Del Cónclave a la elección de León XIV

Un intento de reflexión desde la fe

Ocean Castillo Loría

León XIV

I

Uno de los riesgos de formarse en Teología, es que, elementos de fe (La Biblia, la tradición, el Magisterio, la dinámica de la iglesia, su historia etc.), se conviertan en meros instrumentos de trabajo.

Además, esto, puede ser alimentado por los diversos modelos teológicos (La Teología de la Salvación, la Teología Histórico – Critica, la Teología Latinoamericana etc.); en suma, el riesgo es: “menos experiencia real de la fe, más intelecto para el análisis de ella”.

Así, intentaremos en este escrito, hablar más desde la fe que desde el intelecto: en nuestra niñez, el Papa vigente, era Pablo VI, éste nos “parecía un adulto serio”: “por algo debe ser Papa” pensábamos.

Juan Pablo II, fue el Papa de prácticamente, gran parte de nuestra vida: un hombre carismático, un Papa al que pudimos ver: como se intitula un documental costarricense: “Juan Pablo II: un santo que vio Costa Rica”. El Papa visitó Centroamérica en 1983.

Luego vendría a la región en otras ocasiones, pero a Costa Rica no volvió: no podemos olvidar que, uno de los sacerdotes de la Catedral Metropolitana, nos decía a los feligreses, que: “El Papa no viene a Costa Rica, porque los católicos nos portamos muy mal”.

En nuestro paso del colegio a la universidad, teníamos inquietudes teológicas (Fuimos educados en una escuela – colegio cristiano no – católico: el tema es que, desde las doctrinas de esa institución educativa, el Papa era el anticristo. Esta “corriente cristiana”, es profundamente anticatólica). Esto, nos condujo a prepararnos para “la Primera Comunión”, con un primo catequista, quien nos abrió, con cierta profundidad, la fe católica.

Decimos que, con cierta profundidad, porque la formación bíblica que recibíamos en la escuela, era muy superior a la propia de la formación catequética de la iglesia católica, entonces, este servidor, llevó la formación propia del sacramento de iniciación y, “unos complementos más profundos”. Mi primo le decía a mi madre: “es que él está más preparado que los aspirantes promedio, vale la pena hacerlo avanzar un poco más en la catequesis”.

No puedo olvidar el primer día de esas lecciones avanzadas, me dijo mi primo: “ahora vamos a ver, materias, que no se ven para preparar “Primera Comunión”, pero es que a veces, usted sabe más que yo, vale la pena, que avancés en la fe”. Eran materias que trataban las diferencias entre catolicismo y protestantismo.

Ya en el colegio, por currículo, se profundizaba la formación en teología no – católica. En los dos últimos años de secundaria, llegó un pastor guatemalteco, que nos daba verdaderas clases de teología: gracias a él, pude tener cierta profundización en Teología Bíblica y Cristología (rama de la teología, que estudia a Jesucristo).

Por tres años, ya en la universidad, nos entregamos más al estudio de las ciencias exactas, lo que nos hacía, desde la perspectiva del catolicismo, “creyentes promedio”, luego vendrían otros caminos, los de las ciencias sociales, el trabajo con organizaciones populares. Y en ese proceso, conocí a un teólogo y sociólogo, con el que compartía inquietudes de fe. El tema es, que mi amigo, estaba formado en “Teología Latinoamericana de la Liberación”.

Esto nos abría otros caminos, la visión crítica al Papado de Juan Pablo II, la mediación socio – analítica del marxismo, la Opción Preferencial (Y radical) por los Pobres; las diferencias entre “el Cristo de la Fe” y “el Jesús Histórico” etc.

Como puede verse, paralelamente a nuestros estudios en ciencias sociales (Específicamente las ciencias políticas), se profundizaban nuestras inquietudes teológicas. Y vendría el “milagro” o “signo extraordinario”: gracias a un convenio entre la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional; y la Universidad Estatal a Distancia (UNED), se podía estudiar teología: ¡A distancia! Esto era maravilloso para mí, estaba terminando mis estudios en Ciencias Políticas, y, quería seguir estudiando, pero, ya no en el modelo tradicional (“Sentado en un pupitrico”).

Así, entramos en nuestros estudios formales en Teología, además, teníamos la ventaja de que ya conocíamos la metodología de la universidad, pues, habíamos estudiado un tiempo, administración de servicios de salud.

La formación era de muy buena a excelente: sobre todo, por el constante ejercicio de la criticidad. En varios cursos, se presentaba la siguiente dinámica: en la primera parte, se enseñaba “la teología tradicional”; pero en la segunda parte, la idea central era: “¿Recuerda lo que acaba de aprender?: olvídelo”: se entraba en la criticidad, el debate, los postulados más actuales y modernos. Esto, incluso, frente a las mismas ciencias políticas: el curso de Antropología, hablaba de “las desviaciones politicístas”.

