Don Pepe, más que santo, hombre

Cuaderno de Vida

Gustavo Elizondo Fallas

Gustavo Elizondo

Ante los reclamos de algunos sectores por el nombramiento en la Asamblea Legislativa de nuestro querido don Pepe como Héroe de la Paz, debemos analizar el significado de tal distinción para el hombre más grande que tuvo el siglo XX en la historia política de Costa Rica. Porque efectivamente eso fue don José Hipólito Figueres Ferrer, “el hijo del catalán”, como lo identificaba mi bisabuelo Emigdio Ureña cuando llegaba al lejano Santa María de Dota en los años 30 del siglo pasado. Lo que hizo la Asamblea por instancia del presidente del Parlamento don Eduardo Cruickshank, no fue canonizar a don Pepe, no fue declararlo santo impoluto, porque este personaje de nuestra historia sobre todo fue hombre, trabajador, amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos, que fueron cada vez menos después de sus gobiernos, impulsivo como él solo, capaz de agarrar una metralla y entrar en un avión secuestrado, intolerante algunas veces, sino que lo diga un expresidente de la FEUCR a quien le mandó un golpe en una actividad en el Campus, obcecado con ciertos temas como cuando metió cabeza en proteger la permanencia de Robert Vesco en Costa Rica, pésimo empresario pero un patrón como ninguno, dedicaba recursos a investigar nuevas alternativas productivas y en eso perdió mucha plata, compraba la leche que ocupaban sus trabajadores, tuvo un comisariato que vendía al costo y les dio a sus trabajadores casas muy bien construidas dentro de la finca La Lucha, un hombre da carne y hueso, pero sin vicios y con una vida muy frugal, un hombre muy lejano al “casto José” que fue el santo que el Dr. Mariano Figueres y su esposa doña Paquita Ferrer buscaron como su protector.

Pero ese hombre de carne y hueso, con virtudes y defectos, fue el responsable de tomar una de las decisiones más importante de la historia patria, se convirtió en el primer general victorioso, que lejos de ampliar su poderío militar, como lo han hecho muchos dictadorcillos de este continente, disolvió sus propias huestes y el ejército nacional. Algunos pseudo historiadores se atreven a decir que ya en la Guerra Civil del 48 prácticamente no existía ejército, pero tengo un testigo aun con nosotros y otro que ya nos dejó, pero que me lo contó muchas veces, don Efraím Chacón y mi desaparecido padre, que ingresaron al Cuartel Bellavista en la toma pacífica de San José y lograron ver un arsenal de modernas armas sin usar, que demuestran el nivel de militarismo que existía.

A este hecho histórico, que se seguirá conmemorando todos los primeros de diciembre, debemos abonar a don Pepe todo el esfuerzo que hizo para mejorar la calidad de vida de los costarricenses, iniciando en el gobierno de facto de la Junta Fundadora de la Segunda República con la creación del ICE y la nacionalización bancaria, entre muchas decisiones que siguieron en sus posteriores gobiernos; eso generó paz y logró consolidar una sociedad más justa; ¿Quién va a discutir que eso no es otra cosa más que fortalecer la paz? Se diga lo que se diga, don Pepe le cumplió el compromiso a Ulate devolviéndole el poder en el plazo establecido y sin que existiera un pacto escrito, le cumplió a Calderón Guardia y a don Manuel Mora al, no solo mantener las Garantías Sociales, sino fortalecerlas.

Enhorabuena por esta decisión de la Asamblea, muy acertada y que sirva para que tomen buenas decisiones en los días que siguen, que lo hagan por la memoria de nuestro HÉROE DE LA PAZ.

Revise también

Rodrigo Arias

Cuestión de dignidad (carta de Arias a Chaves)

San José, 17 de abril de 2024 AL-PRES-RAS-403-2024 Señor Rodrigo Chaves Robles Presidente de la …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cambio Político
Este sitio usa cookies. Leer las políticas de privacidad.