Bochorno
El BOCHORNO es un “FILIN” vergonzoso, casi transparente, que siempre intenta salir corriendo.
Lo contrario es el APLOMO, que es un “FILIN” de aspecto parecido al bochorno, pero verde y rojo. No le importa que todos lo vean tal como es.
El BOCHORNO tiene tres primos: la vergüenza, el corte y el apuro.
Cuando sientes BOCHORNO:
• Bajas la cabeza
• La cara se te pone roja.
• Tus brazos se juntan al cuerpo.
• Tus ojos miran el suelo.
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A Baltasar le abochornaba hablar en público.
Baltasar le daba vergüenza preguntar cuando no entendía.
Le daba vergüenza tener el pelo naranja.
Le daba vergüenza hablar con las chicas.
Le daba vergüenza ser bajito.
Le abochornaba la posibilidad de que se le vieran los calzoncillos.
A Baltasar le daba vergüenza llamarse Baltasar.
Lo peor era que sus compañeros sabían todo lo que a Baltasar le daba vergüenza, y lo que más les gustaba era ponerlo rojo como un tomate.
—No puedes seguir así, Baltasar —le dijo la profesora de gimnasia—. Haces mal la mitad de las cosas por sentir tanto bochorno.
Todos los niños admiraban a la profesora de gimnasia, todos querían ser como ella.
Aquel día la señorita “B”, que es como se hacía llamar la profesora, les había llevado a un campeonato en el parque.
Las pruebas eran dos. Una, correr sobre un muro de piedra, y la otra, saltar un río.
Mientras los niños hacían las pruebas, como por arte de magia, apareció una pequeña ninfa del río para ayudar a Baltasar.
De sus manos surgieron dos pequeños personajes: uno con aspecto de marciano casi transparente y otro muy parecido, pero de colores.
¡Te has puesto colorado! ¡Tienes la piel tan blanca!
¡No le hagas caso! ¡Tiene que importarte menos la opinión de los demás!
Cuando le tocó el turno a Baltasar todos comenzaron a meterse con él.
Su pelo naranja brillaba casi tanto como su cara de color semáforo rojo.
—¡Majestad! ¡Dejen paso a su majestad! —gritaron varios niños.
Lo de majestad era porque su nombre era igual al de uno de los Reyes Magos.
—¡Que te adelantan los camellos!
¡Seguro que te caes!
No hagas caso. Piensa en correr y nada más… ¡Aprieta esta piedra mágica con fuerza!
Baltasar notó que el rojo de la cara se le quitaba. La piedra parecía funcionar. Sintió como si le salieran alas en los pies y el deseo inmenso de echar a correr a toda velocidad.
Corrió como una centella y pulverizó las marcas de sus compañeros, que se quedaron con la boca abierta.
—Baltasar “el mágico” —dijo la señorita “B”.
—¡¡¡Ahhhhh!!! —exclamaron todos.
Baltasar pensó que había corrido así gracias a la “piedra mágica”.
En la siguiente prueba tenían que cruzar el río del parque saltando, y quien lo cruzara con menos saltos, ganaba.
Como te caigas en el río se reirán.
Toma esta otra piedra y métela en la zapatilla. Piensa en saltar y en que eres el viento.
Le tocó el turno a Baltasar.
Alguien gritó:
—¡Melchor…, Gaspar…, va a saltar y se cayó!
Todavía algunos niños se rieron a carcajadas.
Baltasar sintió que se iba volviendo transparente.
Deseaba desaparecer de la vista de sus compañeros. Eso era el bochorno.
Pero entonces ocurrió algo…
Sopló una ráfaga de viento. Como era casi transparente, pesaba menos. Su salto lo llevó lejos, muy lejos.
Cruzó el río de un salto y llegó al árbol en el que, alucinados, miraban sus compañeros.
—¡¡¡OOOHHH!!!
—Baltasar, ¡vaya día! No sólo corres como una gacela, sino que salías como un pájaro —dijo la señorita “B”.
Baltasar se sintió muy bien. No tuvo ganas de desaparecer.
Todos sus compañeros le aplaudieron encantados.
Los personajes que habían ayudado a Baltasar desaparecieron desintegrándose en el espacio.
Baltasar se guardó las piedras en el bolsillo, aunque presentía que no le harían falta nunca más. Se sentía muy seguro de sí mismo.
Todos se sintieron orgullosos de Baltasar; todos menos Emma, que era un poco envidiosa.
—Siempre te llamarás Baltasar —dijo Emma en voz alta.
—¿Qué pasa con el nombre de Baltasar? Es un nombre muy bonito —contestó la señorita “B”—. Además, yo me llamo Baltasara. A partir de hoy, me llamaréis así.
Hasta Emma se quedó sin ganas de meterse con Baltasar.
Desde entonces, Baltasar se sintió más seguro de sí mismo.
No sientas bochorno. Sé tú mismo.
¿Será que realmente las piedras no son tan necesarias?
RECETA para superar el BOCHORNO
Cuando sientas bochorno,
corte o apuro,
Piensa que los demás,
Muchas veces
También sienten Vergüenza, seguro.
Violeta Monreal
Bochorno
Madrid: Gaviota, D.L. 200
El Proyecto CUENTOS PARA CRECER consiste en la publicación de relatos destinados en especial a niños y adolescentes, así como a todos los que encuentran placer en la lectura.
Debido al tipo de historias ofrecidas, este proyecto permite reflexionar sobre una serie de valores considerados esenciales para el desarrollo del carácter, como la tolerancia, la solidaridad, el espíritu de diálogo y la honradez, proporcionando además un valioso instrumento de aprendizaje.
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