II

Pues bien, ante la muerte de Juan Pablo II, no dejaba uno como católico, de experimentar una orfandad, esto, pese a las críticas que se le podían y pueden hacer al largo Pontificado del polaco. El día que fue electo el Cardenal Joseph Ratzinger, trabajábamos para la que era: “Radio Sonora”, propiamente, para una productora independiente, dentro de la estación.

Nos encontrábamos a la espera del inicio de una conferencia de prensa, cuando apareció: “la fumata blanca”, la conferencia se atrasó, nos dio tiempo de ver salir, a quien sería Benedicto XVI: ya este servidor, terminaba sus estudios en Teología. Como católico aperturista, en la línea de la Teología Latinoamericana, era triste ver, que el catolicismo, abrazaba con más fuerza el conservadurismo. Quienes me acompañaban en aquel momento, no entendían la razón de mis emociones.

El tiempo dio la razón, tanto desde la ya mencionada Teología Latinoamericana, como desde la visión de muchos vaticanistas, que señalaban el conservadurismo del Pontífice. Ya teniendo nuestro propio proyecto radiofónico, renunció Benedicto XVI, llegaría Francisco: de esos temas hablábamos en ese programa (Luego vendrían las persecuciones políticas y la crisis del medio).

Con Francisco, renacía la esperanza, regresaba la “primavera eclesial”, se daban aperturas a la Teología de la Liberación: Gustavo Gutiérrez, José María Castillo, Leonardo Boff (Quien claramente asesoró “Laudato SI”).

En esta ocasión, en medio de situaciones familiares, nos dimos cuenta de la muerte de Francisco. Se abría la incertidumbre, “podía acabarse la primavera eclesial, que casi había venido del fin del mundo”.

Entremos en la fe: la santidad de la iglesia es de Dios; el pecado en la iglesia, es de los seres humanos. Con Francisco, sentimos al Espíritu Santo, trabajando en la iglesia, es el momento de estudiar y profundizar su obra.

Pero la cabeza de la Iglesia es Cristo, la “Barca de Pedro”, es navegada por sus pastores. Desde los “ojos humanos”, la iglesia es una institución, política y social. En el caso costarricense, era sorprendente ver a periodistas “con catecismo de primera comunión”, pretendiendo saber más que los expertos (Sociólogos de la religión y teólogos).

En otro orden de cosas, si algo ha quedado claro, es que, con Francisco, se ha observado, la inmensidad de la Barca de Pedro, pero también su heterogeneidad: por más que se quiera decir que, los conceptos de “conservador” y “aperturista”, no se aplican en la iglesia, esto no es cierto.

Era interesante: católicos en redes sociales, pedían conservadores del perfil del Cardenal Sarah. Por nuestra parte, pedíamos “un Papa, en la línea de Francisco”; desde la fe, “Dios es el Señor de la historia”, entonces: León XIV, es Papa, por la voluntad de Dios.

Él debe dejarse guiar por el Espíritu de Cristo, él, debe dejarse llenar y llevar por el “Espíritu del Buen Pastor”, “el que da la vida por las ovejas”; hoy, para decirlo en términos de ciencias sociales: “Francisco, era de centro izquierda, más a la izquierda, que al centro”. León, sería de “centro – izquierda”, pero “más al centro que a la izquierda”.

Como puede verse, nos es difícil hablar solo desde la fe, pero lo cierto, es que, en la diversidad de los Cardenales electores, se refleja la diversidad de la iglesia: esto, es claro desde la conformación del Nuevo Testamento, así como con el grupo iniciador del Movimiento de Jesús (Donde había, desde pescadores, hasta cobradores de impuestos y guerrilleros Zelotes).

Por otro lado, en efecto, se debe rezar por el Papa, pero el Pueblo de Dios, no puede dejar de ser crítico ante su principal servidor, ante la jerarquía de la iglesia; no se puede olvidar que el mismo Pablo, señaló los fallos de Pedro ante los gálatas (Gálatas 2: 11 – 13). No se trata de un rol de pasividad, por el deseo de Francisco “de que hagamos lío”, por la misma esencia de la “Sinodalidad”, no se puede abandonar la criticidad.

La iglesia es una institución, desde las ciencias sociales, parte de la sociedad (Aunque parezca o sea redundante); en ese sentido, como toda estructura colectiva, posee a lo interno fuerzas conservadoras y fuerzas de avanzada (No decimos “progresistas”, pues esta palabra, en su significado, ha sido muy distorsionada por el marxismo cultural).

