Por Roberto Protti Quesada
Hemos visto que recientemente se habla y discute en la Asamblea Legislativa sobre un proyecto de ley para prohibir o eliminar la posibilidad de que en Costa Rica se realice exploración y explotación petrolera.Independientemente del conocimiento que tengan los diputados sobre la industria petrolera, deseo expresar mi opinión al respecto.
Primero, debe quedar claro que no existe tal cosa como que Noruega o Europa o Estados Unidos o las superpoderosas corporaciones petroleras cuenten con satélites que les indiquen dónde están los recursos de hidrocarburos, a qué profundidad, cuántas reservas hay y cuánto cuesta extraerlas.
La tecnología de sensores remotos se basa en la correlación entre las condiciones geológicas de las zonas ya productoras, los yacimientos conocidos y en explotación y las condiciones de las áreas no conocidas, pero en todo momento en la superficie.
Ningún satélite o tecnología satelital actual tiene la capacidad de penetrar el subsuelo más allá de unos pocos metros.
Falta de viabilidad económica y técnica
La información sobre la profundidad, la estratigrafía, la tectónica, los yacimientos minerales, las aguas subterráneas y los hidrocarburos solo se puede obtener con certeza mediante el costoso método tradicional de perforación en áreas donde las investigaciones geológicas y geofísicas de campo indiquen posibles ubicaciones, no certezas, sino posibilidades de que en rocas ricas en contenido de materia orgánica se hayan originado en el pasado geológico hidrocarburos, que estos migraran hacia rocas porosas gota, hacia rocas almacén y que, eventualmente, quedaran en trampas petrolíferas.
Sacar el producto conlleva un costo que ni siquiera imaginan los que promueven este tipo de acciones en Costa Rica. Mi modesta experiencia en campos petroleros ubicados en Norteamérica me ha enseñado que para explotar un yacimiento petrolífero de una décima parte del área de Costa Rica se necesita un presupuesto del doble del producto interno bruto anual de nuestro pequeño y ambientalmente famoso terruño.
Para usar técnicas espaciales como las empleadas en Noruega, Zimbabue o China, se requiere realizar un proceso de investigación geológico geofísico previo, muy costoso, muy detallado, que, a pesar de los años y los recursos desperdiciados por la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope) en las décadas de los ochenta y noventa, no se logró para todo el país.
Después, es preciso apoyar los mapas con imágenes satelitales para por lo menos tener indicios de la posible existencia de un yacimiento petrolífero.
Seguidamente, como ya he dicho, aunque no es viable en Costa Rica, deben identificarse las zonas o áreas en donde es una apuesta más o menos ganadora la exploración y detección de posibles estructuras que contengan petróleo.
Finalmente, ya identificado el punto en donde es viable invertir una enorme cantidad de capital de riesgo, hay que perforar un pozo exploratorio para verificar la presencia del mentado, traído y llevado gas natural.
Recope y sus relatos
Según Recope, simplemente ordenar al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) que vaya a perforar sería una estrategia suficiente. Es una falacia sin sentido técnico, económico y profesional.
Antes de perforar, antes de llevar una máquina que ya sabemos que en nuestro medio cuesta el doble y produce la mitad, es necesario, prácticamente, saber que existe como mínimo algún porcentaje de éxito.
Que me corrijan y me digan si estoy equivocado al afirmar que no hay una sola persona en nuestro país que pueda hoy indicar al ICE dónde ir a perforar.
El resultado de una aventura de este tipo puede ser un pozo seco, puede ser sarcásticamente que descubramos hidrocarburos para llenar dos tanques de gasolina regular del vehículo del presidente y cinco cilindros de gas para dos sodas en el Mercado Central a un costo millonario y pagando comisiones, que probablemente es a lo que aspiran quienes promueven tales aventuras.
¿Alguien ha calculado cuánto petróleo pudimos haber comprado en el siglo pasado con el dinero gastado en la fallida exploración petrolera de las décadas de los ochenta y noventa?
A los diputados y, sobre todo, a los ciudadanos de mi país, les recomiendo que no se dejen engañar con los cuentos de Recope de que nadamos en petróleo, que el gas natural es natural, que Noruega nos va a regalar el santo y el milagro.
Lo que está detrás de la propuesta es simplemente, y como siempre en todo asunto que involucre permisos o concesiones transnacionales, dinero para los comisionistas locales.
El autor es geólogo, consultor privado en hidrogeología y geotecnia desde hace 40 años. Ha publicado artículos en la Revista Geológica de América Central y en la del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH).