Causas de la derrota de Liberación Nacional

Las derrotas de Liberación Nacional y el informe de la secretaría de planes y programas

Ágora*

Guido Mora
guidomoracr@gmail.com

Guido Mora

Participé en la presentación y leí con paciencia, el informe que preparó la Secretaría de Planes y Programas, a solicitud del Secretario General, sobre las causas de la derrota del Partido Liberación Nacional.

He mirado impasible el comportamiento de las estructuras de poder -formales e informales-, ante la situación que está viviendo Liberación Nacional como partido, frente a una realidad contundente: la erosión permanente del apoyo electoral y la pérdida paulatina de respaldo de los diversos sectores sociales, al que otrora fuera, la organización de mayor trascendencia en el escenario político nacional.

He esperado que surjan criterios y opiniones, desde la cúpula partidista, que analicen y aquilaten los contenidos de ese documento, con el fin de aglutinar mayor cantidad y variedad de criterios. Lamentablemente, hasta el momento ha prevalecido un silencio sepulcral, premonitorio de lo que puede ser el futuro de Liberación Nacional.

Quiero, por eso, dejar consignado, en esta columna, mi criterio sobre este tema.

Desde mi perspectiva, el informe presentado por la Secretaría de Planes y Programas es un documento inocuo, falto de rigurosidad y carente de cientificidad, para no hablar de la absoluta ausencia de profesionalismo y de la ausencia de un esfuerzo riguroso, para identificar las causas reales de las recientes derrotas liberacionistas.

Hablar del protagonismo de uno de los candidatos de otro partido político o de que la derrota corresponde al éxito de las acciones históricas del partido, es no comprender lo que realmente ha ocurrido en Liberación Nacional, a lo largo de más de dos décadas y del deterioro paulatino del apoyo electoral a las propuestas, por parte del electorado costarricense.

Más que la identificación de las causas de la derrota, el informe parece ser un escrito preparado para diluir las responsabilidades y defender, con compadrazgos partidistas, la posición de los “compañeros de causa”.

El verdadero problema de Liberación Nacional se refleja en la actitud que, por poner un ejemplo, asumió, -al igual que una buena cantidad de liberacionistas de la élite partidaria-, quien redacto ese documento. ¿En qué sentido? El Secretario de Planes y Programas de Liberación Nacional, por años defensor del desarme, le dio lo mismo sentarse en una silla del Balcón Verde, sede de lo que se supone es un partido democrático y progresista, que compartir una mesa con un promotor del armamentismo, y a la diestra del candidato de un partido político confesional, representante de una secta neopentecostal, caracterizadas en su conjunto, como parte de los grupos más conservadores de la sociedad contemporánea latinoamericana.

Y no es un tema de carácter personal, con quien ocupa en este momento esa posición, es una actitud de muchos que, como lo he expresado en otros artículos, a costa de accesar el poder, están dispuestos no sólo a entregar las banderas políticas, sino también las ideológicas.

Desde mi óptica, el principal problema que tiene Liberación Nacional y una de las causas fundamentales de las derrotas que ha sufrido es, ni más ni menos, la ausencia de una partitura.

Considero que desde hace muchos años, a pesar de existir congresos ideológicos y documentos producto del esfuerzo reflexivo realizado en esas actividades, que se supone deberían de orientar el quehacer partidista, Liberación Nacional perdió su norte.

Hoy, y desde hace ya bastantes años, no se escuchan, desde el PLN, respuestas convincentes a ciertas preguntas, por ejemplo, ¿qué es Liberación Nacional?, ¿qué ideas impulsa esta agrupación política?, ¿cuáles son los criterios y las propuestas de Liberación Nacional, sobre los grandes problemas que aquejan a la sociedad costarricense? Y no me refiero a lo que piensa el candidato de turno o sus acólitos coyunturales, sino a lo que esa agrupación, como partido, pueda fundamentar como una posición sostenida y convincente, ante el electorado nacional.

Esta pérdida de identidad política es uno de los causantes del desapego social que, con el tiempo, se ha venido acrecentando, entre la estructura partidaria y el electorado costarricense.