El tema es, que las primeras, entre otras cosas, gustan y requieren de alianzas con otros actores, uno de ellos, el político. En términos de eclesiología (Rama de la teología que estudia la iglesia en sus funciones, naturaleza y misión), esto genera lo que se denomina: “Régimen de Cristiandad”.

El punto es, que un “régimen” de este tipo, entrega la iglesia a lo que en el Evangelio y las Cartas de San Juan, llaman el “mundo”: es decir, un sistema de dominación y opresión: una política y una economía egoístas, así como una cultura esclavizante basada en el individualismo.

Pero una vez más: por principio del Evangelio, se acepta la diversidad, pero también por la vía de la misericordia, se va llegando a la unidad: lo contrario, es el énfasis en la ortodoxia (Esto, nos recuerda los tiempos de Benedicto XVI).

Así, en el Cónclave, se movieron distintas fuerzas: las conservadoras (Que, entre otras cosas, unen el Concilio Vaticano II con la Tradición, la esencia de los Pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI); los de avanzada o los que, denominamos aperturistas (En el espíritu de apertura del Concilio, el propio de Juan XXIII, Pablo VI y Francisco) y hasta ultra conservadores (Los que desean regresar al Concilio Vaticano I).

Todo esto, en medio del accionar de los seres humanos (Los Cardenales electores): si partimos de la teología católica tradicional, ellos, poseen la marca del “pecado original” (Recordamos en esta tesis a San Agustín); entonces: muchos de ellos, priorizan el tema del poder egoísta.

Este tópico, lo vemos en la misma oferta de “la serpiente” en el Génesis: “Seréis como dioses” (Génesis 3: 5); ese deseo de dominio, no es original de los pensamientos filosóficos del siglo XIX, es propio de la Teología del Antiguo Testamento. De ese deseo, el nacimiento de los imperios: basta observar el inicio del libro del Éxodo, los israelitas, caen en la esclavitud bajo el imperio egipcio.

Esa ambición de poder, también es la que ofrece Satanás a Jesús, en lo que la feligresía conoce como el pasaje de “las tentaciones”, en Mateo, Marcos y Lucas. El adversario, le dice al Nazareno, que le entregará todos los reinos del mundo, “…si postrado me adoras” (Marcos 1: 12 – 13; Mateo 4: 1 – 11; Lucas 4: 7).

Ante esta realidad, es por la que los laicos y laicas del mundo, hemos pedido que el Espíritu Santo iluminase a los Cardenales (Ese Espíritu, que ellos recibieron en los sacramentos de iniciación cristiana y que, nosotros también hemos recibido).

Aquí es donde cabe una aclaración fundamental: los científicos sociales embestidos de laicidad (Lo cual es correcto, las ciencias no deben ser confesionales); hasta se burlan del principio de que: “El Espíritu Santo, ilumina a la Asamblea en Cónclave”.

A los conservadores y ultra conservadores, les sirve, que el común, piense que hay “una especie de magia en esa participación de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad”; pero, la realidad es otra, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, habla de la iglesia: “como cuerpo de Cristo en la historia”, es decir, en la acción de los Cardenales electores en Conclave, actúa el Espíritu; pero también debe constar que el Espíritu, puede ser contristado y rechazado.

Es decir, la Providencia de Dios puede ser aceptada o rechazada. ¿Cuál es la “piedra de toque”, para saber si el Espíritu fue aceptado o rechazado?: si la iglesia colabora con el avance del Reino de Dios, hubo aceptación; lo contrario, mostraría el rechazo.

¿Y en qué consistiría el avance del Reino?:

  • Un subraye de acciones de servicio.
  • Un claro acento en la solidaridad.
  • La construcción de una cultura de libertad y liberación, basada en el servir.

En esta línea, León XIV, debe hacer avanzar la Sinodalidad, la participación de los laicos y las laicas; en abrir mayor espacio a la participación de la mujer; debe profundizarse, la iglesia, “como hospital de campaña”, no “como iglesia triunfante”; debe concretarse “la iglesia en las periferias” y no, “la iglesia y teología del “rebaño pequeño” o remanente” (Propia, por ejemplo, de Benedicto XVI).

Debe ser la iglesia, que basada en la Doctrina Social y la Teología de la Liberación, concrete la economía solidaria, cercana al Reino; esto, con una ecología integral, de modo, que el clamor de la tierra, sea aplacado, como debería ser aplacado, el grito de los pobres (Laudato SI).

Ya entrados en la utopía (Dice el autor del libro del Eclesiastés, que, todo tiene su tiempo, es tiempo de soñar); el Papa debería seguir caminando en la orto praxis de “Fiducia Suplicanns”; debería debatirse con plena apertura, el tema de la diaconía de las mujeres.

