Conversemos sobre tratamientos y medidas sanitarias

Por Yayo Vicente

Yayo Vicente

El COVID-19 no nos acostumbra a ninguna rutina. A veces podemos hacer algo y luego nos dicen que no. Con esperanza vemos la posibilidad de un medicamento y de pronto se nos informa que no sirve para nada. Es una pandemia con un virus nuevo, ni nuestros organismos lo conocían, ni tampoco nuestra medicina. Costa Rica no es la excepción, en el resto del mundo están igual de desesperados.

Hay que tener cuidado con tanta información, con nuestra esperanza y deseo de encontrar una salida.

Aunque esto empezó el 6 de marzo, parece una eternidad. Los optimistas predicen de seis a ocho meses más de lo mismo. Tal vez dure hasta el primer trimestre del año entrante, cuando podremos vacunarnos y despertar de esta pesadilla.

Para armarnos de paciencia para los meses faltantes, tal vez conocer algunos puntos básicos nos ayuden un poco. El mundo no ha estado cruzado de brazos, pero los esfuerzos frenéticos, no han sido suficientes.

Tratamientos

En materia de tratamientos, se han sometido a investigaciones medicamentos que ya se utilizan en seres humanos con otros propósitos, ejemplos son: cloroquina e hidroxicloquina (antimaláricos), ivermectina (antiparasitario), azitromicina (antibiótico), lopinavir y ritonavir (antivirales), amlodipino, losartan y famotidina. Ninguno ha superado las pruebas controladas, ninguna investigación arrojó resultados prometedores. Hasta hoy, ha sido un callejón sin salida.

El remdesivir (un profármaco) desarrollado para el Ébola, ha sido autorizado (por la FDA) para situaciones de emergencia durante la pandemia de la COVID-19. Se puede recetar el remdesivir para los pacientes hospitalizados muy graves.

También se ha utilizado con éxito suero de sobreviviente (homólogo) y Costa Rica iniciará pruebas clínicas con suero equino (heterólogo).

Mientras tanto, para que la persona sobreviva a la enfermedad, lo que se hace es tratar de mantenerla con vida. Se usa mucha parafernalia tecnológica y un médico intensivista que se desvive por mantener respirando a su delicado paciente. En los complicados por una sobre respuesta inmune (tormenta de citoquinas), se utiliza la dexametazona (esteroide) y en aquellos que desarrollan embolias, se está utilizando heparina (anticuagulante).

Tratamientos mágicos

En una enfermedad en la que más del ochenta por ciento de los pacientes cursan sin síntomas o con una enfermedad benigna, es tierra fértil para las curas mágicas. Igual nos pasa con los resfríos comunes, que los pasamos con el caldito de pollo de la abuela, la frotadita con Zepol®, una buena sudada, un trago de guaro con limón…

Mientras el cuerpo reacciona y nos curamos, algunos antigripales nos quitan síntomas molestos. Nos reducen la moquera, el dolor de cuerpo, la tos, nos bajan la fiebre y tienen antihistamínicos que dan sueño y uno duerme riquísimo. No nos curan, nos hacen sentir menos mal. La verdad todos nos íbamos a curar, con o sin medicina mágica o sintomática.

Ese no es el caso del clorito de sodio, que como algunas medicinas mágicas, suele ser difícil de conseguir y es recetado por personas que no saben de medicina. No es tóxico en las dosis que aconsejan (aunque no se tienen datos de toxicidad crónica).

Si el paciente pertenece al 80% de quienes que cursan un cuadro benigno y a veces hasta asintomático, nos da la falsa impresión que funciona. Es más falso que billete de tres mil colones. Tampoco sirve la infusión de cucarachas, los pelos del chompipe, ni los huevos de gallina casada.

Antes de tener vacuna

Mientras no tengamos vacuna, se debe partir de la imposibilidad de conseguir inmunidad de rebaño mediante infección natural. Para que se infecte de manera natural al menos el 60%, demasiados iríamos a parar a los panteones. Por eso se descarta esa opción, en casi todos los países civilizados.

De los que enferman por COVID-19, al menos el 10% presentan un cuadro tan grave, que deben ser tratados en un hospital (donde se pueden hacer los esfuerzos médicos necesarios, para evitar su muerte). Si son muchos los que tienen que ir a parar al hospital, se colapsa la oferta de servicios médicos en esa instancia.

Si lo comparamos con sarampión o tosferina, el Ro (número básico de reproducción) del COVID-19 es bajo. Esa característica puede ser utilizada a nuestro favor, pues si le ponemos algunas zancadillas al virus, podremos aplanar la curva.

Mientras no dispongamos de vacunas, nos quedan pocas opciones:

  1. Afectar la trashumancia, reduciéndola hasta donde se pueda y para quienes puedan. Eso impacta la circulación viral. La trashumancia es la circulación de las personas y por eso se ordena el cierre del comercio y se aconseja a la gente no salir o salir poco. Es una buena zancadilla, entre menos circulación viral exista en el ambiente, más difícil para el virus pasar de una persona a la otra.
  2. Bajar la carga viral por debajo de la «dosis infectante», que son unos cuantos cientos de partículas virales. Con distancia social, mascarillas, lavado eficiente y frecuente de manos, desinfección de cosas que tocamos muchos (contaminación cruzada en fomites), no tocarse ojos, nariz o boca. Para enfermarse de COVID-19, es necesario que nos ingresen algunos cientos de partículas virales, unos cuantos no podrían iniciar una infección.
  3. Esperamos que el suero equino, reduzca el tiempo hospitalario y las secuelas. Tal vez se consiga bajar la remisión de pacientes a camas-UCI (con mucho artefacto médico, escaso y caro) y uso extremo del tiempo de médicos intensivistas. El suero equino que nos brinda el Instituto Clodomiro Picado, será el único tratamiento verdadero del mundo, para tratar enfermos complicados de COVID-19. Aunque es de uso intrahospitalario y bajo cuidado médico, ofrece hoy por hoy, una agradable brisa de esperanza.

Nos llegó el suero equino, justo a tiempo. Los hospitales están al máximo de su esfuerzo, por eso cualquier medida heroica para disponer de esa “herramienta” cuanto antes, será bien recibida. Voltaire acuñó la frase “lo perfecto es enemigo de lo bueno” pues es mejor avanzar haciendo cosas con un buen resultado en un tiempo razonable antes que dedicar un tiempo excesivo, esperando alcanzar un resultado perfecto.

Fuera de esas tres acciones, es MUY poco lo que se puede hacer.

Tengamos paciencia, ayudemos a quienes no pueden quedarse en casita y tienen críos con la pancita vacía. Por delante tenemos días aún más difíciles y cifras cada vez más grandes.

Dejemos de pensar en proyectos faraónicos, en trencitos y seamos pragmáticos. En abril del 2021, debemos estar con la moral y el entusiasmo en máxima capacidad, nuestro aparato productivo debe estar en buena forma para arrancar a toda máquina el país y recuperar el tiempo que nos hizo perder la pandemia.

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