Contratemos buenos gobernantes

Progresemos

Carlos Manuel Echeverría Esquivel

Carlos Manuel Echeverría

Según estudios realizados para el caso costarricense por académicos de la Universidad de Harvard entendidos en la Teoría de la Motivación de McClelland, no conozco otra mejor de la cual aferrarse, en la interacción de las tres variables de la mencionada teoría, en términos generales el nivel de poder a satisfacer excede por mucho al nivel de logro y al de afiliación. La necesidad de satisfacer un nivel alto de poder, lleva fácilmente al autoritarismo y pareciera que a embarcarse en aventuras especulativas sin mayores consideraciones.

Un nivel de poder alto tiene su lado bueno en el sentido de que los empoderados, en general el grueso de la población, no tolera el abuso del poder por parte de otros, especialmente cuando se mansilla la propia dignidad individual, Así mismo, la gente es dada a opinar y participar en temas de su interés. Cuando ese afán por satisfacer un nivel alto de poder se da en personas con una formación insuficiente para ocupar cargos de autoridad vienen los problemas.

Se puede inferir que en los últimos gobiernos han participado multitud de funcionarios con una formación insuficiente o inadecuada al cargo ejercido a un nivel de gestión política-gerencial alto, de muchos de sus integrantes, no todos por supuesto. Esto hace que los individuos actúen con tendencia hacia el autoritarismo, sin realizar el análisis adecuado antes de tomar una decisión cualquiera, lo que los lleva a cometer errores que le toca pagar a toda la sociedad en el peor de los casos o que implica dolorosas y hasta ridículas correcciones. Muchos ni siquiera administran o sea cuidar pero nada cambiar y menos gestionan…mandan, lo que es inaceptable. Son algunos partidarios de la economía vudú. Si a eso, como una expresión de lo biológico en nosotros se le suma la corrupción que prevalece en muchos inescrupulosos y de pobre ética, el tema de la gestión se vuelve aún más complejo.

Sin duda estas situaciones como las mencionadas podrían obviarse si para ejercer un cargo público de nivel gerencial, se le exigiera a quien va a ser nombrado atestados suficientes que demuestren capacidad de gestionar públicamente. Esto implica no solo conocimientos de la materia institucional sustantiva. Implica conocimientos formales y ojalá experiencia en gestión pública la que tiene elementos comunes con la privada pero con las particularidades de la institucionalidad pública.

El mismo afán por satisfacer los requerimientos emocionales de un nivel alto de poder en personas de formación inadecuada o insuficiente, impulsa a muchos a aspirar a cargos políticos como la presidencia de la república, vicepresidencias y diputaciones, a veces dos al tiempo, sin percatarse conscientemente o subestimando las implicaciones delicadas del ejercicio de un cargo público, que conlleva la majestad de la presidencia o vicepresidencia de la República, así como la responsabilidad implícita en el acto de legislar. Flaco favor le hacen a la democracia al convertir un partido de futbol en una “mejenga” como las de un recreo colegial, 30 contra 30, como es el caso actual de las elecciones presidenciales en Costa Rica.

Dicho afán se arraiga y generaliza cuando se tiene un alto porcentaje del universo electoral como no comprometido, 68% se dice en el caso de Costa Rica o un porcentaje relativamente alto de abstencionismo, que bajará en el caso del país pero actualmente calculado en 39%, por alguna de las últimas encuestas. Los aspirantes especulan que puede capitalizar esa indecisión.

No es despreciable la cantidad de candidatas y candidatos sin trayectoria política o experiencia en el ejercicio de la gestión pública, visión, corrección, transparencia en su actuar, formación adecuada, claridad de ideas plasmadas en una propuesta realista y estructura partidaria que haga pensar que el candidato cuenta con suficiente apoyo como para tener el material humano necesario para constituir un equipo de gobierno de primera categoría.

Estamos a menos de 4 meses de la votación para comandar el Poder Ejecutivo y ostentar una curul. Desde ya hay que tomar la seria decisión de votar. Quien no vote, incumple su deber y mancilla derechos. Eso es lo primero. Luego viene la decisión de por quienes votar.

Vivimos los tiempos de la “civilización del espectáculo”, como tan acertadamente lo describió don Mario Vargas Llosa. Tiempos de masificación de la democracia, como debe de ser, pero con ciudadanos no idealmente preparados para ejercer su voto razonado en función a quienes “se contratará” para liderar el Poder Ejecutivo o ejercer una curul. En otras latitudes se ha elegido literalmente a cómicos y payasos en los mencionados cargos simplemente porque son conocidos en el ambiente del espectáculo o noticioso con resultados nefastos.

Aquí en Costa Rica elegimos la última vez a un grupo al que le ha faltado mucho para gestionar con calidad, escogiéndolo sobre una alternativa impresentable. No es necesario mencionar como llegamos a ello, pero si me parece importante solicitar en esta ocasión un voto razonado, consistente al menos con los requerimientos de excelencia señalados en este ensayo, así como pensando en elegir a alguien que nos una y nos de tranquilidad.

Ex profesor de Ciencias Políticas UCR.

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Un comentario

  1. Gustavo Elizondo

    Mi amigo Carlos Manuel, buen análisis, pero como dice don Mario, (saludos hace ratos de no saber de él), nos podemos quedar sin cartas en la mano, no es un derroche de liderazgos lo que tenemos al frente.

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