Pero, si regresamos al espacio de lo posible, reiteramos: León XIV, podría ir: “más hacia el centro que, hacia la izquierda”, dicho en otras palabras: podría avanzarse en las reformas de Francisco, pero, con menos celeridad (Este tema de las “velocidades”, parece increíble visto desde fuera de la estructura eclesial).

Aquí, es donde entran las hipótesis: “con León XIV, habrá continuidad en relación a Francisco” o “con León XIV, habrá continuidad en ciertos temas y freno en otros”; conteste a la primera afirmación: “si la mayoría de los cardenales del colegio, fueron elegidos por el argentino, ellos estaban en su línea”.

Para otros, esto no era necesariamente así. En esta misma lógica, “muchos Cardenales, pudieron haber sido elegidos por Francisco, pero no necesariamente, compartir su línea pontificia”; de igual manera, algunos especialistas, hablan de “la necesidad de un compromiso”, entre conservadores y aperturistas.

¿Compromiso con quiénes?: con los conservadores. En esta lógica, quizás fueron rechazados “Papables” como Tagle o Zuppi; lo cierto es, que quienes nos sentimos afines a la línea de Francisco, con su muerte, vivimos la incertidumbre de si en este cónclave, volverían los “Juan Pablos II o los Benedictos XVI”. Pero, al fin llegó el humo blanco, en nuestro caso particular, este evento, siempre nos llena de profunda emoción.

Véase que la revelación del nuevo Papa, se da poco a poco, la Fumata blanca, el anuncio, la salida a la Plaza de San Pedro; lentamente, se va revelando, la voluntad de Dios, a través de la decisión del Cónclave; o como ya lo hemos dicho en su defecto, el resultado de contristar o rechazar al Espíritu Santo.

En el caso de León XIV, los que estaban siguiendo con seriedad más de cerca el evento de la elección Papal, para el 6 de mayo, decían que: Robert Francis Prevost, estaba logrando amplia concertación entre los Cardenales de los Estados Unidos.

Esto, parecía increíble (¿Milagro?, ¿Signo?), Prevost, estaba logrando acuerdos, en un bloque polarizado entre “Trumpistas” y “Anti Trumpistas”, es decir, un bloque, donde se veía claramente, la lucha y tensión entre conservadores y aperturistas (“Franciscanistas”, para colocar denominaciones de tipo político).

Tal parecía que los Cardenales Latinoamericanos, valoraban su cercanía, su español impecable (Lo veríamos en su primera alocución en la Plaza de San Pedro); y su valentía. Contrario a lo que “la mano conservadora” pretendía presentar, Prevost, se puso de lado de las víctimas del “Sodalicio de Vida Cristiana” en el Perú, tema que merece un trabajo aparte y estructura que fue suprimida por el Papa Francisco, casi, como su última medida de gobierno. Esto, es evidencia de que Prevost, se enfrentó al poder. Esto es evidencia, de que tendrá enemigos en la Conferencia Episcopal del Perú.

Prevost, tenía un bajo perfil mediático, pero, además, viendo sus primeros mensajes, presenta una alta capacidad de síntesis, entre posiciones aperturistas y conservadoras. De nuevo, caminando más “hacia el centro”.

Por otra parte, algunos especialistas, no dejan de caer en la tentación del uso de ciertas categorías politológicas. Así, dijeron que: “Prevost, era alguien que parecía venir de ‘fuera del círculo de los favoritos para ser Papa’” (“Un outsider”, dicen los conocedores).

Lo cierto, es que, en términos estrictos, Prevost, “no estaba fuera del círculo de los Papables”; lo que sí es veraz, es que León XIV, refleja la dinámica misma de la globalización: norteamericano – latino (Nacionalizado peruano), moderado para los aperturistas, de confianza, para los conservadores. Y, por cierto, de madre española (El Cardenal, era Prevost Martínez).

Como lo diría el periodista y sacerdote Jesús Bastante, su perfil es transversal y su biografía “es de puentes”. Cuando se observa el estilo de León, se observa de buenas a primeras, espíritu de diálogo, humildad, deseo misionero; no deja de ser esto, “continuidad con Francisco”, signo de combate al clericalismo y cercanía con el Pueblo de Dios (Categoría acentuada y rescatada, por el Papa gaucho).

Por otro lado, se sabía desde antes del inicio del Cónclave, que los cardenales africanos, abrazan una visión muy conservadora (Mucha gente con conocimiento y otros, muy ignorantes, en redes sociales, pujaban por el Cardenal Robert Sarah); pero, tal parece que, los africanos, vieron en Prevost, un siervo, que no cae en extremos, capaz de escuchar, respetuoso de la diversidad eclesial: Los conservadores, buscando subrayar la Tradición, los aperturistas, buscando subrayar la misericordia.

