Ágora*
Guido Mora
guidomoracr@gmail.com
Tenía que suscitarse un evento como el que aconteció en Guácimo el pasado fin de semana -el atroz asesinato de un inocente niño de 8 años, en manos de un drogadicto y depredador sexual-, para que la sociedad costarricense reaccione, cómo reaccionaría una persona frente una bofetada que lo regresa a la realidad, por la profunda descomposición social que está sufriendo nuestro país.
Hemos perdido nuestra capacidad de asombro y ha desaparecido la solidaridad que caracterizaba a los ciudadanos en nuestras comunidades.
Ya no nos afecta el asesinato de cada día, el joven que muere acribillado en la calle, o el sicario que cumple su trabajo y huye impunemente.
Sorprende ver como en algunas comunidades, los vecinos atacan a la policía cuando ingresan a capturar a ciertos delincuentes y, contrario a la lógica más elemental, protegen a los malhechores que transforman esas barriadas en zonas de seguridad para la venta y el consumo de drogas: los mismos padres de familia esconden y protegen a quienes constituyen un peligro para sus hijos, ya sea porque los inducen al consumo de drogas o porque les venden a terceros quienes, una vez que envenenan sus cerebros con esa basura, se transfiguran en animales, capaces de cometer delitos inimaginables.
De una manera u otra, todos nos hemos convertido en cómplices, por el silencio encubridor con que favorecemos a los delincuentes, que día a día incrementan su presencia y poder en nuestra sociedad.
Todos, de una manera u otra, hemos sido testigos de la venta, transacción o consumo de drogas en nuestros barrios. Observamos a vendedores y consumidores recorriendo nuestras comunidades y, por temor o pereza, no tramitamos las denuncias respectivas ante las autoridades competentes, para sacar a esos delincuentes del entorno de nuestras familias.
Los vecinos de Guácimo, que vieron al niño acompañar al delincuente cuando ingresaba en su casa, sin detenerlo o alertar de esta situación a los padres del infante son, de alguna manera, corresponsables de esta barbarie.
Cada uno de nosotros, que callamos y permitimos que los delincuentes se adueñen de los espacios públicos, somos corresponsables de esta descomposición.
¿Problema de este Gobierno? No, la situación que enfrentamos no es responsabilidad exclusiva por esta Administración. Es el producto del descuido, la inacción y el desentendimiento que han tenido, frente a este problema, anteriores gobernantes a lo largo de los últimos 20 años. La sociedad no se descompone en unos meses. Esta situación es el producto de las acciones por privilegiar y construir un modelo social focalizado, deshumanizado y egoísta, que privilegia el individualismo, elimina y desaprueba la solidaridad social.
Es el resultado también de la internacionalización del delito, que mueve miles de millones de dólares y tienta con sus ganancias a individuos, que no han podido vincularse al proceso productivo, por falta de interés o de estímulo social, lo que les inhibe de aprovechar las oportunidades que ofrece el sistema educativo costarricense. Este negocio infame convierte también en cómplices a profesionales, ambiciosos e inescrupulosos, que sólo piensan en amasar fortunas, aunque para ello tengan que pasar sobre la vida y la salud de miles de personas o que sencillamente se convierten en adictos, para satisfacer una moda social. Es un problema que impacta negativamente a la sociedad, sin discriminar clases sociales.
Ante esta siniestra realidad, muchos medios de comunicación son también corresponsables del deterioro social. Lucran con la muerte y apuestan al incremento de su circulación o su audiencia, a fuerza de alimentar el morbo de quienes pagan por ver la foto del último muerto, del suicida o del asesino.
Ya es momento de detener la permisibilidad y la tolerancia, que por miedo o falta de solidaridad social, hemos alimentado. Que este doloroso acontecimiento nos conduzca a recuperar la capacidad de asombro y a asumir un papel más activo en la lucha contra el crimen y la delincuencia.
Es momento de promover y fortalecer la organización comunal, de manera que nos permita blindar nuestros barrios contra los delincuentes, quiénes actúan libre e impunemente ante la falta de solidaridad y de interés de los vecinos, por el bienestar de sus comunidades.
Llegó la hora de exigir a los medios de comunicación una actitud responsable y mesurada ante los hechos delictivos, de manera que el menú informativo no esté constituido por los asesinatos y muertes que se producen en las calles del país. Es hora de que el “periodista sucesero” y sus jefes, se dediquen a informar sobre situaciones de fondo, que permitan superar los problemas de otra índole, que afectan nuestra sociedad. Es momento de exigir el enriquecimiento de la oferta informativa y dejar de lado la basura que recibimos todos los días de los principales medios de comunicación de masas.
Como sociedad y como país, no queremos que situaciones como las que se han presentado los últimos meses y, concretamente, los últimos días se repitan.
Asumamos la responsabilidad de transformarnos en vigilantes y sujetos activos, en la defensa de la seguridad de nuestras comunidades y nuestras familias.
Es a partir de este cambio de actitud, que comienza el fortalecimiento de la seguridad ciudadana en Costa Rica.
* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.