Medina de Chauen │ Marruecos
La ciudad parece sacada de un cuento de hadas. Los colores de las artesanías de las tiendas compiten con el deslumbrante azul de los muros de las casas. La medina, que se desparrama por la montaña, se compone de diferentes barrios, cada uno con su mezquita, horno y baño público, y todos se configuran del mismo modo: callejuelas estrechas y retorcidas, con cuestas y escaleras, en las ‘ que abunda el comercio y los talleres donde los artesanos pintan muebles de madera o tejen mantas.
Las tiendecitas agolpadas en las callejas que descienden a la plaza principal están atiborradas de productos que son un regalo para los sentidos: requesón, henna, aceitunas, pan recién horneado, ramilletes de menta y montañas de especias. Las casas, con sus tejados y muros, evocan los pueblos andaluces, pero los siempre presentes alminares y, sobre todo, los lugareños envueltos en sus chilabas nos recuerdan que estamos en África.
La medina de Chauen luce en todo su esplendor especialmente al atardecer, cuando comienzan a escucharse los cánticos de los muecines llamando a la oración.
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