Cambio Civilizacional

Conversaciones con mis nietos

Arsenio Rodríguez

Vivimos en cambio constante. Por dentro y por fuera. Cada cosa, cada ser, cada componente de cada ensamblaje. Político, social, biológico, astrofísico, molecular, mental. Cada segundo, cada instante de tiempo está sujeto irremediablemente al cambio constante.

A fuerza de capricho, insistimos en querer crear espacios permanentes en medio del cambio constante. Y cada uno, desde nuestros puntos de vista individuales o agrupados en consensos tribales de pensamiento, en culturas y subculturas, nos aferramos a una visión de permanencia histórica, conceptual, e interpretativa de escena o escenas particulares, del mundo cambiante, tratando de hacer estos espacios permanencia.

Pareceres, principios, instituciones, visiones políticas, religiosas etcétera, para hacer prevalecer modelos de opinión. La nuestra propia, y la consensuada con otros que creemos el mismo cuento.

Pero todo cambia. Excepto la existencia misma y el ritmo de la vida y la muerte. Y los cambios son cumulativos, transformativos.

Tomemos un ejemplo de la economía mundial. En la década de 1950, China tenía apenas el 5 por ciento del PIB mundial. India sólo el 1 por ciento. Hoy, después de varias décadas de cambio económico excepcional, los dos gigantes, China e India, ahora están reclamando un peso económico histórico en el mundo.

Ya para el 2013 China, India y Brasil estaban colectivamente en el proceso de superar a los países desarrollados occidentales en términos de comercio y producción global.

China es hoy la economía más grande del mundo. El despegue económico en China e India comenzó con alrededor de 1.000 millones de personas en cada país y duplicó la producción per cápita en menos de 20 años, una fuerza económica que afecta a una población más grande que la revolución industrial.

Se proyecta que para el 2030, más del 80% de la clase media mundial residirá en el sur, principalmente Asia, y representará el 70% del gasto total en consumo. Imagínense el cambio en los flujos del comercio mundial.

Los nuevos descubrimientos de la ciencia se contrastan con el aferramiento a los viejos dogmas de las creencias. Hoy en día todavía en sociedades tecnificadas como Estados Unidos y Europa hay millones de personas que no creen en la evolución del universo, y firmemente unos creen, que la Tierra empezó hace 8 mil años y otros que es plana.

Mientras cada día, nuevos Galileos equipados con telescopios más potentes, como el Webb, descubren galaxias más antiguas, tiempos de origen del universo más remotos, agua en las lunas de Saturno. Y ofrecen nuevos asomos de la integralidad y unicidad del sistema de vida universo y humanidad.

Cada día tenemos más elementos, para darnos cuenta de que somos un continuo de ser, cambiando su expresión en diversidad, un ensamblaje de una existencia oceánica única, que se expresa en una infinita multitud de siempre cambiantes y diversas gotas, para celebrarse.

Y mientras más avanza este descubrimiento, más entendemos por qué debemos “amar al prójimo como a ti mismo” (porque eres tú mismo). Pero cada vez más nos aferramos a nacionalismos, sectas y creencias religiosas, partidos políticos, colores de piel, y apegos a las cosas.

Ante los adelantos de la astrofísica, la inteligencia artificial, la genética, persiste la superstición, el miedo al otro (sí, al prójimo), y tergiversamos las palabras de los grandes Maestros, como éstas sobre el prójimo, y creamos en vez refugios consensuados de miedo, privilegio y burbujas de pseudo- salvación.

Por otro lado, la misma ciencia, casada con los intereses creados corporativos, de tecnologías, armamentos, farmacéuticas, producción de energía, junto a fuentes de financiamiento e inversión, promueve grandes desigualdades y amenazas al bienestar global. Es nuestro egoísmo como siempre, pero que hoy nos lleva a unos extremos increíbles de inequidad.

Yo pienso, que estamos en un período de gran transición civilizacional, donde la ubiquidad de la humanidad, con su expresión simultánea de imaginación, egoísmo y generosidad, van a crear una nueva visualización y manera de interacción, de la consciencia de uno con los demás. Que pasaremos a adoptar la intuición como medio de interactuar y conocer, de igual manera que pasamos de la sensación y el instinto, y lo supeditamos a la razón, pasaremos ahora a la era donde la razón, será supeditada a la intuición.

Este será el gran cambio civilizacional del siglo 21. Equivalente al neolítico, pero con implicaciones de mayor crecimiento de la consciencia de nuestro mundo interior y exterior.

No en balde estos tiempos que estamos viviendo son tan interesantes…

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