Pablo Gámez Cersosimo*
Forzada por Rusia y los vaivenes del principal aliado transatlántico, Estados Unidos, la Unión Europea refuerza su maquinaria militar aumentado a un 5% del PIB el gasto de cada uno de los países miembros, a ritmo firme se está llenando de misiles, drones y artillería, ejércitos masivos, planes de evacuación, avanzados sistemas de ataque aéreo.
Sin duda, la Alianza Atlántica (OTAN) está ocupada con un difícil rompecabezas. Pero los búnkers han desaparecido. Entonces, ¿de dónde sacarlos?
La mentalidad pre bélica se percibe a lo largo de la geografía de la UE. Cada vez más estrategas nos hablan de las enseñanzas de los antiguos romanos: “Si de verdad queremos mantener la paz, no podemos permitirnos estar desprevenidos”.
Países Bajos, donde vivo desde 1996, llegó a tener unos 3.000 búnkers durante la Guerra Fría. Desde 1991, tras la caída de la Unión Soviética, se abandonó casi por completo la política de defensa civil. Con el resurgimiento de tensiones globales, las cosas han cambiado: el Nationaal Crisiscentrum tiene planes secretos para crisis extremas. Aseguran que como en Ucrania, la gente podría eventualmente refugiarse en estaciones de metro o aparcamientos subterráneos.
Pero la tensión crece. Algunos no están dispuestos a esperar a que el Estado actúe. Cada vez más ciudadanos deciden tomar la iniciativa por su cuenta y excavar búnkers privados en sus jardines o garajes. No se trata de una “tiny house”.
En el país vecino, Alemania, las autoridades están revisando todos los edificios para determinar cuáles podrían servir como refugio. Solo quedan 579 búnkers oficiales , con capacidad para unas 480.000 personas.
Es una cifra ridícula si pensamos que Alemania tiene 83 millones de habitantes. Lo que provoca cierto recelo es la situación en Suiza, Suecia o Noruega.
Suiza posee 365.000 refugios que pueden albergar a nueve millones de personas, más que suficiente para proteger a toda su población. Se debe a una ley aprobada en los años 60, que obliga a construir refugios nucleares en los edificios residenciales. En Lucerna existe un búnker para 20.000 personas.
Suecia ha distribuido guías de prevención inspiradas en la Guerra Fría, con consejos para almacenar agua, alimentos y medicinas. Finlandia cuenta con cerca de 50.000 refugios, preparados para cuatro millones de personas.
La precaución se extiende por la geografía europea. Bélgica, Países Bajos y Finlandia han visto cómo se disparaba la venta de pastillas de yodo, que ayudan a proteger la tiroides en caso de contaminación radiactiva. En Italia, las vitaminas con yodo son populares en las farmacias.
Mientras tanto, Bruselas recomienda a todos los ciudadanos de la UE hacerse con un “kit” de emergencia para sobrevivir al menos 72 horas. Es algo que comentamos los domingos cuando jugamos Jeu de Boules.
Y mientras tanto, las tensiones geopolíticas disparan la fiebre de los búnkers privados. En España es posible encargar un refugio privado desde unos 100.000 euros. Cada vez más familias consideran que construir un búnker es tan lógico como tener un seguro.
El miedo se extiende también por el retorno de las armas nucleares estadounidenses a Europa. Tras retirarlas del Reino Unido en 2008, Estados Unidos ha reactivado su misión nuclear allí por primera vez en casi dos décadas.
A diferencia de los búnkers, las armas nucleares nunca se fueron del todo: pueden quedar unas 100 bombas nucleares B61-12 en bases de Italia, Turquía, Bélgica, Países Bajos y Alemania.
* Investigador, escritor, periodista.