Editorial – Haaretz, Israel (*)
Ideas y valores que antes estaban fuera del consenso, como el “traslado” de los árabes de Israel, una segunda Nakba y la oración judía en el monte del Templo, se han normalizado bajo el liderazgo irresponsable de Netanyahu
El comentario que hizo el domingo el ministro de Patrimonio, Amichai Eliyahu (Otzma Yehudit), de que existe la opción de lanzar una bomba nuclear sobre la Franja de Gaza, no es un problema para la diplomacia pública israelí sino para la realidad israelí.
El problema no es ninguna declaración en particular, sino el poder y la legitimidad de que goza hoy, en Israel en su conjunto y en el Gobierno, la extrema derecha judía mesiánica kahanista, que apoya la anexión y la ocupación y la oración judía en el monte del Templo, contempla la guerra actual como una oportunidad y desprecia a la comunidad internacional, las instituciones internacionales y las leyes de la guerra.
No fue un lapsus. En una entrevista con Radio Kol Barama, Eliyahu dijo que “no hay [civiles] no implicados” en la Franja de Gaza. Cuando su entrevistador le preguntó si eso significaba que Israel debía lanzar una bomba nuclear sobre la Franja, respondió: “Es una posibilidad”. Y su posterior “aclaración” –“Es evidente para cualquier persona sensata que el comentario nuclear era metafórico”– es ridícula. ¿Una metáfora de qué?
Tampoco es la única excepción. El parlamentario Yitzhak Kroizer, compañero de partido de Eliyahu, declaró el domingo a la Radio del Ejército que “la Franja de Gaza debe ser arrasada y debe haber una sentencia para todos los que están allí: la muerte. Tenemos que borrar del mapa la Franja de Gaza. Allí no hay inocentes”. Sectores enteros del Gobierno pertenecen a la peligrosa extrema derecha: Bezalel Smotrich, Itamar Ben-Gvir, Simcha Rothman, Orit Strock, Avi Maoz, Zvi Sukkot, Limor Son Har-Melech y sus cómplices.
La reacción del primer ministro, Benjamin Netanyahu, fue poco convincente. Dijo que la declaración de Eliyahu estaba “desconectada de la realidad” y que al ministro se le prohibirá asistir a las reuniones del Consejo de Ministros hasta nuevo aviso. Debería haber despedido a Eliyahu, pero decidió no hacerlo; dio prioridad a proteger su Gobierno antes que proteger a Israel.
Netanyahu no es la solución, sino el problema. Ha legitimado el kahanismo y la extrema derecha. Durante los años que lleva en el poder, Israel se ha vuelto más extremista, y personas que antes eran parias detestables son ahora altos cargos del gabinete. Ideas y valores que antes estaban fuera del consenso, como el “traslado” de los árabes de Israel, una segunda Nakba y la oración judía en el monte del Templo, se han normalizado bajo el liderazgo irresponsable de Netanyahu.
Netanyahu es quien ha dado legitimidad a las alianzas políticas con admiradores del rabino Meir Kahane, el asesino de masas Baruch Goldstein y el asesino de la familia Dawabsheh. Bajo su liderazgo, los colonos han empezado a dirigir su atención a la zona B de Cisjordania, que según los Acuerdos de Oslo está bajo control de la seguridad israelí y control civil palestino. Y los radicales colonos “jóvenes de las colinas” han pasado de ser objetivos de los servicios de inteligencia y seguridad Shin Bet a servir como ministros, miembros de la Knéset, ayudantes y asesores.
Los miembros de la extrema derecha en el gobierno han pintado con sus colores a todo el gobierno, y a todo Israel. El único modo de resolver el problema es apartar a la extrema derecha del gobierno y de los límites de la legitimidad israelí. El único modo de repudiar la declaración de Eliyahu es repudiarle a él y a los que son como él. Los partidos Otzma Yehudit y Sionismo Religioso deben ser expulsados del gabinete ministerial inmediatamente.
(*) Traducción de Paloma Farré para la publicación de este artículo en CTXT
Vía Other News