Cuentos para crecer: Gorrita Verde y el lobo

Gorrita Verde y el lobo

Gorrita Verde y el lobo

Creo que nadie sabía su nombre. Bueno, quizás el dueño de “La aceituna caprichosa” sí lo sabía.

Lo cierto es que todos la conocían como “Gorrita Verde” porque, obviamente, usaba siempre una gorrita verde, día y noche, con lluvia y con sol, invierno y verano. Siempre, siempre, siempre con su gorrita verde, arriba de su motito, llevando pizzas.

Porque no lo dije: Gorrita Verde trabajaba como chica de delivery de la pizzería “La aceituna caprichosa”. Sí, ya sé, es una ocupación medio rara para una chica, pero Gorrita Verde era así, una chica de avanzada, que no se dejaba asustar ni le hacía caso a lo que la gente decía u opinaba sobre cómo debe comportarse una señorita. “Sé andar en motito y no se me cae la pizza por el camino. ¿Qué más se necesita para trabajar en un delivery, eh?”, decía y, como tenía razón, nadie le podía retrucar nada.

Una noche llegó un pedido medio extraño: una mujer algo ronca pidiendo seis grandes de mozzarella y dos fainás. Y además, la mujer exigía que quien se las entregara fuera “esa chica de la gorra verde”.

—Yo que vos tendría cuidado —le dijo el dueño de “La aceituna caprichosa”—. Suena peligroso, y más para una chica…

¡Para qué habrá dicho esto último el pizzero! Gorrita Verde se puso más terca que de costumbre, empezó con que la discriminaban por ser mujer y hasta que no le dieron las pizzas no se calmó.

Cuando llegó a la casa del pedido, se encontró cara a cara con una señora muy peluda y a la que le costaba bastante mantenerse en equilibrio, con un vestido floreado todo torcido y unos zapatos que, obviamente, no eran de su talle. Gorrita Verde iba a decirle “Aquí están sus pizzas, señora”, pedirle la plata y salir corriendo. Sin embargo de su boca salió algo que la sorprendió:

—Señora, ¡qué orejas tan grandes tiene!

—Son para escuchaaaaaaarte mejor —le contestó el lobo (porque no era otro que el lobo disfrazado, como se habrán imaginado), también sorprendido por lo él que estaba diciendo.

—Señora, ¡qué ojos tan grandes tiene! —siguió Gorrita Verde, sin poder evitarlo.

—Son para miraaaaaaarte mejor.

—Señora, ¡qué dientes tan grandes tiene!

—Son para co… com… comeggghhhht… commmarghhh… —Luchaba el lobo contra sí mismo, tratando de no decir “para comerte mejor”. Se pegaba con una de las patas delanteras en la cabeza, se daba porrazos contra el marco de la puerta, se mordía la lengua con sus dientes tan grandes. Para hacerla corta, el lobo estaba desesperado—. ¡No quiero decirlo! ¡No quiero! ¡NO QUIEEEEROOO!

Y se puso a llorar. ¡Un lobo grandote, llorando como un bebé! Era algo muy triste de ver.

Por eso, Gorrita Verde acompañó al lobo hasta dentro de la casa, donde lo ayudó a sentarse en un sillón.

—¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué? ¿Por qué tu familia y mi familia tienen que llevarse así? —se quejaba el lobo.

—¿Así cómo? —preguntó Gorrita Verde.

—Así, mal. Todas ustedes, todas las mujeres de tu familia, nos van a llevar a la extinción si nos siguen matando. Empezó tu tatarabuela Caperucita Roja, después tu bisabuela Capelina Violeta, tu abuela Galerita Naranja, tu tía abuela Galerita Morada, tu mamá Boina Azul Marino, tu prima Vincha Con Visera De Plástico Amarillo, todas se encontraron con uno de mis parientes y todas repitieron el mismo ritual: dejaron que se las comieran, después vino el leñador, las salvó y mis parientes fueron a parar al cementerio de lobos. ¡No es justo!

—No, no lo es —dijo Gorrita Verde.

