Cuentos para crecer: Adelaida va a la ópera

Adelaida va a la ópera

Adelaida va a la ópera

La señora Adelaida Caracol se prepara para una gran velada.

Hoy vuelve a actuar en la opereta de los caracoles, donde interpreta el papel principal.

Se estira delante del espejo y ensaya su papel. No hace falta que cante, sólo que lo finja, ya que los caracoles no oyen. Se pasa todo el mediodía delante del espejo para acabar de perfeccionar su papel.

Mientras tanto, Alfredo Caracol, su marido, se baña en la bañera nueva que, repentinamente, cayó del cielo hace unos días. Aunque está agrietada, cayó de tal manera que el agua de la lluvia no se derrama.

El tiempo pasa volando. Adelaida le da un empujón a Alfredo para que se dé prisa y se ocupe de Roberto.

Roberto es el pequeño de la familia y el caracol más lento de los alrededores. Está pegado en el techo del salón, al lado de la lámpara. Ése es su sitio preferido: desde allí arriba puede verlo casi todo de un vistazo.

Adelaida va a la ópera

Roberto baja de allí arrastrándose de mala gana y empuja enfurruñado su fresa de juguete. Preferiría quedarse en casa y jugar con el hijo de los vecinos. No le interesa nada el teatro, le parece aburrido.

Pero para la señora Caracol es muy importante. Le da un empujón a Roberto para que le eche una mano con el vestido de gala.

Se pone sobre los cuernos el sombrero que Roberto le ha traído del armario, pero está nerviosa y hoy no se gusta en absoluto.

Roberto le lleva un sombrero tras otro hasta que se queda sin aliento.

Ahora la señora Caracol quiere el sombrero con el ala de col, el que está al fondo del armario. Roberto está harto de rebuscar y sin que la madre caracol se dé cuenta, le da el primero que encuentra, el de berro de los prados.

Finalmente, ella se decide por ése.

“¡Ya era hora!”, piensa Roberto, y esconde los cuernos, disgustado.

Ahora la familia Caracol se mueve muy alborotada de un lado a otro de la casa. La señora Caracol porque tiene miedo de subir a escena. El señor Caracol porque todavía no están listos. Roberto es el único que no tiene tan claro por qué está nervioso. Probablemente, porque es muy lento y ahora tiene que darse prisa.

El despertador marca ya las cinco, y a las ocho se levanta el telón.

El señor Alfredo Caracol se enfada porque nadie ha inventado todavía relojes para caracoles, relojes que hagan tic-tac más lentamente. Resulta que el señor Caracol es el director de una gran fábrica de sopas, y todos sus trabajadores llegan tarde al trabajo cada mañana.

La señora Caracol se pone su chal de gala, y cuando se planta delante del espejo, se lleva un susto tan grande que hace temblar a toda la villa de los caracoles: ¡el chal se ha marchitado y las orugas se han comido los bordes!

Es el que llevó en su boda, y está ya muy reseco, pero no se puede desprender de él, por lo que lo vuelve a dejar en el armario.

Adelaida va a la ópera

El señor Caracol está muy pálido a causa del ajetreo. Él ya está listo: se ha pagado la pajarita y se ha puesto su imponente sombrero de copa sobre los cuernos.

Mientras Adelaida se empolva con polen y se cocía con perfume de lechuga, el señor Caracol se da cuenta de que Roberto ha desaparecido.

“Dónde se habrá metido este mocoso otra vez”, se pregunta mientras sigue el rastro de baba que ha dejado su hijo. Se arrastra por el camino del jardín hasta la puerta de la casa y, entonces, se detiene.

El rastro de baba sube por una de las ruedas de un coche, donde Roberto está pegado en medio del tapacubos.

La señora Caracol aparece por el camino del jardín y está guapísima.

En lugar de la hoja de lechuga marchita, se ha pegado un poco de nomeolvides en el escote.

El señor caracol se pone muy rojo a causa del perfume de lechuga, y Roberto empieza a toser.

La señora y el señor Caracol suben a la rueda del coche, se colocan junto a Roberto y le felicitan por la buena idea de ir al teatro de los caracoles de una manera tan rápida y cómoda. Pero viajar en el tapacubos es bastante arriesgado.

De repente, el motor traquetea y ruge con un ruido ensordecedor y empieza el viaje.

Ante los ojos de la familia Caracol, todo empieza a dar vueltas, y se esconden dentro de sus conchas. Se pegan al tapacubos con todas sus fuerzas para evitar salir disparados y acabar rodando por la carretera.

Si no se marease tanto, a Roberto todo esto le parecería muy divertido. La señora Caracol está a punto de desmayarse.

Cuando el coche, por fin, se detiene, todos se ponen muy contentos y se alejan de la rueda tan rápido como pueden.

El señor Caracol se seca el sudor de la frente, y la señora caracol se recoloca el sombrero.

Roberto ha perdido su pajarita, pero con el ajetreo nadie se da cuenta. Entonces empieza a refunfuñar y a mover los cuernos como un loco.

“No hacía falta que nos diésemos tanta prisa —dice—, hemos llegado demasiado pronto. ¿Qué hacemos ahora tanto rato?”.

La señora Caracol le tranquiliza, y recorren al último tramo del camino hasta el teatro tan despacio como pueden.

Allí todos esperan a la señora Caracol.

A pesar de los nervios, su actuación es magnífica. Todos la aplauden como diva de la ópera. Cientos de flores caen sobre el escenario, el público está entusiasmado.

El señor Caracol está muy orgulloso — Roberto hace rato que se ha metido dentro de la concha y … duerme.

Adelaida va a la ópera

Tatjana Hauptmann
Adelaida va a la ópera
Barcelona Flamboyant, 2010

El Proyecto CUENTOS PARA CRECER consiste en la publicación de relatos destinados en especial a niños y adolescentes, así como a todos los que encuentran placer en la lectura.

Debido al tipo de historias ofrecidas, este proyecto permite reflexionar sobre una serie de valores considerados esenciales para el desarrollo del carácter, como la tolerancia, la solidaridad, el espíritu de diálogo y la honradez, proporcionando además un valioso instrumento de aprendizaje.

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