En este orden de cosas, no se pueden planificar o ejecutar programas de capacitación o formación política, debidamente estructurados, pues no hay una orientación ideológica clara, sino que el devenir del partido y las ideas que lo representan, no son sino las que impulsan los candidatos de turno, que responden, generalmente, a la concepción ideológica de los grupos económicos que lo respaldan y a las opciones que las élites y la estructura partidaria considera la que más le conviene, desde su concepción del partido cómo un medio para alcanzar posiciones de poder y satisfacer sus intereses particulares. Como corolario, prevalecen los intereses de élites de los grupos existentes dentro del partido, ante el interés de las mayorías.

Este partido, que nació del análisis y la reflexión sobre la realidad política, desde el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, ha dejado de pensar y ha privilegiado, desde una perspectiva meramente utilitaria, la consolidación de una maquinaria electoral que, durante algunos años, le fue suficiente para ganar las elecciones, pero que hoy, no es sino un pesado lastre en la realidad política del siglo XXI.

Le prevalencia de esta maquinaria electoral y la falta del estudio y análisis político ha tenido además dos repercusiones negativas: por una parte, se ha privilegiado el servilismo y la complacencia, sobre la crítica constructiva. Esta situación ha conducido a que muchos candidatos, en diferentes momentos de la historia reciente, hayan privilegiado la participación activa de aduladores, sobre quienes ejercen una participación crítica, comprendida como un mecanismo destinado a identificar y superar los problemas, a que debe hacer frente la organización y; por otra, ha fomentado el anquilosamiento de una dirigencia territorial, que tiene la capacidad de adaptarse a cualquiera de las propuestas “coyunturales” impulsadas por el candidato de turno, por sobre un compromiso ideológico- programático que, de existir, pasa a segundo plano, ante la posibilidad de obtener el poder político y la satisfacción de sus necesidades particulares.

La carencia del esfuerzo reflexivo provoca, además, la reducción de capacidad para realizar una lectura correcta de la coyuntura política nacional.

Esta dura realidad es la causante de que, con el tiempo, el Partido Liberación Nacional haya ido perdiendo, paulatinamente, las alianzas sociales que le hacían una organización importante en el juego por el poder.

Mientras que hace unos años Liberación era la correa de transmisión de los intereses de los sindicatos, de la clase media, de muchos sectores de profesionales, de los cooperativistas, de los jóvenes y las mujeres, entre otros grupos sociales; en las últimas campañas electorales, sus únicos aliados políticos han sido algunos representantes de sectores económicos conservadores y los seguidores de algunas sectas neopentecostales, que conjuntamente con una dirigencia clientelista del Cantón Central de San José, reeligieron en la Alcaldía a Johnny Araya Monge, después de su indecoroso abandono del proceso electoral del año 2014.

La campaña del 2018 refleja también esa alianza. Las manifestaciones más claras de este comportamiento son la lucha que libró en su momento Antonio Álvarez, para promover la candidatura de Gonzalo Ramírez, representante de ese grupo político-religioso, que le condujo a obtener la Presidencia del Congreso en mayo de 2017 y, el posterior apoyo que el excandidato liberacionista brindara al Partido Restauración Nacional, al verse excluidos del balotaje electoral.

En la política no hay vacíos de poder y, esta posición que abandona Liberación Nacional es ocupada por un partido emergente que, desde su creación en diciembre del año 2000, promueve y se hace eco de las múltiples críticas que realizan numerosos sectores sociales al accionar del PLN. El Partido Acción Ciudadana llena ese espacio y se convierte, en el imaginario del electorado, en la opción política que representa los intereses de amplios sectores sociales.

Otro tema que perjudica al Partido Liberación Nacional y que está vinculado con la poca o nula renovación de liderazgo, es la señalización reiterada, de la vinculación con casos múltiples de corrupción o de faltas a la ética pública.

Las acusaciones de falta de probidad en el manejo de los asuntos públicos han empañado las acciones de los representantes liberacionistas, desde hace ya muchos años: el fondo de emergencias, los malos manejos en el programa de asignaciones familiares, Aviación Civil, la Comisión Nacional de Emergencia, el caso ICE-ALCATEL, la construcción de la trocha fronteriza y las acusaciones contra la ex defensora de los Habitantes, para mencionar solo algunos, han salpicado a líderes y representantes de este partido político, sin que haya existido una estrategia bien articulada y una reacción contundente de la cúpula partidaria, en cada uno de los casos, que señale, condene o separe a los presuntos infractores de la militancia partidaria y así demostrar a los costarricenses una posición férrea ante posibles delitos de falta a la probidad en el manejo de los asuntos públicos.