Súmese que, Francisco era latinoamericano, Prevost, estuvo 20 años en Perú, primero como misionero, luego como Obispo de Chiclayo, lugar de periferias y pobrezas; de religiosidad popular; un ejemplo de los desafíos de Latinoamérica.

Creo que, Juan Pablo II, nunca dijo qué modelo teológico era el de su visión doctrinal, el de Benedicto XVI, era más que evidente, y Francisco, hablaría de la Teología del Pueblo (Rama de la Teología de la Liberación); ya veremos si León hablará de esto, por lo pronto, periferias, pobrezas y religiosidad popular, dan espacio al avance de modelos teológicos aperturistas.

La praxis pastoral de Prevost, permitió que Francisco, primero, le hiciera Cardenal (2023) y luego le encomendara, la renovación del episcopado mundial; esto es clave, Francisco se encontró un obispado polarizado (Polarización que se ocultaba bajo la imagen mediática de Juan Pablo II y, la sutileza de acción de Benedicto XVI. Por cierto, el segundo, no dejaba de ser un burócrata de la Curia Romana).

Como Prefecto para el Dicasterio de los Obispos; y Presidente de la Comisión de la Pontificia Comisión para América Latina, el hoy Papa, es arquitecto de una nueva generación de obispos: cercanos, humildes, con compromiso social (Diríase desde la Doctrina respectiva de la iglesia); con compromiso liberador (Diríase desde la Teología de la Liberación); con compromiso con el pueblo (Diríase desde la Teología del Pueblo).

Regresando a términos políticos, “los Franciscanistas”, lo ven como garantía de la primavera eclesial de la que ya hemos hablado: garante de la Sinodalidad, garante de concretar “la iglesia en salida”; pero, también, en términos de “la política como ciencia de realidades”: los conservadores, esperan que, “en su camino al centro”, se vuelvan a atraer a los donantes de Estados Unidos, aquellos que se alejaron porque: “hay un montón de obispos radicales y había un Papa, con tufo marxista” (Conste, esa acusación se la hicieron en el pasado, a Juan XXIII y Pablo VI).

Por lo pronto, León XIV, nos trasmite paz (Su mensaje central) y serenidad. A los creyentes, nos refuerza el gozo, como fruto del Espíritu Santo; León es pastor (Como Francisco); un hombre de confianza del Papa recién fallecido, conocedor del estamento del Orden, pero también, del estamento de los laicos y las laicas. Se ha movido en la institucionalidad, pero también en el carisma de la vida fraterna.

Asimismo, para los que nos sentimos a gusto con muchas de “las teologías de la Liberación” (Esto es digno de un trabajo aparte); la elección de su nombre, nos dice mucho: León XIII, fue el iniciador de la Doctrina Social de la Iglesia; esto quiere decir que los pobres, siguen en el corazón del sucesor de Pedro.

III

Pero también la escogencia del nombre, recuerda a León Magno: esto nos lleva a retornar a la historia de la iglesia: Philippe Henne, en su biografía de esta personalidad (Del año 2015), nos dice, en términos generales lo siguiente: León Magno, fue elegido Papa a mediados del siglo V (440 – 461), no solo fue el Papado más largo del siglo V, sino, también de los más gloriosos, pero no exentos de revueltas sociales, eclesiales y teológicas. Pese a ello, es el primer Papa, al que se le da el título de “Magno”.

León I, tenía una preocupación clave: confesar y predicar a Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Como es sabido por la historia eclesiástica, los Concilios, fueron precisando postulados esenciales del cristianismo, León Magno, fue maestro de este postulado, esta tesis, encontró precisión teológica y validez canónica, en el Concilio de Calcedonia.

León Magno, tiene como sus antecedentes, el haber asistido a la escuela romana, donde tuvo una profunda formación teológica. Esto, junto al estilo retórico de los autores clásicos. Luego hará labor diplomática y, precisamente estando en ello, muere en Roma, el Papa Sixto III (El 19 de agosto del 440).

Así, la iglesia, decidió elegir como Papa, al diácono León. El 29 de septiembre del 440, fue consagrado obispo de Roma. Ese día celebrará la Misa con todos los obispos sufragáneos de la diócesis de Roma.

Este Pontificado coincide con uno de los periodos más complejos de la historia: el imperio romano, caminaba hacia una debacle ineludible, además, la iglesia combatía una serie de herejías: el arrianismo, el semipelagianismo y el pelagianismo, digamos completo; además, resurgía el maniqueísmo y el nestorianismo. Ya en pleno Papado de León I, surgirá el monofisismo.

