Desde mi perspectiva
José Francisco Bolaños Arquín
Honduras, un país centroamericano que viene arrastrando a través de décadas una severa crisis económica, política, social y educativa, donde la pobreza, la corrupción, la violencia y la falta de oportunidades son una cruel realidad.
Con una población de 9.1 millones de habitantes, en donde el 68,9% es pobre y el 44,2% de ellos se encuentra en el umbral de la miseria. País con pocas oportunidades laborales que afectan a toda la población, pero principalmente a los jóvenes. Ante esta grave situación, el empleo informal ha venido creciendo como un medio de subsistencia, para ubicarse en la actualidad en un 79,7% de la población económicamente activa, que gira alrededor de 3.6 millones de personas, de los cuales unos 2.5 millones no encuentran trabajo.
Los ingresos promedio de las personas que se encuentran en el rango pobreza extrema, viven con $1.90 dólares por día, donde se afecta con mayor impacto a los habitantes de zonas rurales.
Un país en donde sus ingresos en buena medida provienen de la exportación de productos agrícolas como el café, el banano y las remesas que en el 2017 giraron alrededor de $4.350 millones de dólares, entre otros. Sin embargo, es un territorio susceptible a fenómenos naturales como los huracanes y prolongadas sequías, lo que agrava el problema.
Honduras es el segundo país más pobre de América Latina, solo superando a Haití y con el agravante que dedica el 1,6% del PIB en gasto militar; el de mayor porcentaje del área centroamericana con ejército. El Índice del Estado de Derecho de World Justice Project, consideró en 2017, que es uno de los países más débiles en términos de constitucionalidad y de respeto a la legalidad.
Por su ubicación, se ha convertido en una posición estratégica para el trasiego de drogas hacia los países del norte. Las maras salvatruchas controlan muchos barrios y obligan al comercio a pagar protección y principalmente a los jóvenes a incorporarse a sus filas y ser pandilleros.
San Pedro Sula es la tercera ciudad con la tasa de homicidios más alta en el mundo, cabe resaltar que han venido en descenso, en el 2011 fue de 86,50 por cada 100.000 habitantes, en 2013 de 77,45 y en 2017 de 43,60.
Ante esta penosa situación, de pobreza, el poco empleo, corrupción, pandillas, inseguridad, criminalidad y la ausencia de políticas gubernamentales que cambien esa coyuntura, han creado las condiciones para que se formen las caravanas de inmigrantes de unas 7.000 personas de todas las edades que inicien una travesía de miles de kilómetros, buscando el “sueño americano”.
El problema se complica con estos hondureños y de otras nacionalidades centroamericanas, que también están iniciando el recorrido, al anunciar el Presidente Donald Trump que no permitirá el ingreso a territorio estadounidense de ningún migrante y está dispuesto a enviar a miles de soldados a la frontera con México.
Ante esta realidad, la desesperanza e incertidumbre se irá apoderando de estos migrantes, algunos han optado por abandonar el intento regresando a su país de origen, otros pretenden quedarse en los países por los que han atravesado y muchos deciden continuar con su objetivo de llegar a su destino final, los Estados Unidos; agudizando aún más el problema para ellos y para los países que no saben que hacer con tanto inmigrante.
– Lic. Administración de Negocios