Aunado a todo lo anterior y, aunque en el famoso tema del “cementazo” no aparecieron vinculadas directamente figuras políticas liberacionistas, los costarricenses tenían la presunción de que la denominada “red de cuido”, en que participaban integrantes del Poder Judicial, formaba parte de una estructura impulsada por representantes de Liberación Nacional. De allí que el partido y los líderes en esta campaña política, no pudieron eximirse de las dudas que prevalecían en esta red de tráfico de influencias, que jugó un papel tan importante en el proceso electoral recién concluido. Esta afirmación, sin ser necesariamente cierta en la realidad, fue cierta en sus consecuencias.

A los factores antes señalados se le debe adicionar la complejidad de la coyuntura electoral y el fraccionamiento de un electorado que años atrás era mucho más homogéneo.

En relación con la coyuntura debemos señalar que hasta el mes de noviembre, las condiciones políticas reflejaban a un candidato liberacionista con suficiente apoyo en la opinión pública, al punto que se consideraba que iba a presentarse el balotaje y que era indiscutible la presencia de Antonio Álvarez, como protagonista.

El tema del “cementazo” golpeaba frontalmente a Carlos Alvarado y al PAC, por lo que no se podría presumir que se diera un crecimiento de apoyo popular al candidato del partido oficialista.

El domingo 3 de diciembre se realiza una marcha en defensa de la familia, como reacción de los grupos más conservadores de la sociedad, conformados por ciertos sectores de la Iglesia Católica y por grupos de sectas cristianas, quienes se oponían al matrimonio entre personas del mismo sexo y en defensa de la “familiar tradicional”. Este acontecimiento marca el inicio del crecimiento del Partido Restauración Nacional y la pérdida de la posición que tenía el candidato del PLN.

Con la publicación del criterio emitido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, publicada los primeros días de enero de 2018, se fortalece la posición de los grupos conservadores y se inicia el crecimiento del candidato de Restauración Nacional, a costa del deterioro de la posición de Juan Diego Castro, candidato del PIN y de Antonio Álvarez.

Las señales más claras, entre una posición que apoya la resolución de la CIDH y quien la adversa, las ofrecen Fabricio Alvarado, representante de las sectas neopentecostales y Carlos Alvarado, candidato del PAC.

El candidato liberacionista, sin un sustento ideológico serio, carente de una posición de partido y con argumentaciones cambiantes y oscilantes sobre este tema –y otros más-, no logra transmitir confianza en el electorado conservador al cual, por mero cálculo político, procura convocar: Fabricio Alvarado le gana la partida. Sólo hay un espacio, para liderar ese tema y, sin duda alguna, la posición consecuente y férrea, del candidato de Restauración, le conduce a apropiarse de esa bandera y desalojar a otros, que sólo pretendieron acomodarse en las posiciones conservadoras, a partir de una lectura errada de las encuestas.

Lo demás es historia, Antonio Álvarez observaba la noche del 4 de febrero, incrédulo, el resultado que arrojaba la voluntad popular.

Él, sin embargo, es corresponsable de esa realidad. Tal como lo señalé párrafos atrás, si algo caracterizó la posición de Antonio Álvarez como candidato del PLN, fue su falta de credibilidad y de confianza entre el electorado costarricense.

En setiembre de 2017, Antonio Álvarez y Juan Diego Castro, encabezaban las encuestas como los posibles candidatos que acudirían al balotaje.

Sin embargo, desde ese mismo mes, un 38% de los costarricenses expresaba abiertamente su percepción y opinión de considerar que nunca votarían por él, para la Presidencia de la Republica. Ya desde ese momento, era considerado, según encuestas publicadas por la Universidad de Costa Rica, como el «candidato más repelente».

En enero, ante la publicación que realiza el Semanario Universidad, Antonio Álvarez se muestra incrédulo por el desplome electoral que sufre su candidatura, pasando del 25% en agosto de 2017, al 11% para el mes de enero de 2018.