Por su parte, políticamente, los bárbaros, ejercían presión en todas las fronteras del imperio. El Papa León Magno, tiene claro que, siendo sucesor de Pedro, “debe confirmar en la fe a los hermanos”; esa confirmación, tiene que ver, con la fe en Cristo Jesús. Del mismo modo, debía reafirmar la cohesión interna de la iglesia.

De seguido, se dará un evento clave en su pontificado: Atila, atraviesa los Alpes, y entra en Italia. El Huno, estaba dispuesto a asediar la ciudad de Roma. El emperador Valentiniano III, no contaba con ninguna fuerza militar, que le permitiese tener posibilidades de triunfo. Con tal situación, se decide que, el Papa, encabece una delegación, que frene el avance de Atila. La reunión, se llevará a cabo en la ciudad de Mantua.

El Papa era creyente que Dios, ayuda a la gente de piedad. Atila quedó impresionado ante la presencia del Papa, se retiró al otro lado del Danubio, firmando la paz. Se cuenta que, Atila, tuvo una visión mientras hablaba con el Papa. Esto lo dejó representado Rafael, en unos frescos, que están en las instancias vaticanas: en la visión, Pedro y Pablo, con las espadas desenvainadas, amenazaban a los Hunos. Esta leyenda alimenta la decisión del bárbaro antes expuesta. Atila muere el 454.

León I, tuvo contacto con obispos españoles que, tenían que pastorear territorios dominados por arrianos. Ante esta situación, ellos dependían constantemente del Vaticano. Pero fue Oriente, el que presentó mayores problemas disciplinares y dogmáticos. En ese proceso, el Papa fallece.

En Constantinopla, mantuvo constantes contactos con el Patriarca Flaviano, pero el que más se conoce, está relacionado, con el tema de la Cristología: la influencia de los monasterios, iba ganando terreno en esa ciudad: un monje, Eutiques, fue acusado de no ser fiel a la fórmula de: “Cristo, Dios y hombre verdadero”.

Eutiques, dice que sus tesis no son entendidas. Acude al Papa. León, pide informes a Flaviano y pide que se convoque a un Concilio, pues en el fondo, lo que decía el monje, era que, Cristo, une dos naturalezas, pero no que las posee. Eutiques, comenzó a propagar su “cristología”.

En el Concilio, se pidió que se leyera la carta que León I, había dirigido a la asamblea, pero, se objetó que, primero había que leer una serie de cartas, hechas por el emperador. Aumentó la tensión. Entonces, uno de los participantes, dijo: “Si alguien dice: ‘de dos naturalezas’, sea anatema” (Quien así se expresa es de nombre: Dióscoro, que en otras palabras, dice: quien siga la formula cristológica, aceptada por la iglesia, sea maldito, que es el significado de: “anatema”).

Con esto, entra la jugada política: Flaviano, abraza la ecuación eclesial (Dos naturalezas), por lo tanto, debe ser: “anatema” y en tanto, “maldito”, debe ser depuesto del gobierno de la urbe. A los dos días, fue depuesto y desterrado.

En el noveno aniversario de la elección de León, en Roma, se realiza un Sínodo: en éste, se critica las decisiones tomadas en Éfeso (Lo teológico y lo político); Dióscoro, terminará enfrentando a todo Oriente con Roma.

Véase lo fuerte de la situación: lo decretado en el Concilio de Éfeso, era negado por el Sínodo de Roma, es decir: “la autoridad del Papa, está por encima de la del Concilio”, es tremendo: un Concilio, no es confirmado por el Obispo de Roma; es decir, no será recibido por la iglesia universal (católica).

León piensa en la convocatoria de un nuevo Concilio, pero en Italia. Una vez más: “En efecto: la autoridad del Papa, está por encima de la del Concilio”, pero León, es claro, en que no puede quitarse de la instancia conciliar, para regular un tema doctrinal – dogmático, más uno, de esa magnitud (Uno de los pilares de la Cristología católica).

El 17 de mayo, el Concilio es convocado en Nicea, pero termina realizándose en Calcedonia. En él, se dio la mayor asistencia de la antigüedad: cerca de 600 obispos, incluidos, tres legados pontificios y dos obispos, huidos de África. Eso sí, la inmensa mayoría, eran orientales (Los legados y los escapados del “Continente Negro”, eran occidentales).

En la segunda sesión: “la misión Papal”, pide la redacción de una fórmula de fe. Los obispos se niegan, abrazados a las conclusiones llegadas en Éfeso, así, se lee lo escrito por el Papa a Flaviano (“Tomus ad Flavianum”: “El Tomo a Flaviano”); la manera en la que el Papa expresa que Cristo, es Dios y hombre verdadero, muestra la evidencia de que: “esta es la fe de los Padres. Esta es la fe de los Apóstoles. Así lo creemos todos.”.

