Birmania a orillas de un infierno

Guadi Calvo

Birmania

Con más del sesenta por ciento del territorio tomado por la insurgencia, y tres millones de desplazados internos, la guerra civil de Birmania, a punto de cumplirse tres años de su inicio y habiéndose extendido a toda su geografía, parece alcanzar el punto culminante, en el que, para muchos analistas, avizoran la caída del gobierno militar.

Los efectos de lo que se conoció como, la Operación 1027 (por la fecha que se dio comienzo, octubre 27), la gran ofensiva de la Alianza de las Tres Hermandades, el grupo integrado por el Ejército Nacional de la Alianza Democrática de Myanmar Kokang (MNDAA), el Ejército de Liberación Nacional de Ta’ang (TNLA) y el Ejército de Arakan (AA), lanzada el año pasado, le han provocado al Tatmadaw (Ejército Birmano), innumerables perdidas territoriales y las bajas de entre seis y diez mil de sus hombres. Además de que cerca de dos mil posiciones militares, le fueron arrebatadas por los diferentes grupos insurgentes a lo largo de todo el país.

Este nuevo panorama en la guerra ha obligado al Tatmwad (Ejército Birmano) a replegarse, en la mayoría de las regiones, hacia las grandes ciudades, donde cuenta con protección aérea, defensas de la artillería y el acceso inmediato a la provisión de suministros bélicos.

El cuadro se ha agravado todavía más, después de que la insurgencia, imprimió, a partir de junio pasado, un nuevo impulso, tras el fracaso de las negociaciones del alto el fuego de cinco meses, propiciado por China. El Tatmadaw, se está batiendo, en los diversos frentes, con las múltiples organizaciones armadas, ético-regionales-políticas, algunas con larguísimos años de una lucha que comenzó en 1948, cuando el país se independizó del Reino Unido, mientras que otras han emergido tras el golpe militar del primero de febrero de 2021.

Los insurgentes han lanzado la fase dos de la Operación 1027 junto con la Operación Shan-Man, logrando importantes avances en diferentes escenarios de la guerra; como el del Ejército de Arakan, que ya tiene el control total del norte del estado de Rakhine, mientras continúa su avance hacia el sur. Por su parte, el Ejército de la Independencia de Kachin (KIA) profundiza su campaña en el norte del Estado de Shan, consiguiendo ocupar: ciudades, rutas, bases del Tatmadaw, y el control de todos los pasos fronterizos con China.

Al tiempo que otras insurgencias, como la de los estados de Kachin, Karen, Chin, Tanintharyi, Sagaing, Bago y Magway, luchan con mayor intensidad, que, en la primera fase, han podido conseguir avanzar con mayor agilidad. Esto, no solo se debe, a una mejor coordinación militar y la incorporación de más y mejor armamento, sino también a la baja moral de las fuerzas de Tatmwad. Por lo que se producen rendiciones en masa, en muchos casos sin siquiera entrar en combate.

Al tiempo, que las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF), el brazo militar del Gobierno de Unidad Nacional (NUG), una organización política, que se ha asumido, tras el golpe, como el verdadero gobierno birmano, han capturado, abriendo un nuevo frente, nueve puestos del ejército en Thabeikkyin, a cien kilómetros de la ciudad de Mandalay, la segunda más poblada del país.

El pasado cinco de agosto, la junta experimentó quizás el más duro golpe anímico en lo que a de la guerra, tras la caída de la ciudad de Lashio, al norte del Estado de Shan, sede del poderoso Comando Militar Regional del Noreste (NERMC, por sus siglas en inglés), el más importante de los catorce comandos regionales del ejército.

Para la protección de Lashio, el Tatmadaw había reunido seis mil hombres, que debió retirar de localidades cercanas, desguarneciendo una gran área, donde operan múltiples grupos armados. Los combates que se iniciaron el dos de julio, y en la que se utilizaron artillería pesada, tanques, blindados, y numerosas unidades de apoyo, se convirtió en la batalla urbana, más sangrienta en lo que va de la guerra.