—Aparte, yo soy un lobo bueno, jamás maté para comer, colaboro con Greenpeace y hago yoga todas las mañanas. ¿Por qué esta condena? ¿Por qué? ¡¿Pooooooooorrrrrrrrrrrrr quééééééééé?!

—Bueno, no te pongas así. Podemos ser amigos.

—¿En serio?

—Por qué no. ¿Acaso hay una ley que prohíba que una chica sea amiga de un lobo?

—Esteeeee… no. O sea, habría que consultarle a un abogado, pero creo que no.

—¿Entonces? Dale, seamos amigos. ¿Cómo te llamas?

—Tomás. Tomás López. Pero mis amigos me dicen Tom.

—Mucho gusto. Yo soy Ana Pandolfo, pero ya sabes que todos me llaman Gorrita Verde. Contadme más sobre vos, Tom.

—Y… qué sé yo… leo bastante ciencia ficción aunque “Viaje a las Estrellas” no me gusta…

—A mí tampoco, prefiero “La Guerra de las Galaxias”.

—Sí, yo también, pero las viejas, porque las nuevas son medio plomas —el lobo se acomodó en el sillón —. Me gusta la música electrónica, mucho me gusta. Hasta hice algunos temitas míos…

—¡No digas que haces tecno! ¡Yo también!

—¿En serio?

—En serio —dijo Gorrita Verde —. ¿Y si armamos una banda?

—Podríamos, ¿no?

En eso, se abre la puerta del departamento y entra el dueño de la pizzería, con un hacha en la mano, dispuesto a sacar a Gorrita Verde de la panza del lobo. Cuando ve que la chica no sólo sigue afuera sino que está charlando con el animal se queda medio confundido, pero después de unos instantes se lanza de nuevo, con el hacha en alto:

—¡Voy a matar a ese lobo ferooooooz!

Gorrita Verde, que había estudiado Tae-Kwon-Do, frena el hachazo de una patada y luego de un golpe tira a su patrón.

—Disculpe, pero el lobo es mi amigo.

—No, no, no. Los lobos no son amigos de nadie, y menos de las chicas. ¡Todo el mundo lo sabe! —gimió el pizzero.

—¡Entonces todo el mundo se equivoca! Tom es un lobo bueno. Vamos a hacer un grupo de música y todo.

—¡Ja ja ja, no me hagas reír!

—En serio. Y si usted quiere, puede ser nuestro representante.

—¡Ni loco! ¡No se puede confiar en un lobo! —dijo el hombre, mientras se incorporaba.

—¡Tom es un lobo bueno!

—Sí, claro, como no. Ya vas a ver que tengo razón. Pero después no te vengas a quejar, eh. Es más, no vengas nunca. Estás despedida.

Y pegó un portazo y se fue.

Gorrita Verde y Tom el Lobo, después que se les pasó la bronca, se pusieron a mostrarse sus temas. Como a cada uno le gustó lo que hacía el otro, hicieron un dúo y lo llamaron “GV & DJ Lupo”. Un día grabaron un demo, lo llevaron a una radio, a los del programa les gustó, lo empezaron a pasar y, cuando quisieron darse cuenta, ya estaban en los primeros puestos del ranking y tenían un montón de fans. Además, siguieron siendo muy amigos (algunos dicen que eran “amigovios”, pero eso es mentira).

Y el dueño de la pizzería “La aceituna caprichosa”, cada vez que ve un video de ellos en la tele, le comenta a quien lo escuche:

—¡Pensar que yo podría haber sido el representante de estos dos!

Por supuesto, nadie le cree y el pizzero se saca la bronca golpeando el bollo de masa.

Saurio

El Proyecto CUENTOS PARA CRECER consiste en la publicación de relatos destinados en especial a niños y adolescentes, así como a todos los que encuentran placer en la lectura.

Debido al tipo de historias ofrecidas, este proyecto permite reflexionar sobre una serie de valores considerados esenciales para el desarrollo del carácter, como la tolerancia, la solidaridad, el espíritu de diálogo y la honradez, proporcionando además un valioso instrumento de aprendizaje.

cuentosn@cuentosparacrecer.com

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