Anecdotario Nacional

Anecdotario Nacional

QUE el distinguido e inolvidable profesor don Justo A. Fació, una persona que inspiró siempre respeto y simpatía a cuan­tos le trataron. Caballero de sutiles resonancias en los salones, donde podía admirarse su talento y su ingenio, era la admi­ración de las damas y de los caballeros cultos.

Poco a poco, sin siquiera notarlo, pues jamás dio lugar a ello, don Justo inspiró un rencorcillo en el alma de un jovencito que como él visitaba con frecuencia el hogar de unas damitas distin­guidas, hasta que llegó el día de darle escape.

Estaba el recordado profesor en la sala de la casa con una de las señoritas y dos jóvenes también amigos. De pronto, llega el ren­coroso, miró al auditorio, puso cara de inocente, se inclinó, y dijo: —»Buenas noches, muchachos… ¡es decir, menos don Justo, que puede ser mi padre!»…

La reacción fué unánime entre los saludados, cuando el señor Facio, dibujando una sonrisa de triunfo, como disparo de zaeta, con­testó la alusión, agregando:

—»Jovencito, no sería extraño lo que dice, ¡PORQUE YO EN MI JUVENTUD FUI MUY TRAVIESO!»…

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