Redacción y colaboradores
Don Edgar Arroyo Cordero fue regidor municipal de su cantón Alajuela (1966-1970), diputado en dos oportunidades (1970-1974 y 1978-1982) y ministro en otras dos oportunidades, de Gobernación y Policía en la administración Oduber Quirós (1974-1978) y de Vivienda y Asentamientos Humanos en la administración Figueres Olsen (1994-1998). También fue directivo de varias instituciones, entre otras el BANHVI.
Llevó a cabo varias obras importantes, entre ellas terminar la reforma del Registro Público (hoy Nacional. Fue un gran precursor de la reforma penitenciaria de los años 80s del siglo pasado. Asesor de candidatos a la presidencia y, sobre todo un gran dirigente político. Orador de masas, calentaba y entusiasmaba al público. Un gran dirigente del Partido Liberación Nacional.
Las siguientes palabras fueron escritas por Mauricio Castro Salazar, columnista y colaborador de Cambio Político. Con su autorización las hacemos nuestras y las publicamos a manera de homenaje póstuno a don Edgar Arroyo, un hombre que dedicó su vida a la función pública y a Liberación Nacional.
«No podemos dejar pasar la muerte de don Edgar y no decir algo.
Lo conocí por 1972. Era diputado por Alajuela. Ya había sido dirigente distrital, cantonal y en ese momento era provincial.
Era un diputado cercano a Daniel, electo por don Pepe. Fue también cercano a don Luis Alberto. A Oscar Arias y a Jose María. Era un dirigente liberacionista. De hueso verde.
Lo conocí un día que don Pepe le indicó, creo que era por Coyolar, “los diputados pueden ir a los ministerios los jueves a las 3 de la tarde. Antes no…”
Y luego una discusión…, sin don Pepe presente, sobre la importancia del Poder Legislativo. Decía que era más importante que el Poder Ejecutivo… Dio mil argumentos.
Al rato volvió don Pepe y le dijo esta vez a mi papá: “…los diputados pueden ir a los ministerios solamente a las 3 p.m., no hay que dejarlos que nos quiten tiempo…”.
Don Edgar no hizo ningún comentario. Don Pepe era don Pepe.
Luego lo vi como ministro, como miembro de la junta directiva de un Banco, como un claro dirigente nacional, sin abandonar su cantón, ni su gente.
Fue un político. Un claro “zoon politikon”.
Estando ya yo militando en la Juventud Liberacionista lo invitábamos a actividades y llegaba. Siempre consideró importante estar en contacto con los jóvenes. Nos ponía atención. Nos escuchaba. Siendo diputado, salía del plenario cuando lo llamábamos, nos atendía siempre sin ningún protocolo, nos aconsejaba, sobre todo, sobre el accionar político pero también sobre la vida.
He conversado con otros compañeros y compañeras de la Juventud de los 70 y todos y todas concuerdan que don Edgar tuvo muchas cualidades, muchas virtudes, pero la principal fue la de escuchar con atención a la Juventud. La de dar consejos a los jóvenes.
Nos comunicaron que murió. Algunos tuvieron la oportunidad de ir a su entierro. Yo no pude. Pero no puedo dejar de decir: gracias don Edgar, por escucharnos, por dedicarnos tiempo. Actitud que tristemente han perdido muchos de nuestros dirigentes nacionales, y que curiosamente solo recuperan en las campañas.»