Conversaciones con mis nietos
“Hay razones del corazón
que la razón no entiende”
-Blaise Pascal
Arsenio Rodríguez
¿Y ahora qué? ¿Cuál es la última algarabía en los círculos del debate sobre el futuro? ¿El cambio climático, los carros eléctricos, o los viajes a Marte? No, la inteligencia artificial. Sí, la IA. Computadoras inteligentes programadas por gente supuestamente inteligente.Y por supuesto lo van a resolver todo. Está en todas partes, este nuevo tema, de tecnología de avanzada. A unos los llena de alegría y a otros de terror. Unos dicen que es la panacea de todos los tiempos. Otros que es el fin del mundo como lo conocemos hoy. Unos dicen que va a servir para adelantar la humanidad. Otros que va a dejar a la gente sin empleo. Unos piensan que es el principio de una nueva humanidad, otros que es el final del Reino de los Humanos, y el surgimiento, del Reino de las máquinas.
Todos hemos visto películas de ciencia ficción sobre esto. Y tal parece que esa anticipación cinematográfica se está haciendo realidad. Como pasó con Julio Verne y el viaje a la luna. Y el debate, entre los que creen, en lo positivo de este cambio tecnológico y los que lo temen, se está haciendo cada vez más intenso.
Algunos piensan, que, con el progreso de la tecnología, la inteligencia artificial se hará consciente de sí misma. Es decir que estas máquinas, tendrán autoconciencia de sí, igual que tenemos los humanos. Yo me pregunto si las AI serán capaces de mentir, de ofender, de engañar, de conspirar. Y que tal de perdonarse y perdonar a otros, de tener compasión y amar. De amar a tal grado, de ser capaces de desconectarse ellas mismas de la energía que las alimentará (las baterías solares), por amor a otras máquinas, o a algún pobre ser humano de esos que quedarán desempleados y andarán por ahí.
¿Cuán frágiles y redimibles serán estos autómatas del futuro, para que puedan ser verdaderamente llamados casi-humanos? Para mí, la humanidad está fundamentada, en la posibilidad de ir de un extremo a otro en términos de la capacidad de amar. Desde un egoísmo ciego a una generosidad absoluta.
Todas las tradiciones religiosas y espirituales, que han tratado de traer a flote lo mejor de nosotros, están fundadas la sabiduría, la humildad, el perdón, la compasión, la fragilidad. Cosas que hacen posible, que exista la redención, la salvación y la realización de una verdad, que aspira a ir más allá de las imperfecciones de la vida. Y que a la vez se adquiere dentro de la misma vida.
Y qué es a lo que le llamamos actualmente inteligencia. La natural quiero decir, como cuando uno compara el azúcar con los endulzantes artificiales. Si uno les preguntase a estos modelos de IA que están siendo ahora expuestos al público, como la GPT3, CHATGPT y otras, o buscamos en Google o en libros en una biblioteca (sí, todavía existen algunas…) esta sería una respuesta esperada:
Hay múltiples tipos de inteligencia; inteligencia lingüística, musical, lógica-matemática, espacial, corporal-kinestésica, interpersonal y naturalista. Según otras teorías, también están la inteligencia emocional, intrapersonal, creativa y la colaborativa, entre otras. La idea, de que sólo había una inteligencia, condujo a una escuela dedicada al trabajo sólo de la razón y la lógica.
Pero la respuesta a la pregunta qué es inteligencia, es múltiple, son muchas cosas. La capacidad de resolver problemas, la capacidad de comprender situaciones, la capacidad de diseñar. O en la corporal-kinestésica, como la de los grandes bailarines, que interpretan el mundo a través del movimiento. O sea, no hay una definición de que es lo que llamamos inteligencia.
Los exámenes de ¨cocientes de inteligencia” se aplican a la capacidad de resolver problemas lingüísticos y matemáticos. Fuera de esto está también la llamada inteligencia emocional. O sea, cómo controla o entiende uno las emociones propias y las de los demás.
Incluso para este último tipo de inteligencia, se están llevando a cabo estudios en MIT entre otros institutos, sobre cómo programar elementos de inteligencia emocional a las máquinas de IA, que están aprendiendo a ser gente.
Así, por ejemplo, cuando uno llama por teléfono a un servicio al consumidor, sobre un tema bancario u otro tema, en vez de contestarle, una persona como pasaba antes, que uno podía decirle qué bonito estuvo el día, echar algún chiste, o hasta coquetear si la voz te provocaba. Y la voz humana del otro lado de la línea expresaba también su estado de ánimo y te seguía o no la corriente. Y creabas una relación humana.
Por supuesto, ahora las máquinas de respuesta automática, cuando uno las llama, te hacen un listado de categorías. Y si uno insiste en que ninguna es la razón por la cual necesitas hablar con un representante de servicio al consumidor, la máquina insiste, sí, sí, sí, pero hasta que no me diga para qué, cuál es el tema que quiere hablar con el representante, pues no le puedo pasar la llamada.
Bueno, ahora ya están entrenando estas computadoras con elementos de inteligencia emocional, para que puedan percibir del tono de voz que usted está usando y saber se está empezando a molestar. Pues será, me imagino, para decirle al cliente, no se moleste, mire que yo tan sólo soy una máquina y si no puedo lograr que usted me dé un una buena calificación de cómo yo lo he atendido, me van a desconectar o quién sabe. Quizás enseñen a la máquina a cambiar el tema, a hacer algún chiste, o hablar de que hermoso estuvo el último juego de la copa.
Pero de alguna manera van a poder, saber por el tono de la voz si usted está exasperado o está tranquilo. Y eso es una cosa ya en progreso. También está la posibilidad, de que las máquinas futuras no solamente contesten en audio sino en audiovisual. Y van a ver su cara, y las están entrenando para que puedan ver, cuando uno frunce el ceño, y no está contento.
Pero no sé cómo le van a hacer con esa gente que juegan al póker, que mantienen una expresión que no expresa nada, que pueden estar teniendo una gran tormenta interior, pero no se les ve en la cara. O como la mayor parte de los políticos, que mienten con una desfachatez tan maravillosa. Así que no sé, cómo llegarán estas máquinas a poder determinar si una persona de estas caraduras les estaría tomando el pelo (o los circuitos, mejor dicho).
El otro tema que me preocupa es que esta IA, está siendo programada por nuestra inteligencia natural. Ésta, la de nosotros. La que está a punto de apagar el planeta. La que es capaz de darse cuenta, de que formamos todos parte de un continuo, que la vida está toda interconectada, que estamos haciendo daño al planeta y a nosotros mismos si seguimos nuestro modelo económico de consumo de egoísmo etc. Pero, aun así, seguimos todos, cada vez más tenazmente, con el comportamiento de sálvese quien pueda, y el quítate tu para ponerme yo.
Una inteligencia, que nos dice que este medio ambiente nos sostiene, pero no se opone a que consumamos cosas que no necesitamos o que queremos tener más de la cuenta, aunque otros se queden sin nada. No sé si las máquinas a ser entrenadas por esta “inteligencia” van a reflejar esta gran mentira.
No hay duda de que la tecnología puede ayudar a construir un mundo mejor, siempre y cuando esté alineada y puesta en marcha, por una cosmovisión de unicidad de la vida en donde sintamos que todos somos parte de un sistema interconectado de vida, de una familia humana, y no una colección de tribus y egos separados, cada uno jugando al quítate tu para ponerme yo.