La caída de la ciudad, producida por el desborde de una cantidad superior de combatientes y mayor potencia de fuego, que dejó dos mil militares muertos, contra quinientas bajas de los guerrilleros. Hizo que se rindieran otros dos mil soldados, junto a un importante número de civiles que los acompañaban, llegando a un número en total cercano a las seis mil personas en total. Como ya ha sucedido en otras oportunidades, los soldados del ejército, se han incorporado al bando guerrillero. En este contexto de pérdidas territoriales y el constante surgir de nuevos frentes de combate, la junta militar, también se encuentra sometida a los embates políticos hacia el interior, de la fuerza regular.

Para la protección de Lashio, el Tatmadaw había reunido cinco mil hombres, aunque en una batalla que se extendió desde el dos de julio al cinco de agosto, en la que se utilizaron batallones de artillería, tanques, blindados, y numerosas unidades de apoyo, además de drones de fabricación china de última generación que habían sido adquiridos poco tiempo antes por Nay Pyi Taw.

Lashio, se convirtió en la batalla urbana, más sangrienta en lo que va de la guerra. Tras la caída de la ciudad, una vez quebrada su defensa por la cantidad de combatientes y su potencia de fuego, los soldados del ejército se incorporaron al bando guerrillero. Finalmente, la batalla se saldó con la muerte de dos mil militares y 500 guerrilleros. Además de haberse rendido otros dos mil soldados, junto a sus familiares, por lo que se estima unas cinco mil personas en total.

Dada la reiteración de fallos como este, se han multiplicado los rumores sobre la inminencia de un golpe palaciego, que derroqué al actual jefe de la junta, el general Min Aung Hlaing, al que se responsabiliza de la caótica dirección de la guerra.

A este marco de inestabilidad, hacia el interior del Tatmadaw se le suman el deterioro económico, con el subsecuente incremento de la pobreza, que está alcanzando proporciones que no se registraban desde hacía más seis años. Lo que ha causado desgaste en todos los resortes de la producción. A esto se le suman los contantes cortes de electricidad, la escasez de productos, la inflación y la caída del kyat, la moneda birmana. Al tiempo que los números de la emigración también crecen, empujados por la desocupación y el temor al reclutamiento forzoso, que ya se ha registrado en diferentes puntos del país.

Estados Unidos al asecho

Frente a este marco de situación, mientras Birmania se desangra, pacientemente Washington, espera que la resolución de la guerra civil, le permita sumar un nuevo mojón a su Estrategia Indo-Pacífico para cercar a China, cada vez más avanzada, después de haberlo logrado la caída de los gobiernos progresistas de Pakistán y Bangladesh, y provocar cambios a su favor en Nepal, Sri Lanka (Ver: Bangladesh parte de la desestabilización regional).

En el caso particular de Birmania, que cuenta con una frontera con China de casi 2.200 kilómetros, compromete mucho más al gobierno de Beijing, ya que, para China, su vecino del sur es una pieza clave para el armado, la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI). Por lo que trabaja para la instalación del Corredor Económico China-Myanmar (CMEC), habiendo creado puertos, líneas ferroviarias. Además de múltiples emprendimientos industriales con miles de millones de dólares de inversión.

En el contexto y para que ni sus fronteras, ni sus inversiones queden desamparadas una vez terminada la guerra. China apuesta a las diversas organizaciones armadas étnicas (EAO) como el Ejército Unido del Estado Wa (UWSA) y el Ejército Arakan (AA), que ejercen una influencia significativa en los estados de Shan y Rakhine.

El fin de la guerra traerá aparejadas, consecuencias geopolíticas, que todavía son muy difíciles de sondear, aunque en un muy amplio rango podría ir desde la creación de una confederación de etnias y regiones a estrictamente una balcanización que deje un archipiélago de naciones seudo independientes a orillas de una de las regiones más calientes del mundo, donde tanto China y los Estados Unidos tienen mucho que decir y hacer antes de que se convierta en un infierno.

Línea Internacional

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