Apretando los botones

Viko Pacheco

Viko Pacheco

Algunos amigos me han pedido opinar sobre las recientes elecciones que, una vez más, pese a los pésimos resultados del gobierno actual, se decantaron por la novedad, dejando atrás al PLN y al PUSC por una serie de motivos tan claros, que a veces uno se pregunta si hay alguien al timón de campaña del respectivo partido. Es más, si siquiera el candidato entiende en las que está. Aquí nuestros primeros dibujos.

Con Liberación, del que mi Padre fue Fundador, fui explícito desde el principio porque iba por muy mal camino. Analicé las dos pre-candidaturas.

Desde que calentaron, estas elecciones mostraron unos votantes justificadamente furiosos con la corrupción. Un ladronzuelo de telenovela enroló a unos figurines del ámbito judicial, acostumbrados algunos como están a recibir prebendas por evitar que el ICE pierda un pleito. Enroló a diputados de varios partidos para que le sirvieran de eslabón con Casa Presidencial; y enroló a un cínico Big Chief, que se rasga sus vestiduras sin sonrojarse y lo niega todo pese a los validos testimonios de sus subalternos. Surge ahí el primer dilema: ¿cómo se distanció Carlos Alvarado de esto si dijo que quería seguir la labor de LGS y hasta dejar algunos de este gobierno? ¿O se habrá distanciado?

Furiosos con el gobierno de Laura Chinchilla, que llevó la corrupción, no a estado del arte sino a estado del arte del descaro; furiosos con Luis Guillermo Solis, el engaño más vergonzoso de la historia a una reiterada y defraudadora oferta de cambio, la que en voz baja habrá sido “prometo sustituir a los receptores de la corrupción e incrementar el volumen del fraude”; furiosos con el Presidente y otras figuras del PUSC que tampoco pudieron sacudirse el Cementazo y el candidato no se atrevió a expulsarlos.

Evidentemente solo los dirigentes políticos de Liberación y el Pusc no se dieron cuenta, porque lo que es Otto, desde que salió a luz su amistad con el cementero, no dudó que estaba frito.

En síntesis, años de corrupción de los partidos tradicionales y un pésimo manejo de la campaña, le pasaron la factura a los dos “grandes”. El chiste que es el doctor ni siquiera es cómico; la venganza de Calderón, el auto-ungido líder de los mariachis, estilo perro del Hortelano, contra aquellos que osaron desafiarlo y minimizarlo.

Si tomamos uno a uno a algunos de los principales candidatos- principales solo por la trayectoria de su respectivo partido- les encontramos simplezas que no nos explicamos como escaparon a sus asesores o, peor aún, como estos lidersazos no se dieron cuenta de lo que hacían, o no hacían.

A Antonio Alvarez Liberación le dio una segunda oportunidad que claramente desaprovechó. Sin ser visto como liberacionista por los auténticos, no obstante, gracias al mamarracho de campaña de José María, quedó de candidato. Los otros dos eran relleno, individuos que como muchos, por la falta de dirección de ese partido se han servido de éste con cuchara grande por mucho tiempo.

De inmediato, cuál niño mimado, Antonio grita “FRAUDE” en medio juego, sin siquiera esperar a ver la evidencia y los resultados que emita el tribunal del Partido, agrediéndolo aún más y a los liberacionistas.

Creyéndose el cuento de que tenía seguidores, opta por distanciarse y correr a Figueres y a cualquier otro que fuera de hueso colorado, “para no contaminarse”. En su lugar, se trae de vuelta otra lacra que nadie quiere en Liberación, y que también se había ido, Johnny Araya. Y para peores, cada vez que abre la boca es para contradecirse de lo que dijo anteriormente. No es necesario recontar el cuento del Presidente de la Asamblea Legislativa que nos deja cuando empieza su campaña.

¿Y los incompetentes de la dirigencia liberacionista, comenzando por el doble de Bernal Jiménez? Muy bien, gracias.

Rodolfo Piza parecía ser la mejor opción y le ofrendamos el voto, que no la adhesión porque nunca hemos sido del Pusc. Pero le entró un miedo visceral a enfrentarse a las gollerías y los privilegios de los empleados públicos, cuando el pueblo más clamaba en contra de sus desmedidos abusos y de Recope.

Tampoco se atrevió a distanciarse seriamente del Cementazo, expulsando a todos los que estuvieren contaminados. Dejó que el fraude que más irritaba a los costarricenses, lo pringara, explicación que le debe al país.

Así las cosas y con esa falta de expresividad de su voz, no llegó a despertar ninguna pasión.

Otto Guevara, conocedor de los problemas nacionales y muy preparado, no obstante no supo ver que era el turno de Natalia, para recuperarse él de su colección de derrotas anteriores, plagadas de errores estratégicos. Esto, y su amistad con Ali Baba, lo hundió irremediablemente.

Del megalomaniaco de Libia todo está dicho. Solo darle gracias a Dios de que el país abrió sus ojos a tiempo y no lo siguió inflando.

Quedaban dos Alvarados, uno, Carlos, bien preparado pero cargando a sus espaldas con la culpa del gobierno más malo de la Segunda República (los que no saben que es eso van a tener que buscarlo), y el otro, Fabrizio, bastante menos preparado pero más ducho en hablar en público, hasta recientemente un desconocido que osó despotricar contra la religión católica.

Ambos casos son de libro de texto. ¿Qué influyó en el electorado? ¿Que son jóvenes? ¿Sus capacidades histriónicas? Falta de información versus la montaña de cargos que apuntan a los otros? Una competencia pobrísima?

Esto es difícil de descifrar para este mortal. Por el momento quiero saber más de Fabrizio. Carlos tiene a su favor que Ottón probó su leche en contra de la corrupción de su propio partido, cuando pudo plegarse y hacerse millonario, y al parecer lo está ayudando. Pero ambos quieren más impuestos de un país que ya no tiene como darlos, para pagar los lujos desmedidos del Sector Público.

Fabrizio tiene a su favor que- según dicen- no busca más impuestos sino limpiar la corrupción. Pero tendrá que explicar sus exabruptos contra el pueblo mayoritariamente católico de Costa Rica.

Hablen señores, que los estamos escuchando para definir a cuál apoyamos.

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