Carlos Iaquinandi Castro
Medio siglo ya. Que lejos y que cerca queda esa terrible jornada para el pueblo chileno. En aquel trágico dia, las emisoras de radio fueron el vínculo que tuvimos en Argentina para seguir los acontecimientos que sucedían en el país vecino. Las esperanzas de una transición democrática, de un proceso de cambio social, político y económico en nuestra América, se derrumbaban de la única manera posible: por la fuerza, la violencia y el crimen.El gobierno de la Unidad Popular, legítimamente instaurado por el voto popular 3 años antes, había desarrollado gran parte de las 40 medidas de su programa, que significaban un avance para las mayorías sociales. Desde la jubilación a los 60 años, hasta la matrícula gratuita y el material escolar para todos los niños chilenos. Aumentos en los salarios de los trabajadores. Planes de emergencia de vivienda. Atención sanitaria universal y medicinas gratuitas en los hospitales. Reforma agraria a favor de pequeños y medianos agricultores. Nacionalización de las empresas básicas de servicios. Becas para estudiantes. Acceso a viviendas dignas con apoyo estatal. Disminución de los sueldos de los altos cargos de la administración.
Todo indicaba que el proceso convertía en realidad las aspiraciones básicas de los sectores populares. Sin pretenderlo, Chile se convertía en un ejemplo para el resto de países del continente. Y esa fue la causa fundamental para que desde fuera de Chile comenzara a gestarse su derrocamiento por la violencia.
Los años transcurridos desde entonces, permitieron ir conociendo los documentos y las tramas que implican directamente al gobierno de Nixon y a su secretario de estado Henry Kissinger, en impulsar el derrocamiento violento de Allende, urdido con la complicidad de militares chilenos, políticos conservadores y grandes empresas privadas. El objetivo era anular el posible ejemplo que representaba el gobierno de la Unidad Popular para el resto de los países del continente: un cambio pacífico y legal por la vìa electoral teniendo como prioridad a los trabajadores.
Los presuntos “demócratas”, recurrieron a la violencia criminal, bombardearon a su propio pueblo para instaurar una feroz dictadura que anuló todas las libertades, encarceló, torturó, asesinó y provocó el exilio de miles de chilenos.
Hoy toca ser memoria. No olvidar las complicidades que tuvo ese golpe. Pinochet fue un mero ejecutor del complot que se gestó en Washington. Un dictador por encargo de quienes decidieron “borrar” el ejemplo que representaba la transición pacífica y por las urnas hacia un gobierno de cambios a favor de las mayorías.
Hoy es un día para recuperar el último discurso de Salvador Allende a su pueblo por Radio Magallanes. El mejor tributo a su memoria es volver a escuchar su voz en las que el mismo vaticinó serían sus últimas palabras. Cualquiera puede hacerlo. Hay muchos enlaces disponibles en Internet.
“Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.” …”Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
SERPAL (Servicio Prensa Alternativa)