Costa Rica: una sociedad enferma y en deterioro

Ágora*

Por Guido Mora Mora
guidomoracr@gmail.com

Guido Mora

Sin ánimo de ser pesimista, mediando para los efectos sólo el realismo de la observación social y la interpretación del comportamiento de los costarricenses, he llegado a la convicción y al continuo refuerzo de la idea de que la sociedad costarricense está enferma y en franco deterioro.

Veamos algunas manifestaciones de esta terrible afectación:

Las redes sociales

Los insultos a diversas personas en las redes sociales, los más sonados y escandalosos -aunque no por eso únicos-, emitidos por un odontólogo a una diputada, son sólo una muestra del odio, el rencor, el desempacho y el pachuquismo, con que muchos costarricenses se manifiestan, en las redes sociales, aunque en el trato día a día no sean capaces siquiera de proferir un insulto o criticar abiertamente a un colega.

Comportamiento similar, solo lo había visto en algunos estadios que, aunque no soy asiduo visitante, he sido testigo de comportamientos horrorosos y hasta antisociales, por parte de amigos o conocidos.

Ni profesores, profesionales, diputados o exjerarcas públicos, religiosos, “paclover´s” o “fabrilover´s”, como se les da en llamar ahora, están exentos de culpa.

He leído y tengo documentadas algunas manifestaciones de personas que, estoy seguro, en otras circunstancias no se expresarían o manifestarían, de la forma como lo hacen en Facebook o en Twiter.

Es indispensable entender, que cualquier expresión que se publique en una red social acarrea responsabilidades. No estoy de acuerdo con impulsar la censura previa o atentar contra la libertad de expresión, como pretenden algunos fanáticos de uno u otro grupo. Pero debemos estar conscientes de que lo que publique, si es falso, denigrante o atenta contra el honor de alguien, tiene repercusiones legales y hasta económicas.

En esta óptica, es importante exigir a los usuarios de redes sociales que usen sus verdaderos nombres y la información fidedigna, con el fin de que asuman el extremo de las responsabilidades, cuando difaman a terceros. Las iniciativas que están emprendiendo algunas redes sociales como Twiter e Instagram, son absolutamente válidas, necesarias e indispensables y tienen como fin acabar con los creadores de troles, que utilizan, cobardemente, falsos perfiles, para decir barbaridades de quienes se les ocurra.

Hasta que eso no se ejecute eficazmente, seguiremos sufriendo la diatriba de insultos, estupideces y tonteras, que escribe más de un “experto todólogo” en el Facebook.

Diarios y noticieros

La morbosa tradición que tiene un diario de publicación nacional y algunos noticieros televisivos, de mostrar fotografías e imágenes de hechos sangrientos u otros similares, por un lado, y el consumo de estos productos de parte de un importante sector de la sociedad, son manifestaciones del grave padecimiento que sobrelleva nuestra sociedad.

Publicaciones dignas de pasquines o de líbelos indecentes, alimentan y se alimentan del morbo de las personas, para transformar en dinero, venta de ejemplares o “rating” televisivo -metalizar al fin y al cabo-, la muerte de ciudadanos, ya debajo de un vehículo, con un disparo en la cabeza o producto de otro ilícito.

Directores de unos u otros medios, con el afán de “vender más”, se muestran indiferentes a las iniciativas de “periodistas suceseros”, que por incapacidad de análisis y de reflexión sobre los verdaderos problemas nacionales, prefieren llenar sus espacios con fotos y crónicas de delitos o accidentes, antes de esforzarse por pensar sobre lo que realmente debería de analizar la sociedad y el público costarricense.

La indiferencia y el silencio ante el delito y el delincuente

La sociedad se ha vuelto indiferente al delito y al delincuente. En algunos barrios incluso atacan a la policía cuando se dirige a aprehender a un delincuente.

Como sociedad, hemos perdido la capacidad de asombro y callamos ante la presencia de delincuentes algunos, vecinos en nuestros propios caseríos, ya sea por temor a una represalia o sencillamente porque deseamos evitar que se nos involucre en un asunto de carácter legal.

Al final, no nos importa el deterioro en la sociedad. No es sino hasta que la violencia nos estalla en la cara, que logramos reaccionar y entonces, es demasiado tarde.

La globalización del delito nos alcanzó y la contundencia del ataque nos permite percatarnos de qué carecemos de los instrumentos jurídicos y sociales, para combatir a delincuentes nacionales e internacionales, capaces de acabar con la vida de las personas, cual si fueran menos que animales.

Agresividad en las calles y en las ciudades

Por cualquier motivo, ciudadanos de cualquier edad se dan de puños, se agreden o agreden a terceros, por el sólo hecho de no compartir sus criterios. La misma agresividad de las redes sociales, pero ahora en las calles y las ciudades, con consecuencias sangrientas para víctimas que muchas veces, no tienen ninguna participación real en los enfrentamientos.

Las imágenes de personas con las caras ensangrentadas o sus cuerpos llenos de moretones y golpes reflejan una situación pavorosa, que va en franco deterioro.

Agresiones a mujeres y femicidios

La violencia se ensaña también y de manera reiterada contra las mujeres. Los “piropos”, manifestación primaria del acoso; el acoso laboral; las agresiones; la violencia doméstica antes, durante y después de eventos deportivos; los intentos de violación y hasta el penoso y lamentable asesinato de una residente alemana y dos turistas -una mexicana y otra española-, nos terminan de avergonzar como sociedad.

No se trata sólo de la agresión o el asesinato de una turista en manos de un extranjero, como muchos han querido hacer ver. No se trata de explicar la indiferencia del costarricense ante el delincuente o ante la violencia. No se trata de señalar extranjeros que vienen a cometer delitos, como lo han pretendido hacer ver algunos “todólogos del Facebook”, en la manifestación más clara y evidente de aporofobia.

Se trata del asesinato de mujeres, en donde median razones sexuales, en manos de un hombre, cuya nacionalidad, al fin y al cabo, es poco importante.

Se trata de femicidios ante los cuales, muchos que dicen defender la vida sencillamente callan, de la manera más cobarde, porque no reditúa políticamente, en popularidad, en redes sociales o en medios de comunicación.

La sociedad costarricense está enferma, está despedazada y producto de esta fragmentación se ha producido la más absoluta paralización en la toma de decisiones. Se ha perdido capacidad de definir los instrumentos que nos permitan enfrentar y resolver los verdaderos desafíos que tenemos como sociedad.

Esta semana, con los últimos acontecimientos, me carcome la pesadumbre y el negativismo. No creo, lamentablemente, que a corto plazo tengamos las agallas, el liderazgo y la convicción de abandonar el estado de cosas presente y poder construir, como lo hicieron los costarricenses de la primera mitad del Siglo XX, un país solidario, responsable y generador de oportunidades, para las nuevas generaciones.

Concluyo que, como sociedad, le hemos fallado a las generaciones futuras.

Estimados amigos y amigas, el horizonte luce sombrío y, aunque no queramos reconocerlo, todos somos responsables de esta dolorosa y cruda realidad.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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