Por Irena Güttel (dpa)
Núremberg (Alemania), 20 nov (dpa) – Por las manos de Patrick Meierhofer y su equipo de la empresa AOG de Schwaig, en las afueras de Núremberg, pasan a veces auténticos tesoros, aunque a simple vista parezcan más bien juguetes.
Los expertos examinan hasta 3.000 cromos al mes para evaluar su estado. Por lo general, muestran personajes de series animadas de televisión o deportistas.
Los cromos se han convertido en codiciados objetos de intercambio en los patios escolares de Alemania. Pero muchos adultos también los coleccionan y están dispuestos a desembolsar miles de euros por ejemplares raros.
Una colección de casi 300 cromos de 1993, que AOG tasó para un cliente, puede encontrarse actualmente en Internet hasta por un millón de euros (1,06 millones de dólares).
¿Cómo es posible que estas estampas cuesten tanto? «No son valores reales, sino emocionales», explica Meierhofer. «En última instancia, es similar a las acciones en la bolsa, donde la oferta y la demanda determinan el precio».
Los cromos constituyen un verdadero mundo aparte. Algunos tienen como única finalidad ser coleccionables. Otros están diseñados como un juego, en el que uno arma su propia baraja y compite contra otros. Pero incluso en estos casos, hay gente que solo quiere coleccionarlos.
En cualquier caso, el concepto es siempre similar: normalmente los cromos se comercializan en paquetes o cajas cuyo contenido es una sorpresa, ya que incluyen muchos que aparecen con frecuencia, pero con suerte también contienen una o dos imágenes realmente difíciles de conseguir.
«Hay cromos que se producen en pequeñas cantidades y ediciones limitadas. Estos son exorbitantemente buscados por los coleccionistas», explica Carol Rapp, directora general de la feria internacional de juegos «Spiel Essen».
Según Rapp, los juegos de estampas coleccionables existen desde hace unos 30 años. El primero de este tipo fue Magic, al que siguieron Pokémon y Yu-Gi-Oh.
Desde la pandemia del coronavirus, los expertos del sector observan un gran auge. «En los últimos años apareció un número increíble de nuevos juegos de imágenes coleccionables, dirigidos a diferentes grupos de interesados», explica Rapp.
El gigante alemán del sector Ravensburger, por ejemplo, presentó el año pasado su primer colección de cromos, Disney Lorcana, e invirtió considerables recursos durante tres años en el «mayor lanzamiento de un producto en la historia de la empresa», según un portavoz.
Las cifras facturadas por este segmento muestran el potencial de los cromos. Según la empresa de estudios de mercado Circana, las estampas coleccionables registraron tasas de crecimiento de dos dígitos en los últimos años y se mantuvieron estables en 2024, a pesar de la tendencia general de reducir el gasto en Alemania.
De acuerdo con Circana, las ventas en el mercado de los juegos aumentaron en un 0,9 % hasta finales de agosto, siendo los cromos uno de los motores del crecimiento.
La plataforma Cardmarket afirma ser el mayor minorista de Europa. El año pasado vendió más de 80 millones de cromos. El más costoso del mercado hasta la fecha estuvo cifrado en 62.000 euros y fue ofrecido en 2022.
«Los precios se fueron a las nubes durante la pandemia, pero ahora se han vuelto a normalizar», dice Bernhard Breit, propietario de BB Spiele en Rosenheim, Baviera. También él llegó a vender un cromo por una suma de cinco dígitos. «Pero eso es bastante inusual», admite, ya que la mayoría cuesta entre uno y diez euros.
El rapero estadounidense Post Malone saltó a los titulares el año pasado cuando pagó más de dos millones de dólares por un raro cromo.
La empresa de Meierhofer suele tratar con personas dispuestas a gastar mucho dinero en su pasión por el coleccionismo. «En su mayoría son adultos jóvenes que concretan los sueños de la infancia, ahora que tienen dinero». Pero esa no es la única razón. «Los cromos coleccionables pueden ser una inversión, si se los cuida bien».
Lo decisivo para el precio no es solamente lo difícil que sea de conseguir una estampa, sino también las condiciones en las que se encuentra, que son evaluadas por los especialistas de AOG con ayuda de un método digital.
Al final del procedimiento, los clientes obtienen un certificado digital y el cromo es guardado en una funda de plástico impermeable que lo protege de los rayos ultravioletas. Bien conservado, puede llegar a valer mucho dinero dentro de unos años.