La falta de liderazgo y la incapacidad de unir a los líderes del PLN; la imposibilidad de incrementar los votos recibidos en una convención –cómo históricamente había sucedido-; la decisión de no acercar a José María Figueres y a Sigifredo Aiza a la campaña electoral y la falta de credibilidad del candidato liberacionista, constituyeron en buena medida, la estocada final de la candidatura de Antonio Álvarez y su consecuente derrota.

La suerte estaba echada, la caída al tercer lugar del candidato liberacionista, marcaba la primera derrota que sufriría el partido en febrero de 2018.

La polarización del electorado entre Carlos Alvarado y Fabricio -del mismo apellido-; el sometimiento de las élites del partido y su apoyo a la campaña de Restauración Nacional, permitió que el otrora grande PLN, se transformara en un apéndice de esa agrupación política, que al final del proceso, sólo logró despertar dudas en el electorado, que le adversó mayoritariamente.

Esta situación provoca la segunda derrota consecutiva de Liberación Nacional, “conquistada” el pasado 2 de abril.

Responsables de las derrotas: si, con nombres y apellidos, los expresidentes –unos visibles, otros no tan visibles- y los ex candidatos presidenciales, Johnny Araya Monge y Antonio Álvarez Desanti, que por más de diez años, han impulsado el establecimiento de una cúpula liberacionista, representante de sus intereses y vinculados a grupos económicos y religiosos conservadores, lejanos a las ideas progresistas que debió impulsar Liberación Nacional. Los segundos en el orden de prioridad, los miembros de las estructuras formales de poder del PLN, asambleístas y líderes formales e informales, que han abandona el compromiso con las mayorías, para privilegiar los de las élites políticas y económicas que representan. Incluyo en este paquete a los Comités Ejecutivos, que no han logrado tener el liderazgo para sacar al partido de la modorra reflexiva en que se encuentra y han cedido, de forma cómplice, ante las exigencias de los candidatos y sus comandos de campaña, que finalmente sólo han buscado la satisfacción de sus intereses y de los de las élites que representan. Los comandos de campaña, que por encima de los documentos y el sustento ideológico que tiene el Partido Liberación Nacional, se han dado a la tarea de construir propuestas políticas, que no satisfacen ni resultan atractivas, para los sectores mayoritarios del electorado costarricense. Y finalmente, los sectores pensantes, intelectuales o las personas o grupos reflexivos, que por indiferencia, desinterés o pérdida de voluntad para luchar contra la mediocridad, nos hemos alejado de las luchas políticas o ideológicas que debieron librarse desde años atrás, en el seno del PLN.

Esta es la realidad actual del Partido Liberación Nacional, una agrupación política que ha sufrido cuatro derrotas consecutivas, entre el 2014 y el 2018, y que sigue sin asumir, con la seriedad que corresponde, el deterioro de su posición y la carencia de propuestas políticas, que permitan sacarla de la triste realidad en que subyace.

No sé qué de esto no entienden las autoridades y las élites políticas liberacionistas, pero hoy, si algo hay que tener claro, es que el PLN no es ya el partido favorito de los costarricenses, las cuatro derrotas consecutivas, en los últimos cuatro años, así lo evidencian.

Y, contrario a las posiciones timoratas de algunas personas y sectores, esto hay que denunciarlo y sentar las responsabilidades respectivas.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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2 comentarios

  1. MARIO ALBERTO GONZÄLEZ ARRIETA

    Don Guido buenas tardes ¡¡¡ Excelente artículo. Espero equivocarme pero creo que ya no volveremos a ver al PLN en el gobierno. Recuerdo en la mitad de los 70 asistir a seminarios, charlas a La Catalina y escuchar a grandes personalidades como Don Daniel, Don Luis Alberto, Don Danilo Jimenez, Don Francisco Morales en las cual nos hablaban de los origenes, pensamiento del PLN y la corriente Social Democrata. Eso se perdio en el PLN y creo que no lo volveremos a ver. Mario Alberto González Arrieta Ced. 1-0484-0855 mgonzalezarrieta57@gmail.com

    • Muchas gracias. Considero importante fortalecer el sistema de partidos políticos y el PLN debe de salir de la crisis. Es mucho lo que Costa Rica le debe a esta agrupación política, pero si continúa por el camino errado, no retoma su orientación política y las élites no recapacitan, lamentablemente el futuro es bastante incierto.

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