Diálogo con Canelo
José Ariel Nazario
No podía tardar la pregunta de Canelo. La situación en Palestina presentó la mejor de las excusas: “Canelo, los Reyes Magos no lograron permiso para salir de Belén. Tienes que esperar a que termine la guerra.” Su mirada lo dijo todo, pero se olvidó de que papá le ha preparado mantecado de perro que cuesta carísimo y que lo ha estado disfrutando todo el tiempo, mucho más que sus amigos Onix y Nápoles (ambos satos y este último que hemos extrañado últimamente), y el “mix” de Chow que siente gran placer en enfrentar a Canelo todo el tiempo … al otro lado de la verja.Pero para quitarle la melancolía le conté a Canelo que antier me llamó una amiga periodista responsable interesada el origen del término “candidato de agua”. Obviamente – boomer al fin – me circunscribí a sugerir explorar Google (que es la plataforma que más conocemos los viejos y no las nuevas que nuestros nietos usan para hacer tareas); búsqueda a la cual me uní. Lo mejor de todo es que en el repaso tuve un diálogo (imaginario) con el espíritu de Bayrón Toro y repasamos juntos la formación de los partidos políticos en Puerto Rico. No crean que soy el único que tiene diálogos imaginarios. Yo conozco un ser muy querido que está esperando que lleguen a recogerla los extraterrestres en una nave. Y con Canelo ni hablar. Sostenemos conversaciones que ni se acaban.
El concepto de “candidatura” va muy unido al “sufragio” y al de “democracia representativa.”. Y toda candidatura debe tener el objetivo de ganar, triunfar, particularmente en el mundo de los partidos políticos modernos. Cuando los sistemas imponen restricciones o condiciones que confligen con los objetivos del partido político se hace necesario en ocasiones – ya sea por simbolismo (el misterioso efecto del qué dirán) o estrategia electoral – que los partidos conciban candidaturas de agua, lo que política europea y americana se llama “sacrificial lamb” o “pape candidate”. En Nicaragua le llaman “zancudos” y en Costa Rica “turecas”. En una democracia representativa, ese tipo de candidato es uno que se presenta por un partido político en determinado distrito electoral (representación territorial que es la existe en Puerto Rico), donde el partido en cuestión disfruta sólo de bajos niveles de apoyo. Esto explica por qué en un sistema híbrido como el nuestro que mantiene candidaturas por acumulación – un leve coqueteo con el sistema de representación proporcional – los partidos con poca esperanza de triunfo (pluralidad de votos) solo postulan uno o dos candidatos: porque no tienen la capacidad de acumular los suficientes votos para elegir una cantidad mayor de candidatos.
En el caso de Puerto Rico la legislación vigente interpone elementos que obligan al “joseo” de última hora por llenar todas las candidaturas. Obviamente, esto es además de aquellos casos donde ese afán responde al simbolismo del “qué dirán” optándose por presentar candidaturas a pesar de que la “matemática” sugiere que no hay suficientes votos para tanta gente. Este es el gran error del Partido Popular Democrático en 2020. A pesar de las advertencias de que las tendencias no sugerían la suficiente acumulación de votos, se optó por miedo a sugerir debilidad, por presentar más candidatos por acumulación de los viables. Esto, sin entrar en consideraciones de la falta de disciplina de los candidatos de un partido político que invaden las áreas dónde acumulan sus pares, además de las que le son asignadas para acumular su porción de votos correspondiente.
Podemos entonces concluir que candidato de agua sin las consideraciones adicionales relacionadas con exigencias del ordenamiento para esto u otro (ejemplo: considerarse partido principal y, por lo tanto, garantizar acceso a medios para mantener la estructura política) es un candidato con poco o ninguna capacidad de triunfo. En otras palabras, cuidado con calificar o burlarse de las candidaturas de agua, porque pueden salpicar las gotas; a todos, incluyendo los acostumbrados a perder siempre.
Si el profesor y amigo Bayrón Toro, con quien redacté el anteproyecto de reglamento de PPD en 1992, (sin dejar de reconocer al amigo Pedro Almedina que me asistió en la tarea) estuviese vivo, tendría que verse obligado a decir, como afirmo hoy quizás como uno de los “últimos mohicanos de la generación de 1948”, que la “alianza” no es un concepto correcto cuando hablamos de la historia de los partidos políticos modernos en Puerto Rico. A lo mejor es que hasta cierto punto los protagonistas adolecen un poco del síndrome del qué dirán, pues en la historia de nuestro sistema electoral, estas cosas han ocurrido antes. No estoy hablando de candidaturas y si se deben o no permitir las coaligadas. Estoy hablando del diseño de la “alianza” según explicada por sus creadores. El término correcto no es “alianza” sino “coalición”. Cito a Bayrón Toro y su Historia de las Elecciones y los Partidos Políticos de Puerto Rico (1809-2012), a la página 15 de su edición de 2016 :
Dada la importancia que tuvieron las alianzas y coaliciones durante dos décadas en la vida puertorriqueña, es conveniente que examinemos brevemente el significado de estos términos. La alianza es la fusión de dos o más partidos para crear una nueva entidad política. La coalición es un acuerdo entre agrupaciones cuya finalidad es estrictamente electoral, o sea, presentar candidatos comunes en las elecciones. En el caso de la coalición cada partido mantiene su individualidad…
Si el ordenamiento se lo hubiese permitido, la coalición hubiese sido perfeccionada. La llave estaba en las candidaturas coaligadas. Por otro lado, la alianza o fusión, parece que nunca fue posible. El empeño en mantener la franquicia individual de cada colectividad por razón de lo que presumo son profundas diferencias ideológicas, sugieren que el término “alianza” es uno de marketing. Por no conocer detalles de esas diferencias, sería impropio sugerir que la fusión no se da por razón del interés en mantener doble fuente de ingreso (subsidios electorales).
Roosevelt, Puerto Rico.