Coco de mer: la nuez más erótica del mundo crece en las Seychelles

Por Joachim Hauck (dpa)

Coco de mer: la nuez más erótica del mundo crece en las Seychelles
A algunos los incomoda cuando lo ven por primera vez: el fruto femenino del coco de mer se asemeja al órgano sexual femenino. Foto: Gerard Larose/STB/dpa

Los botánicos aficionados se extasían al verla, los adolescentes se ríen avergonzados y a veces se sonrojan, las madres estadounidenses algo mojigatas cubren los ojos de sus hijos, y es que ninguna planta de las islas Seychelles provoca reacciones tan dispares como el coco de mer.

Esta nuez gigante es única no solo por su rareza, tamaño y atractivo precio. Su apariencia es también muy particular. El fruto femenino se parece al órgano sexual femenino y el árbol masculino se presenta con una apariencia bastante fálica.

El coco de mer es extremadamente sexy y es considerado con razón el fruto más erótico del mundo. La planta que lo produce se halla solo en las Seychelles, donde crecen unos 5.000 ejemplares en el valle de Mai, en la isla de Praslin.

Se trata de un valle a cierta altitud de casi 20 hectáreas, que fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco en 1983.

 
Cientos de turistas transitan cada día la selva bajo las enormes hojas de palma que crecen densamente, tanto que, incluso en caso de lluvia, apenas cae una gota sobre los visitantes.

En algún momento, todos ellos se detienen devotamente ante los padres del coco de mer: las poderosas y primitivas palmeras de las Seychelles que solo han logrado sobrevivir en Praslin y en la pequeña isla vecina de Curieuse.

Louis es guía y además un experto en el coco de mer. El extraño nombre de la «nuez de mar», explica, se debe a un malentendido. «Las nueces caían al mar y eran arrastradas por la corriente hasta las lejanas costas de la India, Sudáfrica o las Maldivas. Como nadie las había visto crecer allí, se pensó que debían venir del fondo del mar», comenta.

La leyenda tomó forma cuando el navegante portugués Fernando de Magallanes informó a principios del siglo XVI sobre estas nueces flotantes, que crecían en un poderoso árbol en las profundidades del mar. A veces, afirmaba con convicción, el árbol podía verse incluso en aguas menos profundas, pero extrañamente desaparecía tan pronto alguien se sumergía.

La gente siempre se sintió fascinada por el coco de mer, aunque se supiera poco sobre él. El guía turístico, por supuesto, lo conoce bien.

Una sola nuez de mar puede llegar a pesar 20 kilos. Le lleva 20 años crecer y ser fertilizada, de lo que se encargan las semillas más grandes de todo el reino vegetal, que provienen de las palmeras masculinas, cuyo órgano parece un pene de un metro de largo.

Pasan meses antes de que las semillas empiecen a germinar en el suelo y un año antes de que aparezca la primera hoja. Cada nueva hoja tarda otro año, y como todo va tan lento, el ciclo de la vida también se alarga.

Se calcula que una palmera de las Seychelles puede vivir hasta 800 años, aunque solo se tiene la certeza de que por lo menos puede llegar a 300.

La ciencia aún no sabe cómo funciona exactamente la fertilización. Según Louis, la creencia popular tiene la respuesta: si las noches son tan tormentosas que nadie va al bosque, las palmeras se aparean.

Según la leyenda, cualquiera que se aventure en el valle de Mai para verlos hacer el amor debe morir en el acto. Por este motivo nadie tiene ninguna prueba o fotografía del acto.

De cualquier manera, el coco de mer siempre fue considerado el fruto de la tentación y fue muy buscado. Ansioso de obtener grandes ganancias, un agrimensor francés llevó las preciosas semillas a Europa, y al hacerlo alimentó un verdadero frenesí de compra entre los más adinerados.

El emperador germánico Rodolfo II, que poseía una extensa colección erótica, parece que pagó 4.000 piezas de oro por una coco de mer. En el Imperio Británico, un ejemplar se llegó a vender por 400 libras esterlinas, lo que llevado al valor actual representaría alrededor de unos 71.250 dólares.

Por supuesto, no a todo el mundo le gustaba el comercio con estas nueces gigantes. El general inglés Charles Gordon, por ejemplo, escribió un documento muy serio en 1883 en el que advertía contra su compra, ya que la palmera prehistórica era precisamente el «árbol de la tentación», a través del cual Adán fue seducido por Eva.

Para probarlo, dibujó un mapa que ubicaba al Edén en el Océano Índico y marcó el bosque de palmeras de Praslin como el centro del paraíso.

Algunos visitantes del valle de Mai tratan de llevarse un coco de mer a casa, pero la nuez gigante es difícil de pasar desapercibida en el equipaje de un viajero.

Es mejor ir a la Fundación de las Islas Seychelles. Siempre tienen en stock y expiden un permiso oficial de exportación, cuya tasa es de unos 235 dólares. A eso hay que añadir el recargo por los hasta 20 kilos de exceso de equipaje.

 
dpa

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