De ahí, la famosa frase expresada por el Concilio: “¡Pedro ha hablado por León!”; Pedro, por León, sustenta la fe de los Apóstoles. Pedro por León, sigue legitimando la doctrina Patrística (Periodo que va, más o menos, del año 100 al siglo VIII).

¿Quién es el anatema?: el que no cree como Pedro, el que no cree como los Apóstoles, el que no cree como los Padres: el que no cree como el Papa: “Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Hijo de Dios, por tanto, Dios mismo, Hijo del Padre, hombre es Jesucristo, hijo de María”.

Los años que siguieron, fueron difíciles para León I, las sublevaciones en Oriente, se intensificaron. Es el momento ya dicho de la invasión de los Hunos, pero también, los Vándalos, invadieron Roma. Por su parte, en los monasterios de Palestina, se extendía la herejía ya condenada del Monofisismo.

En otro orden de cosas, León se entregó a predicar; los sermones, los escribía él mismo. Ellos, en mucho, serán la base de la Teología Litúrgica actual. Por ejemplo, no dejan de encontrarse evidencias, del actual “Año Litúrgico” en el Papado de León.

Asimismo, es interesante que, esos sermones son cortos. Valga decir, que el primer sermón de León XIV, fue corto: es decir, León I, Francisco y León XIV, resultarían ejemplos de elocuencia sagrada: eso sí, en el caso del Magno, su fuerza doctrinal, viene de la Liturgia.

La dinámica de León I era: vivir la fe (La praxis), explicarla en sus cartas y sermones (Teología) y, condensarla en fórmulas dogmáticas; de ahí derivaría el ya citado “Tomo a Flaviano”; como lo dijera quien fuera Obispo de Córdoba, España, Demetrio Fernández: León era: “…santidad vivida, en su liturgia bien celebrada, de ahí su fuerza para gobernar”.

En suma: geopolíticamente, el mundo de León I, se derrumbaba. La iglesia estaba en una profunda crisis. Pero el Magno avanzaba, cumpliendo con su deber. León tiene claros los conceptos del honor, propios de la cultura romana, pero también discierne el bien común, fruto de su fe cristiana.

Ante los maniqueos, el Papa es implacable: conforme los va conociendo, los va fulminando: ellos, desfiguran el verdadero culto, pero, además, se entremezclan de manera maligna, entre el pueblo creyente.

Frente a la fortaleza del Papa, se oponía la debilidad del emperador (Valentiniano III); más que cristiano, Valentiniano es un “ocultista”, su madre, Gala Placidia y su general, Aecio, son fuertes: ellos ven que: “el imperio tiembla, pero todavía no se derrumba”. Pero ambos morirán y Valentiniano, es objeto de un homicidio.

En Oriente, como ya lo hemos visto, el emperador – niño, Teodosio II, es superado por Eutiques y Dióscoro. Esta es la palestra del Papado de León I. En su fuerza, la iglesia va adquiriendo autonomía. Ante la debilidad del emperador, debe asumir roles políticos (Ya hemos visto su encuentro con Atila).

Así, la magnanimidad de León, se encuentra en la justicia y la misericordia; inclusive, puede sonar esto contradictorio, pues hemos dicho que, León con los maniqueos, fue implacable: esto, porque ellos, se endurecieron; la dinámica del Papa es: “el error es perdonable, el endurecimiento no”.

En estas situaciones, llama la atención que, león I, pueda identificarse, con un Papado pastoral: él vela por el bien del rebaño que le ha sido encomendado, la firmeza de los propósitos, se combina con la simplicidad de la expresión (¿No hemos visto mucho de esto en Francisco y, no parece ser esa, la senda de León XIV?).

IV

Regresemos a la actualidad: a Juan Pablo II y Benedicto XVI, les agradaba la pompa. Francisco, frenará eso en lo que puede: con León XIV, regresarán las vestimentas tradicionales: regresó la muceta, esta especie de capa de color rojo, que el Papa lleva sobre los hombros.

Se dice que la muceta es signo de autoridad pontificia, pero también significa el rol pastoral (“Apacentar las ovejas”); la estola Papal, es autoridad sacerdotal, pero también, “el yugo del Señor”, la responsabilidad de servir a Cristo y a su iglesia; es signo de entrega y obediencia total al Evangelio. La estola, además, reflejaría la vocación obispal, vocación que compartiría, el colegio episcopal. Súmese que la estola, es signo de dignidad espiritual (La victoria sobre el mal), esa victoria, como fruto de la gracia de Dios.

Juan Pablo I, fue el último Pontífice que usó la silla gestatoria; la tiara, fue eliminada por Pablo VI. Eso sí, Benedicto XVI, la recuperó en su escudo. Lo cierto, es que, con León, parece que vuelven las vestimentas tradicionales: “¿Un giro de la izquierda al centro, para dar gusto a los conservadores?”.

