones entre las declaraciones de algunos de sus ministros y las del señor presidente, como sucedió, por ejemplo, con el proyecto contra el maltrato animal, el que según el ministro de la Presidencia no sería convocado a sesiones extraordinarias, pero que luego el presidente, ante presiones de grupos interesados, manifestó que dicho proyecto era una prioridad y que sí sería convocado.
Por otro lado, el presidente Solís sigue sorprendiendo por su inconstancia, al afirmar un día una cosa y al poco tiempo otra, al apoyar hoy un proyecto de ley y luego quitarle su patrocinio, como fue el caso reciente con el proyecto que afectaba las funciones del INA, confundiendo a sus colaboradores y dejando perplejos a los “costarricenses de a pie”.

Además, el conflicto entre los diputados del PAC -fracción que, por su afinidad partidaria y por práctica política, es la llamada a jugar el papel de principal aliado del gobierno para el trámite y aprobación de los proyectos de su interés- en lugar de haberse resuelto, se ha agravado, lo que le resta capacidad de maniobra en el parlamento.

Al igual que en el primer año y pese al cambio de ministro de la presidencia, la relación con las fracciones legislativas de otros partidos políticos no es la adecuada, lo que aumenta el grado de dificultad para el trámite de los proyectos del Poder Ejecutivo.

El distanciamiento de Casa Presidencial con algunos de los diputados del PAC, entre los que se encuentra su fundador, don Ottón Solís, es público y notorio, y constituye otro factor que no ha sido solventado, afectando la necesaria armonía con la bancada oficialista.

También, en este segundo año, al igual que en el anterior, el manejo de la agenda legislativa en el periodo de sesiones extraordinaria ha sido errático, al incluir proyectos que no son políticamente viables o que para el mismo gobierno no tienen prioridad.

El presidente Solís, en este año como en el primero, continuó con la costumbre de usar trajes alusivos al evento en el que participa, y es así que lo vemos un día con uniforme de bombero, otro con la llamativa ropa típica de los limonenses, pero también ha sido frecuente -a falta de logros propios- verlo vestirse con ropaje ajeno, inaugurando obras iniciadas en administraciones anteriores.

Es usual que don Luis Guillermo, en sus giras por diferentes lugares del país, aproveche la ocasión para darse una bailadita con alguna bella dama, pero lo cierto es que en setecientos treinta días, el señor presidente aún no ha aprendido “a bailar con ella”, porque aunque sepa bailar merengue, salsa o cumbia, no es lo mismo que hacerlo con la compleja tarea de gobernar.

La impericia del presidente Solís en la conducción de los asuntos públicos, evidenciada en este “primer tiempo” de su administración, tiene como causas la ausencia de un rumbo claro y la debilidad de su liderazgo, así como la improvisación y las equivocaciones en la conformación de un equipo que, por su disparidad ideológica y su falta de experiencia, ha demostrado ser inconsistente y descoordinado, y las consecuencias pueden ser de enorme gravedad para el país si no se hace un alto en el camino para definir el derrotero que se debe seguir y las prioridades que se deben impulsar en los próximos veinticuatro meses.

Para ello es necesario deponer la soberbia que normalmente conlleva el ejercicio del poder, la que siempre nubla el buen juicio, para dar cabida a una buena dosis de humildad que le permita reconocer las fallas, oír la voz del pueblo, su descontento y su clamor por el cambio prometido, asumir el liderazgo que le corresponde, definir el rumbo y tomar las decisiones correctas para el progreso y bienestar de la nación.

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