Isla de Sal │ Cabo Verde
Su planitud, de la que tan solo escapan algunos montes aislados, la asemeja a ciertos atolones del Pacífico, pero a diferencia de aquellos, aquí no se ven palmeras cocoteras, sino un desierto selenítico, un paisaje más propio de los Monegros, pero de origen volcánico, en el que tan solo osan alzar su copa algunas pobres acacias. La escasez de precipitaciones, con una media de 70 l/m2 al año, explica esta realidad.
Su indiscutible atractivo reside en las playas de fina arena y en sus aguas cristalinas, que resultan ideales para la práctica del buceo y otros deportes. Esto ha sido suficiente para que la isla de Sal atraiga cada vez a más turismo y se llene de jóvenes trabajadores procedentes de todo el archipiélago, artesanos senegaleses y hosteleros europeos. Al sur, la playa de Santa María, con sus límpidas aguas turquesas, sus fondos arenosos y su mediano oleaje, es uno de los mejores destinos para la práctica del surf y el windsurf, mientras a lo lejos se divisa el perfil de la isla de Boavista.
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