Cada día como hoy

O la fatalidad de la historia

Conversaciones con mis nietos

Arsenio Rodríguez

Cada día son todos los días. Hoy, mañana, y ayer. Percibidos por esta identidad, por esta forma en particular, esta personalidad de cada uno y nuestro punto de vista.

Las noticias mundiales nos llegan en oleadas, sobre ideologías enfrentadas, intereses propios, calamidades, desesperación, ganadores y perdedores, nuevas tecnologías, nuevos entendimientos y malentendidos. Sin embargo, la vida en todo su esplendor, por supuesto, continúa sus procesos cíclicos, floreciendo, sembrándose, descomponiéndose, muriendo.

Y el espíritu humano y su esencia siguen manifestando la gloria del ser, a través de sonrisas de valor, abrazos de solidaridad, amores y sueños imposibles y una tenacidad de vivir y buscar la plenitud, en momentos de amor, donde ocurre una disolución del uno en el otro, en los sentimientos de serenidad en medio del caos, en un continuo afloramiento de fuerzas internas. Manifestando la historia, las relaciones profundas, recordando sublimes corrientes antiguas y reestableciendo su meta inevitable e invisible.

Todos los días, como hoy.

Cada día es otro día de oportunidad y de recuerdo, un renovado despertar a los potenciales de las relaciones con lo demás, un descubrimiento de espacios internos y momentos externos. Cada día es un instante milagroso de la consciencia de ser.

Nos situamos en este punto del presente, mirando hacia atrás, a las reliquias de momentos del pasado, o extendiendo nuestra imaginación y esperanzas hacia un futuro no manifestado. Cada uno de nosotros, desde una perspectiva particular, a través de sabores y colores únicos, que cada uno percibe y expresa, desde esta magnífica creatividad, esta corriente inagotable de vida siempre renovada, que gorgotea en risas y lágrimas, en delicadas caricias de luz, sin importar los pavimentos y los miedos que cubran sus aparentemente frágiles tejidos.

Sí, cada gota de vida finalmente se libera de su propia ignorancia y continúa su escorrentía inevitable hacia el Océano, con gracia.

La belleza de la vida siempre reina serena, en medio del clamor de guerras y desastres, y caleidoscópicamente, las fuerzas de la vida se reorganizan y resurgen de nuevo en un carillón de voces matutinas, para lograr lo más sublime: ese amor y comprensión mutuo que conduce a un Silencio interior, a una serenidad interior que alivia este dolor de separación, esta inseguridad de desplazamiento del uno por el otro.

Y por un santiamén, todos llegamos a conocer, ver, y experimentar la belleza del Ser. Por un santiamén, todos nos damos cuenta y despertamos de repente, y nos percatamos de que todo el sudor y la sangre, las sonrisas y los besos, las noches y los días, de la vida de cada uno, no son más que puntadas en un tapiz exquisito que todos estamos tejiendo irremediablemente.

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