Anecdotario Nacional

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HUBO una época en que el consultorio más visitado de Costa Rica fué el del recordado médico y cirujano doctor don José Alaría Barrionuevo.

Nuestros campesinos, las «camisas blancas», como los llamaba don Ricardo Jiménez, tenían fe en el Doctor Barrionuevo.

En una oportunidad, estaba tratando a una hija de un ricachón de esos improvisados, cuyo nombre nos reservamos; un señor que por ser dueño de una fortuna se imagina que es amo y señor de Costa Rica. La damita padecía de una dolencia grave.

Una de las mañanas, el Doctor Barrionuevo, al llegar a la casa, antes de entrar a visitarla en su cuarto, se tropezó con el padre y le pregunta:

—»¿Qué temperatura tiene hoy la niña? La respuesta no se hizo esperar:

—»Cuarenta y cinco grados. ¡Estoy alarmadísimo !…»

El médico, sin poder reprimir un gesto de espanto, le responde:

—»¿Pero qué está diciendo usted, amigo?».

Entonces, el buen señor, el de la plata, le replica al instante:

«Sí, Doctor Barrionuevo, EL TERMOMETRO HA MAR­RADO 37-8°»…

(¡¡¡Pero es que yo sé sumar!!!).

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