Pero: “el hábito no hace al monje”: cuando se enfocó el rostro del Papa, se le veía profundamente emocionado: no era una imagen triunfalista, era la imagen de quien acepta la vocación, una vocación que implica las oscuridades de los profetas (La persecución, la depresión de Elías, la denuncia de lo incorrecto, que no siempre es comprendida); una vocación, que, como la de Jesús, tiene su pasaje por Getsemaní.

El Papa ha hablado y de su boca, han salido palabras de paz y esperanza. Habla en nombre de su Señor, “el Resucitado”. En términos de Teología Bíblica, uno de los títulos de Jesucristo, es el de: “León de la tribu de Judá”, ese león, en el Apocalipsis, es digno, ese león, es el que en la Parusía (La Segunda Venida de Cristo), gobernará la tierra, pero es (Lo dice el profeta Isaías), “Príncipe de la paz”.

Este representante del León de la tribu de Judá, nos referimos aquí al Papa, nos dice que, como lo expresara su predecesor, en la iglesia, caben: “todos, todos, todos”; repetimos: debe concretarse “la iglesia en las periferias” y no, “la iglesia y teología del “rebaño pequeño” o remanente” (Propia, por ejemplo, de Benedicto XVI). Es la iglesia Sinodal, que iniciara Francisco.

Por cierto, esa Sinodalidad, la muestra León XIV, en la cita de su maestro espiritual: San Agustín: “con ustedes soy cristiano y para ustedes obispo”. Se renueva el voto, por la lucha contra el clericalismo.

El Papa ha rezado junto a la feligresía: ¿Cómo no hacerlo si se ha amparado al Cristo resucitado?: como creyentes, hay gozo, pero también hay expectativa: ¿Cuán al centro irá León XIV, viniendo desde la izquierda?

Recuerda uno, a aquel personaje de la miniserie, “Jesús de Nazaret”, “Zerah”, quien le diría a Judas Iscariote, “interesante tu maestro, seguiremos observando su misión”: la misión del Papa, seguirá siendo observada.

El Papa, como Pedro, debe guiar la Barca. En esa guía, los componentes de la barca, pueden hacer avanzar al mundo, un poco más cerca del Reino de Dios. Todo claro está, con su gracia. Por lo que se ve, el Cónclave se abrió a la acción del Espíritu Santo, con lo dicho aquí, está claro que, la fe y la razón, no se separan (Esto deberían saberlo muchos científicos sociales, a los que, con humildad les recomendamos, la lectura de la Carta Encíclica: “Fides et Ratio” de Juan Pablo II).

Una evidencia de lo antes dicho es, que los Cardenales electores, tuvieron claro que, Francisco, mostró que “todos, todos, todos”, en la iglesia, pueden encontrar espacio vital, Evangelio (Buena Noticia) y seguridad.

Con lo expresado, es claro que, “León XIV, no es Francisco II”, Prevost, ya va mostrando su forma, su pensar, su estilo. Pero lo cierto es que, desde una visión liberadora: “el ser fiel al Evangelio, significa seguir el programa que Jesús presentara en la sinagoga de Nazaret” (Lucas 4).

Ahora, regresando a las facciones, tal parece que, en un momento determinado del Cónclave, los conservadores, vieron que no podrían hacer ganar a su candidato o candidatos. Dada la elección de León XIV, una de las grandes conclusiones que se podrían extraer, es que cardenales como Burke o Sarah, deberían ir buscando su retiro. Por otro lado, se sigue rompiendo el eurocentrismo, América seguiría siendo “el continente de la esperanza”.

Finalmente, no se puede olvidar que, la gran revolución de Francisco, es el retorno a la senda del Concilio Vaticano II. Ya León, les ha señalado a los Cardenales, la plena adhesión al camino iniciado por Juan XXIII.

De éste, la Sinodalidad y el abrazo a la Opción Preferencial por los Pobres. en estas materias, el Papa León, abraza “Evangelii Gaudium” y en esto, vemos elementos de la Teología del Pueblo: piedad popular, cuidado de los débiles y el diálogo con el mundo contemporáneo.

Asimismo, Francisco y León, se conectan con las tesis de Pablo VI: que la fe y el amor, guíen a la humanidad de buena voluntad, con lo que se podría alimentar la solidaridad, y recibir las bendiciones de Dios, su fuerza que todo lo santifica.

Como puede notarse: Francisco veía a Pablo VI; León está viendo a Francisco, con lo que, en el fondo se está reivindicando la figura de Montini, aquel que tuvo que comenzar a concretar el Concilio Vaticano II, en medio de las “tormentas de conservadores y aperturistas”.

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